La reciente peregrinación a Fátima que provoca contactos en tantos lugares a lo largo de la peregrinación, ofrece estos temas de meditación que someto a vuestra consideración también.
Pese a los esfuerzos del Sumo Pontífice, que está verdaderamente acortando su vida en viajes apostólicos, la maniobra de la confusión ha seguido avanzando. Ahora ya no se parte de plataformas de la llamada Iglesia preconciliar o tridentina, sino de situaciones ya establecidas o normales que la Iglesia, ya ha “asimilado” según se dice. Se presiona constantemente para seguir avanzado hacia las nuevas concepciones de la Iglesia programada que quieren imponerse como las anteriores fácticamente. Pongo por ejemplo, que en las dos noches consecutivas en las que asistí al Rosario nocturno y a la procesión de la imagen de nuestra Señora, nos unimos sacerdotes italianos, portugueses, franceses y españoles. Ninguno de ellos con hábito talar, con la excepción de un sacerdote de la diócesis de Badajoz, que me edificó con su vieja sotana. La comunión siempre de pie. Precisamente en el lugar donde el Ángel enseñó a los pastorcillos a adorar la Sagrada Hostia, con el rostro postrado en tierra, comulga la inmensa mayoría de pie, y no pocos piden la comunión en la mano. Solamente lo hicieron de rodillas nuestros alumnos, sin que nadie se lo advirtiera. La disminución de confesores, y consiguientemente de confesiones y de la vida penitente de muchas peregrinaciones, la prepotencia de la TV., que, aunque se quiera suponer que no es tan repugnante como la de España, sí está llena de espíritu mundano, ha penetrado en todas partes. Todo ello hace que el mismo Santuario de Fátima, sin dejar de ser lo que es, esté también inmerso en la ola mundanizadora que ha penetrado en la Iglesia.
La llamada comprensión, el pluralismo de años atrás, es algo que se tiene ya en todas partes en pacífica posesión. No hay combate ya en ese frente. Es una situación de hecho generalizada en la que se toleran las posturas anticuadas, como un tren que está estacionado en una vía muerta en cualquier estación del mundo. No hay que ser muy lince para apreciar que se insinúa por todas partes la nueva concepción de la Iglesia, como una “comunión de Iglesias”, de forma que la Iglesia tiene diferentes formas de ser entendida y se dan diversas maneras de entender y de vivir una fe, que no ha de ser forzosamente uniforme. Las religiosas que le negaban el infierno a nuestro guía, como una cosa ya superada, estaban convencidas de su pertenencia a la Iglesia, y de una postura plenamente ecuménica. Todas estas posturas son legítimas a su juicio, y en conformidad con los grupos y comunidades que viven su fe en distintas claves. La guía pastoral, neta y diáfana, de “sí, sí” o de “no, no”, del alma católica se encuentra desbordada o es inexistente. En ocasiones, lo que es peor, favorece prácticamente esa concepción ecléctica.
Sin embargo es más clamorosa que nunca la llamada de la Virgen a seguir su mensaje de oración y penitencia para la salvación del mundo. Es más evidente entre los hombres y mujeres del pueblo que caminan el itinerario de su fe “desenganchados” de todo lo establecido en el ambiente de la confusión. Lo que parece soledad a algunos, no lo es. Son miles y miles los cristianos anónimos del Este y del Oeste, que, como en los tiempos de los israelitas contemporáneos de Elías, no han doblado las rodillas delante de Baal. Pequeños rebaños, pequeños grupos de cristianos como aquel pequeño rebaño de Lucía, Jacinta y Francisco, que como me contó Carolina, la última hermana de Lucía, reunía unas quince ovejas. Pero esas quince ovejas eran el rebaño de María, y los pastorcillos eran los escogidos por la Reina, para establecer su reinado en el mundo.
No estáis perdidos en la marea viva de lo que hoy manda y se estila en la Iglesia, en su hablar, en su desenvolver la liturgia, en las concepciones morales, en las dimensiones sociales, políticas y en la ilusión de la Cristiandad. No cejéis en manteneros en lo que hemos recibido de las mismas manos de la Virgen. Ella no se confundió cuando nos habló de esa manera. Ella reinará en el mundo en el momento menos pensado, ya próximo, pero con los pobres instrumentos de los que son pocos, nada pueden y están desenganchados de la fuerza, del poder y de la llamada Modernidad. Pero ellos poseerán la tierra, consuelan al Corazón de Jesús y de María, y son el pequeño rebaño que acelera la hora bendita del triunfo del Corazón Inmaculado.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 131, julio-agosto de 1989
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