Este artículo fue publicado en la revista Ave María y el P. Cano, me ha pedido que lo publique en Contracorriente.
MI GRAN FAMILIA
Me gustaría explicaros algo de mi gran familia.
Me llamo Anna y tengo 17 años. Soy la quinta de doce hermanos; como decimos nosotros, ”yo soy uno de los doce”. Tener esta familia es primeramente gracias a mis abuelos. Éste es uno de los regalos, junto con el de mis padres, que más agradezco a Dios. Ellos son los que nos han trasmitido la Fe y el amor a Dios y a la Patria.
De mis abuelos paternos he recibido el gran amor a los mártires ya que tengo dos familiares mártires. De parte de mi abuela Teresa, tengo un tío bisabuelo, el P. Anastasio Mª, ya beato, y de parte de mi abuelo Juan, mi bisabuelo Manel, que fue asesinado cuando mi abuelo tenía solo 9 años. Estos dos martirios los hemos vivido muy de cerca al contarnos ellos mismos el horror de la guerra y hemos celebrado cada año el aniversario de su subida directa al cielo. Mi abuela siempre dice que hemos de ser muy buenos para poder estar todos un día reunidos en el cielo, donde mi abuelo ya está con ellos desde hace un año.
Mi abuelo Juan, nos enseñó con su gran ejemplo el amor a la Santa Misa y a la Adoración Nocturna, con el gran número de vigilias al Santísimo que hizo, y también si era necesario iba más de una vez al día a misa para hacer de monaguillo.
De mi abuela paterna he aprendido el cómo ha de ser una buena mujer cristiana y española, y esto también me lo ha enseñado con su sencillez y pureza. Mis abuelos durante el noviazgo nunca se cogieron de la mano, y aunque mi abuelo estaba enfermo del corazón y estaba delicado de salud, mi abuela no se acobardó, ni se lo pensó dos veces, al contrario, lo cuidó con mucho cariño siempre; hasta hace un año han vivido juntos su amor sin pelearse ni una sola vez.
De ellos he recibido dos tíos fantásticos y a mi fabuloso padre, Antonio, que tiene un gran corazón.
De mis abuelos maternos, Lorenzo y Paquita, he aprendido su enorme generosidad, su valentía, la constancia en el trabajo y la entrega desinteresada a los demás. Y no quiero olvidarme de su gran amor a España.
De ellos he recibido una gran familia de la cual les estoy muy agradecida, aunque nunca se lo podré agradecer suficientemente lo que se merecen. De sus diez hijos, dos son sacerdotes, uno de ellos es mi padrino, y sé que siempre reza por mí. Otras dos son religiosas, de las cuales una de ellas es mi madrina y sé que siempre reza por mí y por mi vocación. Los seis restantes están casados y les han dado 49 nietos y 6 biznietos. Cuando nos juntamos todos es una verdadera fiesta y mi abuela disfruta cuando nos ve a todos juntos. Entre esos seis está mi madre, Mª Lourdes, que también es la quinta como yo; siempre esté alegre y tiene una bonita sonrisa en sus labios.
Mis padres se casaron y tuvieron 12 hijos. De su amor recibimos todo lo que somos y lo que tenemos, ellos lo son todo para mi, así que tengo una desproporción entre lo que me han dado mis padres y lo que yo les pueda dar; es una deuda impagable. Siempre están ahí y me ayudan en todo. Nunca se han peleado y si lo han hecho mínimamente ha sido en broma.
Ser tantos hermanos tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas son que siempre están allí cuando los necesitas y te ayudan en lo que pueden, siempre hay alegría en casa y no te sientes nunca sola, no te aburres nunca. Pero también hay peleas y discusiones que son los inconvenientes, pero esto para mí, queda en segundo plano.
Una de las cosas que más me gusta es cuando estamos todos juntos, y como dice mi hermosa madre “fem familia”, y os preguntareis ¿qué es esto de hacer familia? pues nos sentamos todos en el comedor y cada uno cuenta sus cosas, lo que ha vivido durante el día, lo que piensa hacer, nos reímos con las tonterías de mi hermano pequeño, y aunque seamos muchos se nota cuando falta uno de nosotros. Pero lo que prefiero es oír lo que a veces cuentan mis padres de su infancia, y juventud, cómo se conocieron… y aunque lo hayamos oído mil veces no nos cansamos nunca y somos nosotros los que se lo pedimos.
De cada uno de mis hermanos aprendo cada día algo nuevo. Pero una que sí que me enseñó algo realmente importante, aunque lo tuve que descubrir durante tan solo ocho meses, fue mi hermana Mª Lourdes, que está en el cielo y es, su “gran alegría”, a pesar del dolor que tenía.
La recordamos muy a menudo y la vamos a ver al cementerio cuando podemos. Mis padres siempre nos recuerdan algo nuevo de ella.
Lo que es divertido es que como somos tantos, celebramos muchos cumpleaños y santos y aunque la celebración sea una cena sencilla, lo más especial es cantar el cumpleaños feliz y ver la expresión de su cara al regalarles una pequeña sorpresa.
Pero el regalo que más agradezco a Dios es el de mis abuelos y mis padres a los cuales les debo la vida y que después de 25 años de casados, se siguen queriendo como el primer día o, mejor dicho, mucho más que el primer día.
Anna Sellas Vila