cano“Estamos en la Guerra de Dios”, escribía el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, a las carmelitas de Buenos Aires. Ya nos advirtió Pío XII: “Vemos hoy lo que jamás se vio en la historia desplegadas al viento sin recato alguno y agitadas las banderas por el odio abominable de los impíos, las satánicas banderas de la guerra contra la Religión en todos los pueblos y en todas las partes de la Tierra. Es pues necesario, venerables hermanas, que sin descanso nos opongamos “como muro por la casa de Israel” juntar todas nuestras fuerzas en grupo compacto que ofrezca frente único y sólido contra las malvadas falanges enemigas de Dios no menos que del género humano”. ¡Dios lo quiere! ¡Todos cruzados!

El telón de acero y el muro de Berlín que levantaron los comunistas para que Cristo no reinara en su paraíso marxista, han sido derrumbados. El primer cruzado en esta “guerra de Dios” fue San Juan Pablo II. En su alocución a los jóvenes de todo el mundo, congregados en el Monte del Gozo (Santiago de Compostela, España), nos dijo que la Verdad vence a la mentira. Transcribo algunos párrafos:

“Pero, queridos jóvenes, existe también una contaminación de las ideas y de las costumbres que puede conducir a la destrucción del hombre. Esta contaminación es el pecado, de donde nace la mentira.

La verdad y la mentira. Hay que reconocer que muchas veces la mentira se presenta ante nosotros con apariencia de verdad. También es necesario discernir para reconocer la verdad, la palabra que viene de Dios y responder a las tentaciones que vienen del “padre de la mentira”.

Os quiero hablar del pecado, que consiste en negar a Dios, en rechazar la luz. Como dice el Evangelio de San Juan: “La verdadera luz estaba en el mundo: el Verbo que hizo el mundo; pero el mundo no le reconoció” (Jn. 1, 9-10).

En la raíz del pecado está la mentira, como rechazo radical de la verdad que está en el Verbo del Padre, por el cual se expresa la autoridad total y al mismo tiempo el amor de Dios Padre, Creador del Cielo y de la Tierra.

Como he escrito en el mensaje para esta Jornada Mundial de la Juventud, la verdad es la exigencia más profunda del espíritu humano. Ante todo, debéis estar sedientos de la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre la vida y el mundo.

Pero la Verdad es Jesucristo. ¡Amad la Verdad! ¡Vivid en la Verdad! ¡Llevad la Verdad al mundo! ¡Sed testimonios de la Verdad que salva, es la Verdad entera hacia la que nos guiará el Espíritu de la Verdad! (Jn. 16,13)

Queridos jóvenes: ¡Busquemos la Verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia! Pero seamos coherentes: ¡Amemos la Verdad, vivamos en la Verdad, proclamemos la Verdad! ¡Oh Cristo, enséñanos la Verdad! ¡Sé para nosotros la única Verdad!”

San Pablo nos lanza a combatir los nobles combates de la fe en defensa de Cristo y de la Iglesia. Alistemos en la Milicia de Cristo Rey para ser Cruzados de la Iglesia: “Someteos a Dios (como la Esclava del Señor, María Santísima) y resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros” (Santiago 4,7-8).

¡Por Cristo, por María, por España, más, más y más!

P. Manuel Martínez Cano, mCR