Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: febrero 2015

Manipulación y verdad

11 miércoles Feb 2015

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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canoTodas las herejías son mentiras, inspiradas por el demonio a los soberbios de corazón corrompido. La gran herejía de nuestros tiempos es “la soberanía del pueblo”. Sólo hay un soberano: Cristo, Rey del Cielo y de la Tierra. “Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la Tierra. Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”. La democracia moderna, niega el Reinado Social de Jesucristo que es doctrina del Magisterio de la Iglesia. Ante Cristo, debe doblarse toda rodilla en el Cielo y en la tierra. “Incurriría en grave error el que negase a la humanidad de Cristo el poder real sobre todas y cada una de las realidades sociales y políticas del hombre” (Quas Primas, 8). Un militante del Office Internacional de París, daba una conferencia sobre el tema que nos ocupa. Fue interpelado por un enemigo de la Iglesia, que le dijo: “Pretendéis una utopía. ¿Cuándo ha reinado Jesucristo en la sociedad civil?” Respuesta del gran intelectual francés: “Cristo reinó en la sociedad civil en la España Imperial” ¡Viva España Católica!

manipulacionCristo es la Verdad:» Yo soy el camino, la Verdad y la vida” (Jn 14,6). Y a todos nosotros nos dice: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,32). Sí, “Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). Debemos combatir los nobles combates de la fe para vivir nosotros en la Verdad y difundir por todo el  mundo la verdad. San Agustín nos dice. “Si me preguntáis cuál es el camino que conduce al conocimiento de la verdad, qué cosa es esencial de la religión de Jesucristo, te responderé: Lo primero es la humildad, lo segundo es la humildad y lo tercero es la humildad, y cada vez que me hagáis la misma pregunta, os daré la misma respuesta”. Santa Teresa de Jesús lo decía así: “humildad es andar en verdad”. Y su hija, beata Isabel de la Trinidad exclamaba. “Jesús me ama, Jesús me basta. Esta es la Verdad. Todo lo demás no me interesa… ¡Es tan bella la verdad, la verdad del amor! ¡Me amó y se entregó por mí!”

André Mourois decía que “el signo de nuestro tiempo es la vuelta de Satanás”. Y así es, aunque el diablo nunca ha cesado de tentar a los hombres y las mujeres, San Juan Pablo II nos advierte que: “el demonio está vivo y trabaja en el mundo. De su obra depende el mal y los desórdenes presentes en el hombre y en la sociedad”. El Santo Padre Francisco está diciendo lo mismo. Sí, el humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia y se ha apoderado de los Estados modernos que difunde continuamente calumnias y mentiras por todos sus medios disponibles que  son, prácticamente, todos los medios informativos: “Un Estado Moderno que posea el control de los medios de información y de propaganda, puede manipular los espíritus, deformar las conciencias y falsifican los criterios” (Eduardo Coloma).

Muchas familias católicas se están deshaciendo y pudriendo por los medios de comunicación que tienen en sus casas. Porque “los medios de comunicación social ponen sutilmente en peligro la libertad y la capacidad de juzgar con objetividad” (San Juan Pablo II). “Los comportamientos humanos ya no están de acuerdo con los criterios del Evangelio. En muchas familias el bien de la fe cristiana no es transmitido a las nuevas generaciones. Ojalá que el lema “Venga a nosotros tu Reino” sea el impulso para una nueva evangelización” (San Juan Pablo II).

Siempre misioneros de la Verdad, con la Virgen María a nuestro lado.

Manuel Martínez Cano, mCR

Página para meditar 125

11 miércoles Feb 2015

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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P.albacenaAborrecemos lo ordinario, lo de todos los días, lo que nos resulta monótono por su repetición constante. Y, sin embargo, es en lo de todos los días en lo que tenemos que irnos educando para adquirir las virtudes, desarraigar los vicios y dar gloria a Dios.

Cada año tendríamos que desarraigar un vicio como nos recomienda Kempis, y en muy poco tiempo seríamos perfectos. La labor de autoeducación es la que más nos urge a todos. Al irnos haciendo mayores, al ser ya mayores, se olvida este aspecto, y nos acostumbramos a que los demás como solemos decir, “nos acepten como somos”. Y no tendríamos que ser así, sino que la autoeducación sobrenatural que nos da la Iglesia, tiene que ir formando en nosotros, hombres y mujeres, no abandonados, sino en camino de avance. Como le gusta a D. Luis Madrid Corcuera, “estemos en marcha”.

Para avanzar como nos enseña S. Ignacio, hemos de ordenar nuestros afectos desordenados, nuestras operaciones desordenadas. Cuando S. Agustín explica que la virtud consiste en el “orden del amor”, nos enseña lo mismo que S. Ignacio y lo mismo que siglos antes en el Libro del Cantar de los Cantares, decía al Espíritu Santo, en boca de la Esposa: “El Esposo ha ordenado en mi la caridad”. Amar y saber amar es el secreto de la perfección de la santidad. Con la ayuda de nuestro Señor tenemos que enseñar a nuestro corazón a amar y a saber amar.Estampa Virgen de Lourdes

Debemos, por encima de toda otra consideración, amar a Dios. Nos lo manda en su santa Ley: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, alma y fuerza”. Y para enseñar a amar a nuestro corazón, le tenemos que enseñar a conocer los objetos amados, los objetos dignos de ser amados. De ahí la meditación, el trato con Dios, la Sagrada Comunión que nos va descubriendo poco a poco el conocimiento interno de Dios. Y como sabemos por el Principio y Fundamento y por la Contemplación para alcanzar a amor, el corazón va aprendiendo también a amar al hombre y todas las demás cosas con respecto a Dios. Así se ordena el amor al prójimo, el amor al mundo, obra de Dios, el amor a la obra sobrenatural de Dios, que es la nueva creación, el amor a los misterios revelados, el amor a la Iglesia. Y como consecuencia de todo el amor a la virtud, a la ley, a las costumbres cristianas, a la familia, a la patria, a todo lo santo y bueno que Dios ama.

Por eso, porque para amar más y más hay que conocer más y más con el conocimiento sabroso del trato interno, hay que ordenar la inteligencia y el corazón para que sepamos educarnos en el orden del amor y en el caso aparente de lucha de bienes o deberes, de conflictos de actitudes y de tiempos, sepamos dar la preferencia al orden del amor que nos enseña a conocer y amar a Dios cada día más.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 125, enero de 1989

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Niñas y niños,
 venid con nosotros
a las Colonias del Padre Alba.
Sana diversión, santa formación.
Del 2 al 12 de julio de 2015.

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Chicas y chicos,
venid con nosotros
a los Campamentos del Padre Alba.
Sana diversión y santa formación.
Del 27 de julio al 10 de agosto de 2015.

La esperanza del evangelio

11 miércoles Feb 2015

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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guerra camposBeatos Cruz Laplana y Fernando Español testigos de la esperanza
 Reverendos sacerdotes, amadísimos hermanos: ahora que está más cerca la glorificación de nuestros hermanos, los siervos de Dios Don Cruz Laplana y Don Fernando Español, ha parecido oportuno que nos reuniésemos aquí para dar gracias al Señor y para suplicarle que el resplandor de los mártires nos ilumine a nosotros y nos ayude a reavivar nuestra fidelidad a Cristo y nuestra valentía apostólica. Y nos reunimos hoy, porque tal día como éste hace 70 años (el 8 de abril de 1922), entraba como obispo en esta ciudad y en esta Iglesia Catedral, Don Cruz Laplana. Y las crónicas del tiempo nos permiten asomarnos a una gran explosión de entusiasmo, a una travesía triunfal desde la estación de ferrocarril hasta esta santa Iglesia.

En uno de los días siguientes, un periódico de Cuenca, más bien hostil, insertaba unas observaciones versificadas, en las que recordaba al Obispo que no olvidase que después del Domingo de Ramos viene el viernes de Pasión. No parece que lo olvidase el Obispo. No lo olvidamos nadie: es la triste y universal condición humana. Pero así como los que esperaban un reino superficial, el reino de Israel (en el que soñaban los mismos discípulos de Jesús), pudieron sentirse frustrados o conturbados por este cambio súbito e increíble de escenario (desde los aplausos multitudinarios hasta la soledad, el abandono, la indiferencia, la cobardía y el odio sarcástico), nosotros, queridos hermanos, gracias al Señor, no podemos sucumbir.

Don Cruz, como sabéis, estuvo unos días recluido, prisionero, en el edificio del Seminario. Y durante algunos días (unos pocos al menos), los miembros de la Guardia Civil de la provincia concentrados en la capital coincidieron con él y con otros sacerdotes que ahí estaban, ofreciéndole insistentemente (con autorización más o menos tácita y disimulada del Gobernador civil y de otras autoridades civiles del momento), que se retirase protegido por ellos a Teruel, pues desde allí podía ir con toda facilidad a Zaragoza. Él había venido a Cuenca desde allí, donde había sido profesor del Seminario y párroco de la Iglesia de San Gil, y donde tenía todo un ambiente de amigos y conocidos: una atmósfera acogedora, un lugar pacífico para la vida cristiana. Sin embargo, no quiso: «Es mi deber quedarme».
Y al final dirá, porque no sólo presentía, sino que conocía y casi palpaba lo que le esperaba: «Me muero a gusto».

Y esta misma disponibilidad y esta voluntariedad, que es realmente sublime más fácil resulta decirla que practicarla la vivió igualmente su acompañante Don Fernando. También a él, como sabéis, cuando fueron en busca de Don Cruz para llevarlo de noche a la muerte, le dijeron que se quedase, pero se empeñó en acompañar a su Obispo. Le dijeron: «Le va a pesar, le vamos a matar». Y él contestó: «Pues me matáis». Misterio de entrega generosa, por la cual brilla más aún el momento del martirio: ese misterio dramático, trágico, pero al mismo tiempo sublime, de la conjunción, de la simultaneidad del odio en su forma más terrible y del amor en su forma más sublime.cruz laplana

Porque el mártir es aquel que muere porque alguien odia su fe, su causa, su Iglesia, no porque le odien a él, sino lo que él representa y lo que es razón de su vida. Y el mártir es aquel que corresponde a este odio homicida con la sublime, la más alta manifestación del amor, que es tener por amigos a los que le matan y amarles, perdonándoles como Cristo Jesús en el Calvario. En nuestro caso, como en tantos otros, el odio a la fe no significa que la Iglesia piense en la responsabilidad de todos y cada uno de los ejecutores. Alguien podrá decir y muchos se complacen en decirlo que, aunque obcecados, lo hacían por motivaciones que no iban contra la religión, sino porque veían en la Iglesia (o les habían hecho ver), una enemiga del pueblo, una fautora de los poderosos comprometida con la opresión.
Como acabamos de oír en el Evangelio de hoy, alguno podría incluso pensar que, dando muerte a los creyentes, estaban haciendo un obsequio a Dios. Pero esto no tiene interés ninguno: lo que importa es que eran, consciente o inconscientemente, instrumentos del odio de otros que sabían muy bien lo que hacían y que odiaban a la Iglesia no por unos fallos u otros, no por comportamientos personales que casi nunca se dan en el caso del martirio, sino como tal institución religiosa que predica la vinculación del hombre a Dios y que es incompatible, según ellos, con un proyecto de mundo feliz, autónomo, totalmente emancipado y autosuficiente.

Y son estos propagandistas del odio los que, a sabiendas, envenenan el ambiente y la cabeza de muchos (más o menos ingenuos) con toda clase de falsedades propaladas con una intención tácita (sabiendo, además, que son falsas): movilizar precisamente el odio homicida.

Durante los primeros siglos, la Iglesia tuvo una inmensa constelación de mártires. Y es curioso recordar que todos los responsables de la época, las autoridades y la gente ilustrada, sabían que eran íntegramente inocentes, pero pensaban que, aunque fueran personalmente inocentes, lo que representaban, la fe cristiana, los criterios de vida moral cristiana, la concepción de la vida de los cristianos, era incompatible con la salud del Imperio Romano.

Y, para favorecer la defensa de esta persecución, durante muchísimos decenios, unos y otros se dedicaron a propalar toda clase de calumnias: que si eran ateos los cristianos porque sólo aceptaban a un Dios y no a los demás dioses; que si eran caníbales porque interpretaban lo que habían oído de la Eucaristía como una comida de carne humana; que si eran incestuosos porque sus reuniones litúrgicas nocturnas se presentaban como orgiásticas…

Sin duda, más de uno en el pueblo se creyó estas calumnias, pero los responsables de las mismas no se las creían. Por tanto, había odio a la fe, odio al mensaje de Cristo, odio a la Iglesia portadora de este mensaje. Y así, igualmente en nuestro caso, los que llevaron a la muerte a nuestro hermano Don Cruz y a nuestro hermano Don Fernando, lo que pretendían era desarraigar la Iglesia como institución, porque era el signo del oscurantismo, era el obstáculo para introducir una nueva era revolucionaria, un mundo feliz fundado en la independencia absoluta, que expresaban con un dicho muy manido en España y en Europa, y que aún no hace mucho tiempo hemos vuelto a ver escrito en las paredes de Cuenca: «Ni Dios ni amo».
Frente a la tenebrosidad, llena de equívocos (y quizá en algún caso concreto, personalísimo, de una posible «misteriosa» buena fe), ahora refulge el misterio de la confesión de la fe (no agresiva, sino evangelizadora, con amor a los verdugos), y el misterio del perdón, evocando el perdón de Cristo en la Cruz. Por eso, mis hermanos, estamos aquí para dar gracias a Dios y para pedirle que, por medio de la que esperamos próxima glorificación de estos hermanos nuestros, nos convirtamos todos en instrumentos más idóneos para la obra de la evangelización, que tanto urge ahora en la Iglesia. Porque estos hermanos mártires son la realización más perfecta del Evangelio.

Todas las demás empresas de la Iglesia, sean cuales sean, palidecen al lado de la pureza misteriosa, pero casi tangible, de esta entrega total de uno mismo en conformidad con la Voluntad del Padre. Por eso, más de una vez, oralmente y por escrito, me he atrevido a reiterar que los mártires son el caudal más precioso del que dispone la Iglesia de España en todo el siglo XX y en muchos siglos, y que ninguna otra empresa se le puede comparar. En los mártires brilla, como en ningún otro lugar, la supremacía del poder de Dios: brilla precisamente en el abismo de nuestra pequeñez, de nuestra debilidad, de nuestro desvalimiento, de nuestra impotencia.

En los mártires se alimenta una esperanza alentadora y estimulante, porque con su muerte dan testimonio de algo que vale más que la vida que parecen perder, y vale más que la vida porque es más vida: la vida oculta en Dios de Cristo Resucitado. Y sobre todo, porque los mártires no son mártires de una idea: son testigos de la presencia viviente en ellos de Cristo Jesús, el Protomártir: aquel Cristo Jesús que salió al paso de Saulo (quien perseguía en Palestina, Siria y Damasco a los cristianos de la primera generación y que jamás pensó que estaba persiguiendo a Cristo, al que daba por muerto) para recordarle: Saulo, me persigues a mí; «Yo soy Jesús a quien tú persigues»; «el que a vosotros persigue a mí me persigue”.
Y este mismo Jesucristo que se hace uno con los perseguidos, con los mártires (como si se prolongase en el tiempo su martirio supremo, el martirio creador y redentor de la cruz) es el que en los mismos mártires, uno a uno, habla diciendo ese increíble «Padre, perdónalos», que es el gran ejemplo sublime de nuestros mártires.

Alguna vez, voces atrevidas, incluso eclesiásticas, han osado insinuar que la Iglesia de aquel tiempo, la Iglesia de Don Cruz, era más de Cristo Rey, triunfante, avasallador, que no del Cristo manso de la Cruz. ¡Qué error! Todos los millares de mártires, sin excepción, pensaron inmediatamente (porque les salía de su propia vida interior cristiana), en el Cristo manso de la Cruz que dijo: «Perdónales, Padre». Y dijeron lo mismo: ¡Cristo lo dijo en ellos! ¡Demos gracias a Dios! Pidamos al Señor que esta lección se haga cada vez más viva y universal en medio de nosotros.

Vamos a dar gracias a Dios incorporando este recuerdo de los mártires al Martirio, a la Pasión, a la Muerte y a la Resurrección de Cristo el Señor en la santa Eucaristía. Y vamos a dar gracias a Dios también cantando después (mientras nos dirigimos a la tumba de Don Cruz Laplana), el himno clásico de acción de gracias y de alabanza en la Iglesia, el Te Deum. En este canto hay un versículo en el que también los mártires se unen al coro multiforme de los que alaban al Señor: «A Ti, Señor, te alaba el ejército, la muchedumbre de los mártires» (Te martyrum candidatus laudat exercitus). Y a esta muchedumbre, a este ejército, este himno lo califica como «candidato» (candidatus), que significa literalmente «vestido de blanco».

Habéis oído la lectura del Apocalipsis. El Apocalipsis nos presenta a los mártires de las primeras persecuciones, en el siglo I, situados muy cerca de Dios en el Paraíso, más cerca que nadie, debajo del mismo Altar que es Dios, que es Cristo Cordero. Y nos los presenta como inquietos, impacientes: «Señor: ¿cómo es posible que, después de habernos sacrificado a nosotros, mirando a la tierra podamos ver que aún sigue el martirio, la persecución? ¿Por qué no le das la victoria definitiva a la Iglesia? ¿Por qué no le devuelves la paz satisfactoria?» Y de un modo emocionante, el autor del Apocalipsis pone en boca del Señor una respuesta admirable: «Estad tranquilos, no os impacientéis, porque seguirá todavía por mucho tiempo la persecución y caerán todavía muchos otros. Es decir, aceptad mi Reino por la vía de la cruz, pero, mientras tanto añade os voy a vestir con las túnicas blancas de los vencedores, un ejército «candidato», blanqueado, porque la roja sangre del martirio blanquea, y éste es el color del triunfo»7.

 Lo que le pedimos esta tarde al Señor es que esas túnicas blancas de vencedores, que Él ha puesto a los hermanos mártires desde el momento mismo de su martirio, se las ponga también ahora a la Iglesia de modo visible, social, de suerte que actúen como un signo alentador en medio de nuestra peregrinación. Que este ejército de mártires blancos, vestidos de blanco, y a la cabeza nuestro hermano Don Cruz Laplana, nuestro hermano Don Fernando Español, nos guíen a todos, mis queridos hermanos sacerdotes, religiosos y fieles seglares de Cuenca, para que, como anuncié al principio, se reavive, echando raíces cada vez más hondas, nuestra gozosa fidelidad a Cristo Jesús y nuestra valentía apostólica para llenar el mundo con la Buena Noticia, haciéndole descubrir la alegría en lo que parece fuente de dolor y de tristeza: en el resplandor triunfante de la Cruz.

Que así sea.

José Guerra Campos

La libertad y el liberalismo: Libertas praestantissimum 12

08 domingo Feb 2015

Posted by manuelmartinezcano in Magisterio

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papa_leon_xiiiPapa León XIII

Libertad de conciencia

  1. Mucho se habla también de la Ilamada libertad de conciencia. Si esta libertad se entiende en el sentido de que es lícito a cada uno, según le plazca, dar o no dar culto a Dios, queda suficientemente refutada con los argumentos expuestos anteriormente. Pero puede entenderse también en el sentido de que el hombre en el Estado tiene el derecho de seguir, según su conciencia, la voluntad de Dios y de cumplir sus mandamientos sin impedimento alguno. Sigue leyendo →

Hijos de san José

04 miércoles Feb 2015

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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¿Qué son los Hijos de San José?

Los Hijos de San José son una sección dentro de la Asociación Benéfica Jóvenes de San José, que tienen las siguientes funciones:

1º Orar y sacrificarse por los apostolados de los Jóvenes de San José.

2º Trabajar por la extensión de la devoción de San José en el mundo.

3º En la medida de lo posible, ayudar en las diferentes actividades de apostolado y evangelización de los Jóvenes de San José.

4º Orar por el Santo Padre y por la Iglesia Católica.san jose

¿Cuáles son las obligaciones de los Hijos de San José?

Los Hijos de San José deben sentir su vocación a esta sección y deben sentir la intensidad con que el Señor les llama para entregarse en la medida que el Señor les dé a entender.

El mínimo que se requiere para ser Hijo de San José: es orar y ofrecer sacrificios por la labor apostólica y de Evangelización de los Jóvenes de San José y rezar por la extensión en el mundo de la devoción a San José.

Los Hijos de San José reciben una carta mensual con las intenciones del grupo para ese mes y se les informa de las diferentes actividades apostólicas para que recen por ellas y para que, en la medida de sus posibilidades, participen.

La labor de caridad que desarrollamos en las calles necesita de almas entregadas que ofrezcan oraciones y sacrificios.

¿Cómo puedo hacerme Hijo de San José?

Los Hijos de San José realizan un acto de consagración a San José que les constituye como miembros activos de esta sección. Si quiere hacerse Hijo de San José póngase en contacto con nosotros a través de uno de estos tres medios:

Teléfono: 649.873.833

Correo electrónico: info@jovenesdesanjose.org

Página web: www.jovenesdesanjose.org

Enviando una carta a la siguiente dirección postal:

Jóvenes de San José
Calle Gavà, 83, pral. 3ª
08014 Barcelona
BARCELONA

¿Es necesario realizar algún tipo de aportación económica?

Los Hijos de San José únicamente se comprometen a colaborar con sus oraciones y sacrificios, y en la medida de sus posibilidades, con su tiempo, pero no adquieren ningún tipo de compromiso económico, nuestra misión es el rezar y sacrificarnos por la Santa Iglesia de Dios, por el Santo Padre, por los Jóvenes de San José. Los donativos son necesarios para la labor que realizamos, pero debemos seguir esta máxima del Señor: Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura.

Los sacerdotes, Hijos predilectos de San José

san-josé-de-la-montañaLos sacerdotes son los Hijos predilectos de San José es para nosotros un gran gozo poder recibir en el seno de los Hijos de San José a sacerdotes que quieran rezar y sacrificarse por las intenciones del grupo. Que quieran ser miembros sufrientes y orantes por las intenciones de Evangelización y apostolado de los Jóvenes de San José. Los Sacerdotes, que son puente entre Dios y los hombres, han de tomar como modelo a San José que trató con suma humildad y cuidado a Jesús. Ellos deben tomarlo como modelo en la celebración de la Santa Misa.

Oración a San José

¡Oh José! que los coros celestiales celebren tus grandezas que los cantos de todos los cristianos hagan resonar sus alabanzas. Glorioso ya por tus méritos, te uniste por una casta alianza a la Augusta Virgen.

Cuando, dominado por la duda y la ansiedad, te asombras del estado en que se halla tu esposa un Ángel viene a decirte que el Hijo que Ella ha concebido es del Espíritu Santo.

El Señor ha nacido, y le estrechas en tus brazos; partes con El hacia las lejanas playas de Egipto; después de haberle perdido en Jerusalén, le encuentras de nuevo; así tus gozos van mezclados con lágrimas.

Otros son glorificados después de una santa muerte, y los que han merecido la palma son recibidos en el seno de la gloria; pero tú, por un admirable destino, semejante a los Santos, y aún más dichoso, disfrutas ya en esta vida de la presencia de Dios.

¡Oh Trinidad Soberana! oye nuestras preces, concédenos el perdón; que lo méritos de José nos ayuden a subir al cielo, para que nos sea dado cantar para siempre el cántico de acción de gracias y de felicidad.

Amén.

www.jovenesdesanjose.org
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Varios volumenes de apóx. 370 páginas. Precio volumen: 10 €. Pedidos: hnopablolibros@gmail.com

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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