Da gozo ver a madres e hijos hacer juntos la visita a Jesús Sacramentado, a Cristo vivo en la Eucaristía. Las madres susurran a los más pequeños lo que tiene que decirle al Señor y, ellos, como angelitos del Cielo, lo van repitiendo. Lo han dicho los santos: si formas a un niño formas a un hombre, si formas a una mujer formas a una familia.IMG_1106

Esta verdad también la saben los enemigos de la familia y de la Iglesia. En un congreso masónico de 1900 se oyó decir: “Nos hace falta la coeducación de los sexos. Quermos la unión libre en el amor joven y sano. El matrimonio podría ser suprimido sin inconveniente”. El gran Kahal de Nueva York difundió en 1918 esta ideología: “Hay que desnudar a la mujer y prostituirla y a través de ella corromper a los perros cristianos. Hay que destruir la familia. Hay que legalizar el divorcio y el aborto y más adelante la sodomía”.

En un congreso comunista de 1922 se dijo: “Hay que destruir en la mujer el sentimiento instintivo y egoísta del amor materno… La mujer no es más que una perra, una hembra si quiere hijos”. Desde aquellos tiempos, ha llovido mucho; y el mal y la corrupción se está imponiendo en muchos lugares con la tormenta de la ideología de género.

Muchas mujeres han dicho que el momento de alegría suprema de su vida, ha sido el instante del nacimiento de su hijo. Alexis Carrel, premio nobel de medicina, agnóstico convertido en Lourdes, escribió que la función generadora es tan primordial en la mujer, que la mujer no alcanza su pleno desarrollo hasta después del nacimiento de varios hijos. La maternidad espiritual de las mujeres consagradas a Dios las hace muy felices y se sienten profundamente mujeres.

La historia de la Iglesia nos enseña que muchas mujeres han sido santas. Niñas, adolescentes, jóvenes, vírgenes, casadas, religiosas, ancianas, viudas… Todas tuvieron como ideal imitar a la Virgen María. Ese es el camino a seguir, mujeres. Y los hombres también.

Manuel Martínez Cano, mCR