La Iglesia celebra esta Expectación de la Santísima Virgen con una fiesta especial que la dedica en el tiempo santo del Adviento. -Es fiesta genuinamente española, establecida probablemente por San Ildefonso, quien en los maitines de medianoche de esta fiesta, mereció ser revestido por la Santísima Virgen de una preciosa casulla que trajeron los ángeles del Cielo.
1º Vida de la Santísima Virgen en este tiempo. -Considera esta vida bajo dos aspectos: uno interior y otro exterior… Bajo el aspecto interior, la vida de María es de una absoluta compenetración con su Hijo. -Madre e Hijo no vivían una vida semejante, sino una misma vida, una sola vida. -No se puede concebir mayor dependencia que la de Jesús en el seno purísimo de María. De Ella recibía toda su vida…, de Ella dependía toda su vida… ¡Qué misterio! ¡Dios depende de una criatura!…
Penetra en lo más profundo de esa intimidad divina entre María y su Hijo y aprende: recogimiento con el que María reconcentraba en Jesús sin cesar todo su ser…; fervor y amor, con él vivía únicamente para Jesús… Ella veía más con los ojos de su Hijo, que con los suyos propios…, amaba con el corazón de su Hijo y todos sus gustos eran dárselos a Él. -¡Qué amor no sentiría tan perfecto y tan puro hacia el Dios que encerraba en su seno!…, vida de gozo y alegría inexplicable, porque todas las cosas divinas son gozosas y producen la dicha y felicidad, pero mucho más la posesión de Dios, como la tenía entonces María…; no tenía que envidiar para nada la gloria de los bienaventurados del Cielo…
En fin, una vida de deseo y de ansia infinita, con las que sin cesar estaría en oración, haciendo violencia a Dios, para que acelerara cuanto antes la hora de revelarse al mundo. -La hora de la Redención…, esto sobre todo, es lo que más caracteriza este momento de la vida de María. -¡Qué dulce es pensar que en virtud de esta sublime y fervorosa oración, el Padre Eterno adelantó la hora de la Redención del mundo y nos envió a su mismo Hijo a salvarnos!…
2º Su vida exterior. -¡Qué admirab1g es la Virgen en todo!… Con una vida interior tan intensa y tan divina como llevaba entonces, no dejaba traslucir nada al exterior. -Exteriormente una dulce calma, una simpática sencillez, una muy amable serenidad. -Nadie sospechaba lo que pasaba por su interior…, nadie, ni siquiera San José… ¡Qué santa avaricia la de María!, ¡cómo guarda para Sí el tesoro y no le confía a nadie! -Ni la ambición, ni la soberbia, ni el amor propio, ni el deseo de alabanza, la lanzan a comunicar a nadie su secreto…, ni a darse importancia delante de los demás, creyéndose superior a todos, aunque en verdad lo era… ¡Qué humildad más práctica!, ¡qué sencillez tan preciosa!… Cuántas veces el mérito nuestro se evapora, porque le destapamos delante de los demás y no sabemos guardar nuestras cosas solo para Dios…, o al menos peligra, porque imprudentemente las exponemos a los ojos de los hombres, buscando más o menos directamente alguna alabanza…, alguna estima de ellos…
3º La vida del Hijo. -Contempla en este momento la vida de Jesús…, oculta y escondida como en un sagrario en el seno de María. -¡Qué oscuridad y silencio el de esta vida de Jesús!…, ¡qué debilidad e invalidez la de Jesús!… Todo lo espera todo lo recibe de su Madre… y, no obstante, desde allí está dirigiendo al mundo…, está siendo la alegría de los ángeles y, sobre todo, está de día en día santificando más y más con su presencia, con su contacto, a su querida Madre. ¡Qué misterio!…, ¡qué vida más activa la de María con su Hijo y la del Hijo con su Madre!…; pero toda, vida de actividad interior…
4º Tu vida. -Esa debe ser, sobre todo, tu vida. Eso es vivir;.., vivir para Jesús, dándole todo a Jesús como María. -Esa es la dulzura, y el encanto, y la perfección que encierra la vida interior… Aprende y pide esta vida a Jesús y a María. -Examina como te encuentras con relación a ella. –Mira si te gusta ese silencio…, esa oscuridad esa sencillez externo de que va acompañada y si despliegas en tu interior ese fervor, y ese amor de María, para ver siempre y tratar con Jesús en lo más íntimo del alma.
Especialmente después de comulgar, ¿por qué ese contacto de Jesús y esa presencia suya, semejante a la que tuvo en el seno de su Madre, no produce en ti la santidad que en Ella? -Para ello hay que vigilar los sentidos, las potencias, mortificándolos sin cesar y reconcentrándolos en el interior, para que, vean allí a Jesús y se acostumbren a tratar con Él, allí precisamente en lo más intimo del corazón.
Por último, mira cómo aquí tienes un modelo perfectísimo de esclavitud Mariana. -Es Jesús el primer esclavo de María. -De Ella depende toda su vida… Así debe ser la tuya…, una vida entregada por completo a María, sin acertar, sin poder hacer nada sin Ella…
Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965