1º Porque miró la pequeñez o humildad de su esclava. -Es admirable la lección práctica de humildad que aquí nos da la Santísima Virgen. -Acaba de ser saludada porel ángel de parte de Dios…, acaba de ser elevada a la dignidad de Madre suya…, acaba de ser bendecida entre todas las mujeres por Santa Isabel… y Ella, empeñándose en abismarse en el profundo de su humildad…, reconoce que no es más que una simple esclava del Señor.
Con esto, nos dice, que todo lo que hay en Ella, es de Dios, pues todo procede de que Dios la ha mirado… y «miran en lenguaje bíblico significa mirar Con buenos ojos y amar… Y así, todo procede de esa mirada de amor de Dios hacia Ella…, pues, de lo contrario, no hubiera pasado de ser una de tantas hijas de Eva. Medita mucho en estas palabras y empápate de esta verdad, que si lo es aplicada a María, mucho más lo es si te la aplicas a ti. -Tú, ¿qué eres?… y, sobre todo, ¿qué eres delante del Dios?…, ¿qué tienes tuyo y qué tienes de Dios?… Si Dios te pidiera todo lo que te ha dado, y que por lo mismo es suyo, en el orden de la naturaleza y de la gracia…, bienes físicos y espirituales…, dones interiores y exteriores…, ¿qué te quedaría?… Sólo una cosa: el pecado…, ese, es exclusivamente tuyo. – -Todo lo demás, es de Dios. -Por tanto, ¿no puedes decir que Dios te ha mirado con buenos ojos y que por eso te ha colmado de bienes y te ha dado cuanto posees?
Mira, pues, cómo con mayor razón que la Santísima Virgen, debes no sólo reconocer, sino practicar la humildad, ya que esto es lo único justo y racional que te corresponde.
Además, considera cómo María nos enseña que el fundamento de todos los bienes del Señor y de todas las gracias que de Él recibimos, es exactamente la humildad… y así dice, que por eso alaba al Señor y se regocija en su Salvador porque ha mirado la pequeñez de su esclava. -De este modo estarás muy lejos de alabarte por nada, como lo hizo aquel fariseo del Evangelio, quien achacaba a sus méritos todas sus buenas obras…, sino al contrario, estarás a cada instante reconociendo la bondad y misericordia de Dios, que te levanta del polvo y de la miseria, a la altura de la santidad…, y tanto más alta te subirá el Señor, cuanto tu Dios la empeñes en vivir una vida rebajada y escondida en tu humildad.
2º He aquí que por esto me llamarán bienaventurada todas las generaciones. -Es una confinación de lo anterior. -Él humilde enamora al corazón de Dios, y Dios no repara en medios para levantarle y ensalzarle. -¡Cuánto no ha ensalzado y sublimado a todos los santos! -Pero sobre todo a María. -¿Quién más humilde que Ella?… Pues por eso, la llamarán bienaventurada todas las generaciones… ¡Ella se humilla y Dios la ensalza.
Contempla esta divina porfía; María empeñándose en rebajarse delante de Dios…, y Él levantándola por encima de todos los hombres…, de todos los ángeles… y esconderla en los mismos secretos altísimos de la divinidad. -¡Nadie tan humilde como María…, nadie más elevado que Ella! -Si examinas su humildad, te pierdes porque no llegas hasta el profundo de su abatimiento… Si meditas en su exaltación, tienes que dejarlo por imposible, pues también se te pierde de vista y no alcanzas a seguirla en el vuelo de su alma levantada, por Dios. -¿Qué será la humildad?… ¿Qué vera en ella Dios, cuando es la condición indispensable para agradarle? -Si María no se hubiera hecho esclava, no sería ahora Reina y Señora y Madre del mIsmo Dios.
No sólo, pues, la soberbia y vanidad es algo irracional., porque carece de todo fundamento…, sino desde el punto de vista de un santo egoísmo, es completamente inútil e infructuosa. -Nada consigue el soberbio…, todo lo alcanza el humilde. -¿Comprendes cómo hasta por conveniencia propia, «debiéramos trabajar por adquirir esta mágica virtud… y desterrar todo asomo de la asquerosa soberbia? -¡Con cuánta razón San Bernardo llamó al Magníficat el «éxtasis de la humildad» de María!…, pues de esa virtud, hizo brotar todas sus grandezas y maravillas.
Mira, por fin, que estas palabras encierran una profecía…; dice que «la llamarán bienaventurada»… Habla de un futuro que debía desconocer, y, no obstante, con toda seguridad afirma que así será. -¡Qué dulcísimo es, para nosotros, ver el exacto cumplimiento de estas palabras! -Refine los títulos de María…, los santuarios y templos de María… ¿Conoces alguna Iglesia que no tenga uno o. vanos altares de María?… ¿Hay población, grande o pequeña, que no posea su Virgen y la celebre su fiesta con alegría y esplendor? -Repara en el mes de Mayo…, piensa en el día de la Inmaculada recuerda las fiestas principales de la Virgen y verás al pueblo cristiano correr a las plantas de María. -Sube al Cielo y mira a todos los santos reconociendo su santidad por María…, y a todos los ángeles, que juntamente con los hombres, no cesan de llamar bienaventurada a María… ¡Qué espléndida confirmación la de esta profecía!…
Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965