El P. Cano, me ha pedido que publique en Contracorriente un artículo publicado en la revista Ave María.
***********
LA HERENCIA DE MI HIJA MARIA LOURDES:
SU ALEGRÍA.
María Lourdes siempre estaba alegre. Sonreía y reía cuando su padre o sus hermanos o yo misma le hacíamos cosquillas o la cogíamos en alto y le decíamos cosas. Sólo lloraba cuando le hacían sufrir por causa de su enfermedad: cuando le hacían análisis, al ponerle la sonda nasal, etc. Y en su enfermedad sufrió bastante. Y este pensamiento me ayuda a sobrellevar los momentos de desánimo y que todo lo que viene de Dios debe darme alegría. A mis hijos les digo siempre que la señal que les hará ver si algo que hacen está bien o no es la alegría que les haya producido. Porque la alegría viene de Dios y el demonio sólo puede darnos tristeza.
Evidentemente tenemos la alegría de saber que María Lourdes está en el Cielo. Lo más importante para unos padres es que sus hijos vayan todos al Cielo y María Lourdes ha sido la primera. Les digo a mis hijos que pidan la ayuda de su hermana pues, ¿quién más cerca de ellos tienen en el Cielo? y seguro que les ayudará en sus necesidades espirituales y materiales.
Recuerdo que estaban mis hijos Antonio con 4 años y Santiago con 2 en el balcón mientras yo arreglaba mi habitación; tenían la foto de María Lourdes en las manos y le daban besitos y Antonio le dijo a Santiago: “Esta es la de mentira, la María Lourdes de verdad está en el cielo, al lado de Jesús”. ¡Qué bien entienden los niños estas cosas! ¿Verdad?
Recuerdo un día en que, al ver la dependienta de una tienda que llevaba a mi niña en brazos con la sonda puesta en la nariz, me preguntó qué le pasaba. Yo le expliqué que la niña tenía síndrome de Down y una cardiopatía de la que pronto iba a ser operada, y que para ganar peso era necesario alimentarla por sonda. Sorprendida me dijo que no entendía cómo podía estar tan tranquila y alegre teniendo a la niña así. Le dije que la niña no se merecía tener a su madre todo el día triste y que si eso era lo que Dios quería, bien estaba.
LA ACEPTACIÓN DE LA VOLUNTAD DE DIOS
María Lourdes nos ayudó a aceptar todas las cosas que nos sucedieron, las buenas, las no tan buenas y las malas, humanamente hablando, como venidas de la mano de Dios. Veía que todo lo que Dios me enviaba era para mi bien, aunque en ese momento no lo entendiera, pues Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros. A lo largo de su corta vida y enfermedad, María Lourdes nos ayudó a decir “si Dios lo quiere así, bendito sea Dios”.
LA PRESENCIA DE DIOS EN NUESTRA VIDA
Como ya saben las de mi reunión de grupo, a mí me cuesta mucho leer, y si no me lee mi marido, que me encanta escucharlo, no leo. Durante las largas horas que pasé con mi niña en el hospital, me leí un libro tras de otro, y como que María Lourdes dormía mucho a causa de la medicación, las horas no pasaban muy deprisa que digamos, sino al contrario, y después de leer, de rezar el rosario, etc. tenía muchos ratos de silencio, y aprendí en estos momentos a tener conversaciones con Dios y decirle que le amo y contarle cómo me encontraba. En casa era y es todo lo contrario del hospital, pues desde que te levantas hasta que te acuestas no paras ni un minuto, con el cuidado de la casa y de los hijos, el colegio, la compra, etc. Aunque sola en casa no estoy, pues después de María Lourdes Dios me regaló a Núria y a Rafael María, doy gracias a Dios por los pequeños momentos de silencio en que me acuerdo de Él y estoy en Su presencia.
LA PACIENCIA
Aunque mi niña no fue nada llorona, le costaba mucho dormir, y mi hijo Jesús, que no tiene ninguna paciencia con sus hermanos, la cogía suavemente y la hacía dormir con mucha delicadeza. Esto a él le hizo mucho bien y a mí, en los momentos en que pierdo esa paciencia con los hijos, me acuerdo de esto, y me ayuda a tener este amor y cariño a los hijos, y paciencia con ellos por amor a Dios.
LA CARIDAD
La enfermedad y muerte de mi hija me hizo sentir la caridad y el afecto de todos, respecto a mi familia. Primero la caridad lógica de mis familiares que estuvieron cerca en todo momento, luego la de los hermanos y hermanas de la Unión Seglar y la de otros amigos y vecinos que nos llenaron de atenciones y delicadezas. Desde la fe quisiera poder agradecérselo a todos y a cada uno sin olvidarme de nadie ni de los detalles de amor y caridad que me demostraron. Como amor con amor se paga, sólo de esta manera, ejerciendo la caridad, podré pagarles -podré pagaros- todo el bien que nos hicisteis.
Y POR ÚLTIMO, LA PAZ EN EL ALMA
Los primeros días después de la muerte de mi hija el dolor por su pérdida era casi insoportable. Parecía que el corazón se me hubiera partido en dos. Mi corazón le dijo al Señor “Tú me la diste, tú me la quitaste, bendito seas”. La reacción que mi marido y yo tuvimos en esos momentos no se explica si no es desde la fe, sólo la fe te puede hacer soportar ese desgarro del corazón y aunque el alma ya había aceptado la voluntad de Dios, el cuerpo se resistía a la separación y era como una lucha constante entre el alma y el cuerpo. Pero casi en seguida empezamos a notar los efectos de las oraciones de tantas personas que en esos tristes días rezasteis por nosotros, y os lo quiero, otra vez, agradecer. Aunque yo ya había aceptado la voluntad del Señor, le pedí a mi hija que me ayudara a aceptarla con paz. Y esa paz me vino lenta y suavemente con el paso del tiempo y la intercesión de mi niña.
Y para terminar os quiero contar una anécdota que me sucedió en casa y el fruto espiritual que quisiera sacar de ella. Estaba jugando con mi hija Núria a pasarnos la pelota. Se la tiré y no llegó a cogerla, y dijo: “Casiiii”. Espero que cuando Dios me llame a su presencia no me diga: “Casiiii”, sino: “Lo has conseguido”.
María Lourdes Vila Morera