Nuestro compatriota, San Ignacio de Loyola, en su meditación de las dos banderas, nos previene contra las tentaciones del diablo, que primero nos tienta “con codicia de riquezas”, para que más fácilmente caigamos en el “vano honor del mundo” y después en “crecida soberbia”, de manera que “el primer escalón sea de riquezas, el 2º de honor, el 3º de soberbia, y estos tres escalones inducen a todos los vicios”. La bandera de Satanás es vivir en pecado, en los vicios.
La bandera de Cristo es la pobreza espiritual y la pobreza actual y deseos de oprobios y menosprecios porque “de estas dos cosas se sigue la humildad; de manera que sean tres escalones; el primero pobreza contra riqueza, el 2º oprobio o menosprecio contra el honor mundano, el 3º humildad contra la soberbia, y de estos tres escalones subir a la práctica de todas las otras virtudes”. La bandera de Cristo es la santidad, vivir practicando las virtudes cristianas.
San Ignacio nos dice que hagamos un coloquio con la Virgen Santísima y le pidamos que nos alcance gracia de su Hijo y Señor, para que yo sea recibido debajo de su bandera. Pedir lo mismo al Padre. Y lo mismo al Hijo.
En su primera carta San Pedro dice: “El diablo anda en torno nuestro mirando a quien devorar” (5, 8). Y san Pablo nos advierte que “el amor al dinero es la raíz de todos los males”. Pidamos al Señor vivir en pobreza, porque: “para los siervos de Dios, el dinero es eso: un diablo, una serpiente venenosa” (San Francisco de Asís). Nuestra Santa Teresa de Jesús, dice: “La pobreza es un bien que todos los bienes del mundo encierran en si; es un señorío grande… La verdadera pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza tomada por solo Dios, digo; no ha menester contentar a nadie sino a Él”.
El Santo Padre Francisco, nos ha dicho varias veces que el mundo rinde culto al becerro de oro, al dinero. Reflexiones, si malgastamos algunos euros. Lo que para nosotros es poco, es mucho para las misiones.
P. Manuel Martínez Cano, mCR