Hace años me mandaron que confeccionara unas lecciones de moral católica para jóvenes. Puse sobre mi mesa los libros que estudié de joven sobre la materia y copié párrafos completos. Por aquellos tiempos, era frecuente ver pintadas de este tono. “La propiedad privada es un robo”. Escritas por jóvenes, manipulados por el capitalismo salvaje más satánico que ha existido: el comunismo. Sólo un empresario, el Estado. Y todos los ciudadanos a su servicio.
Me dicen que, algunos, empresarios se quejan de que sacerdotes y obispos desbarran cuando hablan de capitalismo. No se si desbarran o no. A mis alumnos les decía que no es los mismo propiedad privada que capitalismo; por aquellos días, no se hablaba de capitalismo salvaje. Los últimos Papas sí que han condenado al “capitalismo salvaje”, que nadie puede negar su existencia en nuestros días. Niños y jóvenes que viven en regímenes de semiesclavitud para marcas de reconocida fama mundial y otras injusticias que diremos.
El primer punto sobre la propiedad privada, lo resumía en media página, tal y como sigue:
“El primer derecho que tiene la persona es el respeto a su vida ya su cuerpo. En esta lección vamos a estudiar el derecho a la propiedad privada que regula, el séptimo Mandamiento de la Ley de Dios (no hurtarás) y el décimo (no codiciarás los bienes ajenos).
La persona humana tiene derecho a disponer de bienes propios. Es el derecho a la propiedad privada, derivado del derecho natural y protegido por las leyes divinas y humanas en todas las naciones civilizadas y libres.
La propiedad privada asegura la autonomía personal y familiar, y debe ser considerada como prolongación de la libertad humana y de las libertades civiles.
El hombre tiene derecho a vivir y la obligación de conservar su vida; y por tanto tiene derecho a poseer lo que necesita para ejercer ese derecho y cumplir con esa obligación.
También tiene derecho el hombre a perfeccionarse, tal y como Cristo Nuestro Señor exige y, por lo mismo, tiene derecho a tener las cosas, sin las cuales no podría perfeccionarse.
Sin el derecho de propiedad privada, los padres no podrían cumplir con el importantísimo deber social de mantener y educar, como es debido, a sus hijos.
El dominio que tiene el hombre sobre sus bienes (propiedad privada) no es tan absoluto y omnímodo que no encuentre ninguna limitación natural o positiva. Nadie puede malgastar sus bienes, ni retenerlos, cuando el prójimo se halle en extrema o casi extrema necesidad o cuando sean necesarios al bien común.
Debemos usar los bienes, teniendo presente que nos son fines en sí mismos, sino sólo medios para alcanzar nuestro fin sobrenatural y eterno.”
En el segundo punto explicaba los modos lícitos de adquirir y aumentar la propiedad privada. Un modo de aumentar la propiedad privada es la accesión. La producción o incremento de una cosa que ya se posee (el cultivo de un campo, beneficios de la empresa, etc.). Las empresas tienen que tener un capital reservado para renovar la maquinaria, invertir, etc. pero, sobre todo, pagar a sus obreros un sueldo justo y hacerles participar de los beneficios de la empresa, en los que ellos han colaborado con su trabajo.
Recordemos lo que dijo San Juan Pablo II: “Todo bien particular tiene una hipoteca social”. Es decir, que el derecho de propiedad no es un derecho absoluto. Tiene sus límites natural y positivo. Nadie puede malgastar sus bienes, ni retenerlos cuando el prójimo se halla en extrema necesidad, o casi extrema necesidad, o cuando son necesarios para el bien común. Branco Milanovic, economista del Banco mundial, publicó un estudio reciente donde dice que entre 1988 y 2008 los ingresos del 1% de los más ricos del mundo habían aumentado el 60% mientras que los ingresos del 5% más pobre del mundo no habían aumentado nada . el 49% de los adolescentes del Perú, trabaja un promedio de siete horas diarias por un sol (unos 35 céntimos de euro) a la hora. Y nuestros amigos misioneros de África, nos dicen que en este continente mueren cada año, por desnutrición, tres millones de personas.
En muchas partes del mundo, está instalada la industria más satánica del capitalismo salvaje: el negocio infernal del aborto. La “trata de mujeres” es la nueva esclavitud del capitalismo salvaje. La usura, admitida e impuesta por el capitalismo salvaje, destruye las pequeñas empresas y empobrece a los pueblos. Los que leéis estás líneas podéis añadir más ejemplos de este capitalismo salvaje, salido del infierno. La propiedad privada es un derecho natural, el capitalismo salvaje es una invención infernal.
Manuel Martínez Cano mCR