Voy al hospital. La doctora muy atenta, me cuenta cosas de su familia. Tiene dos hijas pequeñas. Cuando vuelve a casa, cansada y, a veces estresada, al recibir los besos y abrazos de sus hijas, se le pasan todos los males, y su corazón se llena de gozo. Le di dos libritos para sus hijas de Noticias Cristianas y se puso muy contenta. En los pasillos del hospital había muchos carteles de este estilo: “No hay pan para tanto chorizo”. Una empleada nos dijo: En este despacho nunca hay nadie, pero ese don nadie, que no hace nada, tiene un sueldazo.
¡Qué le vamos a hacer! La democracia dicen que es el gobierno del pueblo por el pueblo: tiene un pueblo que vive como reyes, los políticos y sus familiares; otro pueblo que le cuesta llegar a final de mes con su sueldo, los trabajadores; otro pueblo que come la sopa boba, los parados sin nómina; y otro pueblo que vive en la calle de limosnas. Pregunten a los Jóvenes de San José y se quedarán pasmados.
Estaba sentado en un banco de un parque público, junto a una parroquia. Vino un buen hombre y se sentó en el banco y hablamos; al decir una calumnia contra la Iglesia, yo recité: “El número de los necios es infinito” ¿Oiga, no me insulte!, dijo. Contesté: Yo no le he insultado, he dicho unas palabras de la Sagrada Escritura. ¡Ah! bueno, respondió. Y se marchó.
Dos antiguos alumnos se casaron hace catorce años. Tienen doce hijos. Y en el último parto, los médicos decían que era posible que la buena madre muriera. No por el parto en sí mismo. Aparecieron otros problemas. Cuando ella despertó, lo primero que pensó fue que, “como no veía a su difunta madre, ni al padre Alba, ni a su amiga Mercedes, es que no había muerto, ni estaba en el Cielo”.
A los seis meses, de la salida del hospital, con muchas amonestaciones de que no quedara más embarazada, lo está de seis meses. Las primeras palabras que ha dicho son: “Estoy muy contenta, porque Dios sigue confiando en mí”. Todos sabemos que su marido es un gran empresario, en negocios sobrenaturales. En realidad, es un pobre obrero al que no le importa trabajar las horas que se presenten para alimentar a su gran familia. La ideología de género y la antinatalidad, han sido fulminadas por este matrimonio de Dios.
Voy a dar una charla a unos jóvenes de una parroquia del ensanche de Barcelona. El párroco está en la puerta y me dice: “Todavía estoy bajo los efectos de lo que me ha ocurrido hace unas horas. Ha pasado un joven y ha empezado a insultarme, a decir blasfemias, calumniar a la Iglesia. Parecía un demonio. De la acera de enfrente, ha venido otro joven corriendo y le ha dicho al blasfemo: ‘Si te metes con este cura te abro la cabeza. El me da la comida y ropa que necesito’”. Y el sacerdote terminó con estas palabras: “Estas cosas no pasaban con Franco. Vivíamos más tranquilos, en paz”.
Manuel Martínez Cano, mCR