Sobre este tema, quiero escribirles, pues, me duele en el alma cuando paseo con mi marido y mis hijos y al cruzarnos con jóvenes y no tan jóvenes, tienes que bajar la vista para no tener que mirar lo que no se puede mirar, aunque a mis hijos les dijo, ”que tienen que ver para no caerse, pero no mirar según qué”, y esto en nuestras calles es un poco difícil, pues la tentación aparece constantemente.
La diseñadora inglesa de moda Mary Quant, que se hizo famosa por la invención de la minifalda y los shorts, dijo, “Me encanta la vulgaridad. El buen gusto es la muerte, la vulgaridad es la vida”, esto pone de manifiesto uno de los más importantes aspectos, aunque rara vez señalado, de la “revolución de la moda” que comenzó en los años sesenta: la vulgaridad…
Desde entonces, las modas han tendido cada vez más hacia la vulgaridad. Es una vulgaridad que pisotea el buen gusto y el decoro, pero que refleja una mentalidad contraria a todo orden y disciplina así como a toda prohibición, ya sea moral, estética o social, y que en última instancia, sugiere una completa “liberación” de las normas de comportamiento.
De alguna manera, al decir que la comodidad debe ser la única regla del vestir, ha terminado por dar una nota informal a las actividades más serias y sagradas. ¿Cómo se puede explicar, por ejemplo, que personas que tienen verdadera fe en la presencia real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, y que hacen sacrificios admirables para frecuentar la adoración, sin embargo, no ven ninguna contradicción en presentarse ante el Señor, vestidos de manera inadecuada. De una manera que nunca usarían ante alguien importante, en cambio, sí ante el Santísimo Sacramento, con pantalones cortos, blusas sin mangas, como si estuvieran en un picnic? Hemos caído verdaderamente en la vulgaridad.
El cuerpo humano tiene su belleza, y esta belleza nos atrae. Debido al desorden que el pecado original introdujo en el hombre, por el trastorno de la concupiscencia, el deleite en la contemplación de la belleza corporal, y en particular del cuerpo femenino, puede llevar a la tentación y al pecado. Eso no quiere decir que algunas partes del cuerpo sean buenas y que se puedan mostrar, y otras sean malas y que deban ser cubiertas. Tal afirmación es absurda y nunca fue parte de la doctrina de la Iglesia. Todas las partes del cuerpo son buenas, pues el cuerpo es bueno en su conjunto, ha sido creado por Dios. Sin embargo, no todas las partes del cuerpo son iguales, y algunas excitan el apetito sexual más que otras. Así, la exposición de esas partes, a través de semidesnudos o vestidos escotados subidos de tono, o que acentúan la anatomía, representa un grave riesgo de causar excitación, especialmente en los hombres en relación con las mujeres. Es un error leer entre líneas con respecto a la modestia como si fuera algo contra la mujer. Tanto los hombres como las mujeres están obligados por la ley de la modestia.
Tenemos que seguir los consejos que nos dan nuestros santos padres sobre este tema. El Papa Benedicto XV escribió en su encíclica Sacra Propediem el 6 de Enero de 1921: “Uno no puede deplorar suficientemente la ceguera de tantas mujeres de todas las edades y estaciones. Volviéndose tontas y ridículas por el deseo de agradar, no ven hasta qué grado la indecencia de sus vestimentas choca a cada uno de los hombres honestos y ofende a Dios. Anteriormente, la mayoría de ellas se hubiesen azorado por dichas ropas por la falta grave en contra de la modestia Cristiana. Ahora no es suficiente exhibirse en público; no les da miedo entrar en los umbrales de las iglesias, asistir al Santo Sacrificio de la Misa y aún portar el alimento seductor de la pasión vergonzosa al Santo Altar, en donde se recibe al Autor de la Pureza.”
Los padres tenemos una gran responsabilidad ante la manera en que visten nuestros hijos, pues no es suyo el dinero gastado en dichas prendas, sino que sale de nuestros bolsillos y damos el consentimiento de dejar que los hijos vistan así en la propia casa, sin poner freno a tales indecencias. Como lo advierte también el Papa Pío XII a los Grupos de Mujeres Católicas Jóvenes de Italia en 1954. “Ahora, muchas niñas no ven nada malo en seguir ciertos estilos desvergonzados como lo hacen muchas ovejas. Seguramente se ruborizarían si tan sólo pudiesen adivinar las impresiones que causan y los sentimientos que evocan en aquellos que las miran. Si cierta clase de vestido constituye una ocasión grave y próxima de pecado y pone en peligro la salvación de su alma y de la de los demás, es su deber dejarlo y no usarlo… ¡Oh madres Cristianas! si vosotras supierais qué futuro de ansiedades y penas, de vergüenza mal guardada preparáis para vuestros hijos e hijas, dejando imprudentemente que ellos se acostumbren a vivir ligeramente vestidos y haciendo que pierdan su sentido de modestia, estaríais avergonzadas de vosotras mismas y temeríais el daño que os hacéis y el daño que estáis causando a estos niños, quienes el Cielo os ha confiado para que los criéis como Cristianos.”
Si usted quiere ser cristiano en realidad y no solo de nombre, si quiere ayudar y no impedir la acción de la gracia para reformar las conciencias, si no quiere sentir mañana el remordimiento y llevar el peso de la culpa, entonces haga el esfuerzo de vestirse con modestia mariana. Pues antes de ponerse un vestido pregúntese ¿María, mi Madre, vestiría así?
María Lourdes Vila Morera.



