Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible e invisible; creo que Dios está en todas partes. En él vivimos, nos movemos y existimos. Vivimos inmersos en las cosas creadas por Dios, indicios de su sabiduría y omnipotencia. Y no sólo indicios de Dios: imágenes y semejanzas de Dios, la mujer y el hombre. La mujer es bellísima, desde su cuna hasta su ancianidad. Es la obra perfecta de Dios en la tierra; siempre y cuando, no se deje engañar por el demonio, como Eva.
El padre Alba decía a los alumnos que las chicas son las reinas del colegio, y ellos los caballeros que les ceden el paso y les demuestran su admiración. Sí, la mujer cristiana es reina. Princesita en su cuna, alegría en su niñez, simpatía en su adolescencia, cariño en el hogar, pura en su juventud, fortaleza del marido, ternura maternal, serenidad en su madurez, venerable en su ancianidad. La mujer está hecha a imagen y semejanza de Dios, como la Virgen Santísima. Por eso, son tan odiadas y perseguidas por el demonio. Sí, le aplastan la cabeza con su pureza, serán la salvación de la familia, de los pueblos y de las naciones. Nuestra Teresita González Quevedo vivía este ideal: “Madre mía, que quien me mire te vea”.
Las religiosas y monjas consagradas a Dios por los votos de pobreza, castidad y obediencia, son auténticas imágenes y semejanzas de Dios. Acabo de dar los Ejercicios de san Ignacio en un palomarcico de la Virgen y una monjita me ha dicho: Padre ya tengo 71 años de carmelita, 91 de vida y muchísimos deseos de irme al Cielo para vivir con Jesús, la Virgen, San José, Dios Padre, el Espíritu Santo… Son pararrayos de la justicia divina en los conventos, madres y hermanas de las misiones, en los hospitales, en los colegios en los barrios marginales del cuarto mundo. ¡Alabado sea Jesucristo! Gritó un hindú que estaba muriéndose. Madre Teresa de Calcuta le estaba cariñosamente limpiando las llagas purulentas y los gusanos. ¡Alabadas sean las Esposas del Señor!
Un profesor de universidad dijo, delante de dos obispos, varios sacerdotes, religiosos y seglares que estaba “alucinando” por las cosas que oía y veía en torno suyo. Yo, más que alucinado, estoy entusiasmado, fascinado de contemplar tanta belleza en la creación. Varios bebés de antiguos alumnos, me “tumban” cuando me miran con sus ojazos de Cielo, me sonríen, me cogen los dedos con sus manitas y quieren, sin poder, hablarme. Son imágenes vivas de Dios, templos de la Santísima Trinidad, hijas e hijos de María Santísima. A una abuela, le he dicho: los ángeles son más hermosos y poderosos que su nieta (de cuatro meses); pero, más bonicos que tu nieta, me parece que no. Lo veremos en el Cielo. Muchas veces he pensado que los niños y niñas asesinados en las entrañas de sus propias madres se convierten en angelitos que alaban eternamente al Señor en el Cielo. Los que sí nacen, son suspiros del amor de Dios que nos envía para que todos: niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos demos gloria a Dios en las alturas y paz a todos los hombres y mujeres de la tierra.
Es evidente que las mujeres están más dotadas para la vida espiritual que los hombres. No sólo porque lo dijo Santa Teresa de Jesús y se lo confirmó San Pedro de Alcántara. Lo estamos viendo. No es raro oír hablar mal de los sacerdotes y de los religiosos en cualquier parte. Sin embargo, de las religiosas no (Aparte están esas fantasmas que dicen ser religiosas y vaya usted a saber lo que son). Las esposas de Cristo son mensajeras de la misericordia divina.
La mujer fuerte y cristiana es ésta:
“La mujer fuerte, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.
En ella confía el corazón de su marido y no tiene nunca falta de nada.
Dale siempre gusto, nunca disgustos, todo el tiempo de su vida.
Ella se procura lana y lino y hace las labores con sus manos.
Es como nave de mercader, que desde lejos se trae su pan.
Todavía de noche se levanta y prepara a su familia la comida y la tarea de sus criadas.
Ve un campo y lo compra, y con el fruto de sus manos planta una viña.
Se ciñe de fortaleza y esfuerza sus brazos.
Ve alegre que su tráfico va bien y ni de noche apaga su lámpara.
Coge la rueca en sus manos y hace bailar el huso.
Tiende su mano al miserable y alarga las manos al menesteroso.
No teme su familia el frío de la nieve, porque todos en su casa tienen vestidos dobles.
Ella se hace tapices, y sus vestidos son de lino y púrpura.
Celebrado es en las puertas su marido cuando se sienta entre los ancianos del lugar.
Hace una hermosa tela y la vende, y vende al mercader un ceñidor.
Se reviste de fortaleza y de gracia y sonríe ante el porvenir.
La sabiduría abre su boca y en su lengua está la ley de la bondad.
Vigila a toda su familia y no come su pan de balde.
Álzanse sus hijos y la aclaman bienaventurada y su marido la ensalza.
Muchas hijas han hecho proezas, pero tú a todas sobrepasas.
Engañosa es la gracia, fugaz la belleza; la mujer que teme a Dios, ésa es de alabar.
Dadle los frutos del trabajo de sus manos y alábenla sus hechos en las puertas.”
(Proverbios 31, 10-31)
El hombre también es imagen y semejanza de Dios. Es bello. Pero las mujeres saben que, el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso.
Manuel Martínez Cano mCR