1º Recibió o socorrió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia. -Recuerda aquí la Santísima Virgen la gran misericordia efectuada con Israel. -Era un pueblo esclavizado a los Faraones, y el Señor milagrosamente le sacó de aquella esclavitud y le llevó a través del desierto…; allí le alimentó con un maná del Cielo, y, después de sacarle triunfante de sus enemigos, le llevó a la rica tierra de promisión. -En fin, le tomó como Cosa suya…, le hizo su pueblo escogido…, y le cuidó como a un miembro de familia, con cariño y providencia admirables.
Aplica todo esto, punto por punto, a lo que Dios ha hecho contigo y verás en ello una sombra de la realidad. -Te sacó del cautiverio del demonio, infinitamente peor que el de los Faraones…, te protegió y protege sin cesar en el desierto de esta vida…, te alimenta con el verdadero maná divino de su mismo Cuerpo y Sangre… y te conduce de su mano cariñosamente a la tierra prometida, que es el Cielo.
Pero aún más: a Israel le dio título de siervo o doméstico suyo -¡gran favor, por cierto, servir a Dios!-, pero a ti te llama y te da título y honores de hijo…, de hermano de Jesucristo…, de heredero de su trono… ¡Qué realidad tan sublime y magnífica! -No dudes que, aunque María habla sólo de la misericordia de, Dios con Israel, también pensaba en la que haría contigo y también la tenía muy presente.
Lo que no dice la Santísima Virgen es la correspondencia de Israel al Señor…; bien lo sabes: dureza de corazón…, desconfianza de Él en el desierto…, un total olvido de Dios en las delicias de la tierra de promisión, llegando a buscar otros dioses para adorarlos… y, finalmente, rechazando a su Hijo cuando vino a salvarnos y dándole muerte cruelísima de Cruz… Todo eso sacó Dios de su misericordia para con aquel pueblo. -Mas… ¿también en esto será figura tuya? . ¿Tú también habrás imitado a Israel en esta enorme y negra ingratitud?;.. ¿También podrá decir de ti el Señor que de su viña elegida, que era Israel, no sacó más que agrazones silvestres, agrios y amargos?… Por lo menos en algunas ocasiones, reconoce, con humildad y con santa vergüenza que así ha sido…, pero promete firmemente que ya no será más así…
2º Como lo había prometido a Abraham y a sus descendientes, por todos los siglos. -¡Qué bien cumple Dios su palabra! -Así lo prometió a Abraham ya sus hijos los demás grandes Patriarcas del Antiguo Testamento… y como lo prometió, lo cumplió. -No ignoraba Él, lo que aquel pueblo iba a hacer con sus beneficios, y, no obstante…, no se echa para atrás y deshace su promesa. -¡Qué fiel es el Señor!
Pero mira, como dice la Virgen, que esta fidelidad y exactitud de Dios, es por: todos los siglos…, esto es, que como cumplió lo prometido entonces, también lo cumplirá en lo que prometa después.
Y, efectivamente, según San Pablo, esta fidelidad, de Dios se manifiesta en tres cosas: a) en no dejar al demonio que nos tiente más de lo que nosotros. podemos resistir, pues es bien claro que si le deJara, nadie le vencería…, ¡tanta es su astucia!, ¡tanto su poder y sabiduría!;
- b) es fiel en no abandonarnos durante la tentación…; no es como las amistades terrenas, que en las pruebas y dificultades de la vida, en especial en la más terrible, la de la muerte, nos dejan solos y nos abandonan…, no nos sirven para nada. -Mas el Señor no es así: cuando es mayor la tentación y la necesidad, tanto más nos asiste con su ayuda y con su gracia…, de tal modo, que nos da ésta a medida de aquélla, sin que nunca nos falte Él…, a pesar de que tantas veces le dejamos nosotros;
- c) en fin, es fiel en darnos un premio eterno, se hemos sabido, con su gracia, luchar y vencer…; esta fidelidad de Dios, es el fundamento de nuestra esperanza… ¡el Cielo!…, ¡la posesión de Dios!… y esto ciertamente, pues su palabra no faltará…; ¡qué consuelo y alientos nos da en la vida esta mirada a Dios…, al Cielo…, a la corona que nos aguarda!…
Mira qué debes decir al Señor ante este ejemplo suyo de fidelidad que te recuerda la Santísima Virgen. -¡Qué pena qué vergüenza que tú tantas veces hayas sido infiel e inconstante en tus palabras y promesas al Señor! -Si hubieras cumplido sólo la mitad de las cosas que tantas veces le has prometido, ¿cuál sería ya tu santidad para estas fechas? -Pide a María la gracia de la exactitud…, de la fidelidad…, de la formalidad y constancia en el cumplimento de tus palabras.
3º Resumen y conclusión. -¡Qué sublime el canto del Magníficat! -¡Qué hermosísima la oración de María. -¡Cuántas cosas abarca! -¡Él canto de la gratitud de su alma a Dios! -¡Él canto de la Redención, con el que publica» las maravillas y grandezas que en esta obra hizo el brazo poderoso del Señor y su misericordia! -¡Él canto en fin, de la humildad! -Fíjate bien que es en lo que más insiste. -Claramente nos señala el camino que hemos de seguir…, no hay otro… Ni Ella ni Jesús encontraron, ni siguieron tampoco otro… ¡Lánzate generosamente por él!… ¡A imitar a Jesús ya María en su humildad!… Ten, por tanto; una devoción tierna y ferverosa a este sublime cántico y diariamente repítele en la Comunión para dar gracias al Señor…, al mismo tiempo que te examinas de tu fidelidad en la promesa que hoy le haces de seguirle en la humildad.
Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965