ildefonso rodriguez villarSon tan admirables y llenas de sentido las palabras del Magníficat que encierran un conjunto maravilloso de alabanzas, de agradecimiento y virtudes tan prácticas, que no es posible pasarlas de largo, sino detenemos a saborear sus dulzuras < Ya estudiar sus enseñanzas.

Engrandece mi alma al Señor. -Es el fin del hombre… alabar y engrandecer al Señor. Obligación dulcísima, pero al fin obligación. -Dios todo lo ha creado para su gloria, pero la gloria propiamente solo se la puede dar en la tierra el hombre… la gloria es un conocimiento seguido de la alabanza… no podemos alabar si no conocemos.

Y como las demás criaturas no tienen conocimiento, parece que nos dan a nosotros ese encargo, de que en ellas veamos y conozcamos a Dios, para que en nombre suyo le alabemos. -, -Este es nuestro oficio…, recoger esas notas de bondad sabiduría, poder, hermosura y caridad, que Dios ha ido depositando en las criaturas y con ellas formar el himno de la gratitud que debemos entonar en alabanza de Dios. -¡Oficio magnífico y sublime! ¿Como lo cumples? -¿Sabes alabar a Dios? ¿Trabajas por conocerle para mejor amarle? Piensa que cuando no lo haces faltas a tu deber…, eres una nota discordante que desafina horriblemente en ese concierto de alabanzas…, no sabes torpemente interpretar el cántico que te confía la creación entera. -Y todo por tu culpa… ¡qué vergüenza! -Mira a Ma­ría. -Son sus primeras palabras, recoger las alabanzas y grandezas que Santa Isabel la dice para dirigirlas a Dios… A Él solo la gloria y el honor… ¡qué hermoso comienzo de este magnifico cántico!visitacionaIsabell

Además mira cómo Ma­ría engrandece al Señor con toda su alma y corazón. -Nosotros, a lo más, le engrandecemos con la lengua, pero no con todo nuestro ser. -Cuando pecamos, aunque sea venialmente, empequeñecemos a Dios en nosotros…, parece como que le disminuimos y llega a desaparecer con el pecado mortal.

Todos los santos engrandecieron a Dios con sus obras, y cada día le aumentaban con su santidad; pero no siempre también ellos tuvieron faltas, e imperfecciones  también algo alguna vez empequeñecieron al Señor en sus corazones: Solo Ma­ría es la que nunca, ni un momento dejo de engrandecerle y siempre… sin cesar… fue creciendo y aumentando a Dios en su purísima alma. -Por eso dice en presente: «Mi alma engrandece», no dice engrandeció o engrandecerá… sino ahora y siempre engrandece. -Parece que esa es su ocupación perpetua… su oficio principal., como si no tuviera otro…

Abísmate en este ejemplo y piensa en ti comparándote con Ma­ría. -¡Oh! si siempre engrandeciéramos al Señor o al menos, si nunca le empequeñeciéramos, ¿cuál sería ya nuestra santidad? «Poco podemos y poco valemos, pero con eso poco y del modo que podemos, propongámonos alabar y engrandecer al Señor como Ma­ría…

Y mi espíritu se alegró en Dios mi Salvador. -Ma­ría se alegra y se goza, mejor aun, se encuentra como inundada de un gozo infinito. -¿De qué se goza? -No de cosas terrenas… ni de algo corporal. -Es un gozo íntimo, espiritual, que tiene por objeto al mismo Dios. -Se goza y alegra en Dios… en la posesión plena y perfecta de Dios.

Santa Isabel la recuerda sus grandes gracias y privilegios, y aunque son motivo suficiente para alegrarse y gozarse en ellos, no obstante, parece que no repara tanto en los dones, como en el autor y dador de los mismos. -San Agustín; decía al Señor: «No me des tus cosas, sino a ti mismo»… esto es lo que aún con mayor razón indica la Virgen en estas palabras. -No sabemos buscar a Dios v por eso no acertamos a gozar de Él. ¡Qué dulzuras no ha comunicado siempre a los que le han amado! -¿Cuáles serian las que derrama­ría en la Virgen? -¿Qué extraño, pues, que su alma benditísima saltara de gozo y de alegría divina?

Mas repara que, no dice sólo que su gozo está en Dios, sino en Dios Salvador. -Esta es la raíz y fundamento de la alegría espiritual y del gozo eterno que esperamos…, por eso, porque es Él nuestro Sa1vador. -Estábamos condenados a las tristezas, y amarguras eternas del infierno.: -Gracias a nuestro Salvador se han convertido en gozo y alegría sempiterna… ¡Qué alegría sentirá el alma al ver allí a su Criador!…, pero sobre todo, ¡cuando vea a su Salvador y Santificador!… Porque, ¿de qué hubiera servido criarnos, si no nos hubiera salvado y santificado?

Gózate con la Virgen con este pensamiento y alégrate por tener un tan grande y sublime Redentor y Salvador. -Fíjate cómo también este gozo ha de ser en el espíritu, esto es, un gozo purísimo, sin mezcla de nada carnal~ y, por lo mismo cómo de este gozo has de cuidar por ser verdadero. -Aunque el cuerpo sufra con la penitencia y mortificación, si el espíritu se goza y alegra, esto es lo único que te importa.

Finalmente, piensa que el gozo de Ma­ría no fue en Sí misma, sino sólo en Dios…, es decir, nada de gozo egoísta, que busca su comodidad y complacencia, sino gozo de amor…, que se alegra de amar y ver amado el objeto de su amor, aunque por este amor sufra y padezca. -Ma­ría miraba en sí misma y allí veía a Jesús en sus mismas entrañas y esta vista causaba su gozo en Dios.

Tú también puedes mirar dentro de ti a Dios, y en tu corazón debes encontrarle…, cuanto más le veas así, más gozo sentirás. -Aplica también esta vista a la Sagrada Comunión. -¿No tienes a Jesús como le tenía Ma­ría, dentro de ti? -¿Sabes, como Ella, mirarle? ¿Sa.bes gustar del gozo y de la alegría de su presencia real? ¿Le miras así muchas veces al día?

Pide a la Santísima Virgen te enseñe a mirar a Jesús…, a estrechar contra tu pecho amorosamente a Jesús a deleitarte con las dulzuras divinas de Jesús en cuya comparación son amargas todas las dulzuras de la tierra…

Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen Ma­ría
26ª edición, Valladolid, 1965