CAM00040Como madre de familia numerosa ya que he tenido la dicha de tener 12 hijos, con chicos y chicas adolescentes, y algunos ya pasada la adolescencia, veo con preocupación cómo visten hoy nuestros jóvenes.

Da la sensación, por lo que vemos paseando por esos mundos de Dios, que la modestia en el vestir, la modestia cristiana haya desaparecido por completo. Y no solo viendo como visten las jovencitas –y los jovencitos-, sino también hombres y mujeres de más edad.  Y sorprende y es verdaderamente preocupante que este hecho afecta, no sólo a personas “del mundo”, sino también a personas creyentes y practicantes, y muchas veces devotas. Duele en lo profundo del alma el poco respeto que demuestran tener esas personas por los recintos sagrados y las ceremonias litúrgicas, a las que acuden vestidas de formas inapropiadas, por no decir indecentes.

Algunas veces, estas mismas sí muestran tener un respeto por esos lugares y ceremonias, cubriéndose los hombros con alguna prenda que oculte su cuerpo por respeto a la iglesia a la que acuden. Pero al salir,… ¿acaso no somos templos vivos del Espíritu Santo tanto dentro como fuera de la iglesia? ¿Vivimos un catolicismo de puertas adentro, en la iglesia o en la intimidad del hogar, y somos del mundo cuando estamos en él? Como decía el entonces cardenal Ratzinger ¿“vivimos en una Iglesia de paganos”?pudor, modestia y decoro

Algunos y algunas dicen que “es la moda”, “vas a comprar y no hay otra cosa”, “tapándote con una chaqueta, el vestido te queda precioso” y después, “como hace tanto calor aquí dentro” …la chaqueta que defendía nuestro pudor acaba desapareciendo. En sí misma, la moda no tiene nada de malo, pues nace espontáneamente de la sociabilidad humana, siguiendo el impulso que incita a vivir en armonía con los semejantes. Sin embargo, la moda no es una regla suprema de conducta. El Consejo pontifical para la familia recordaba, el 8 de diciembre de 1995, que «incluso si son aceptadas socialmente, hay maneras de hablar y de vestirse que son moralmente incorrectas y representan una manera de banalizar la sexualidad, reduciéndola a un objeto de consumo. Así pues, los padres deben enseñar a sus hijos el valor de la modestia cristiana, de una vestimenta sobria, de la necesaria libertad frente a las modas» (Verdad y sentido de la sexualidad humana, 97). Santo Tomás de Aquino nos enseña que hay acto meritorio de virtud en los aderezos femeninos cuando son conformes al estado de la persona y cuando se llevan con buena intención (Comentario sobre el profeta Isaías). Pero nos recuerda igualmente que el bien de nuestra alma prevalece sobre el de nuestro cuerpo, y que debemos preferir en beneficio de nuestro propio cuerpo el bien del alma de nuestro prójimo (Suma teológica). Por lo tanto, existe un límite que ninguna clase de moda puede permitirse sobrepasar, un límite más allá del cual la moda se convierte en causa de ruina espiritual.Nueva imagen

La joven y la mujer cristianas encuentran en su modestia la garante de su castidad, según la siguiente frase de san Ambrosio: el pudor es «compañero de la pureza; su presencia hace más segura la castidad» (De Officiis, I, 20).

«El pudor, decía el Papa Pío XII, es la muralla natural de la castidad, su escudo eficaz, porque modera los actos estrechamente ligados al propio objeto de la castidad. Como un centinela adelantado, el pudor lanza su advertencia al hombre en cuanto adquiere uso de razón… y le acompaña durante toda la vida; exige que ciertos actos, decentes en sí mismos en cuanto que han sido dispuestos por Dios, sean protegidos por el velo discreto de la sombra y por la reserva del silencio, como para conciliarles el respeto debido a la dignidad de sus elevadas metas» (Congreso de la Unión Latina de Alta Costura, 8 de noviembre de 1957).

La protección de la pureza no se consigue sin combatir, como explicaba el mismo Pío XII a las jóvenes de Acción Católica de Roma: «A excepción de la Virgen bienaventurada, resulta vano imaginarse una vida humana que pueda ser a la vez pura y vivida sin vigilancia ni combate… No conocéis el carácter de la fragilidad humana, ni de qué sangre corrompida fluyen las heridas dejadas en la naturaleza humana por el pecado de Adán con la ignorancia en la inteligencia, la malicia en la voluntad, la avidez del placer y la debilidad respecto al bien arduo en las pasiones de los sentidos… Mientras algunas vestimentas provocadoras sean el triste privilegio de mujeres de dudosa reputación y la señal para ser reconocidas, no osaremos adoptarlas. Pero el día en que esas vestimentas las lleven personas fuera de toda sospecha, no dudaremos ya en seguir la corriente, una corriente que quizás nos arrastre a las peores caídas» (22 de mayo de 1941). La Santísima Virgen había prevenido en Fátima a la beata Jacinta Marto que llegarían «modas que ofenderán mucho a Nuestro Señor». Esa advertencia estimula la vigilancia contra los peligros y las ruinas espirituales sembradas por las modas indecentes.

Como muy bien decía mi padre “los peces vivos nadan contra la corriente; los que se dejan llevar por la corriente son los peces muertos”. Enseñemos a nuestros hijos e hijas a ir contra corriente, a que no se dejen seducir por las modas mundanas, cuando no indecentes y provocativas. Una joven puede ir elegantemente vestida, atractiva y “a la moda” pero sin incitar a los que la ven al pecado; y no hablo de vestirse “como las abuelas”.

María Lourdes Vila Morera

Revista Ave María nº 783
julio-agosto de 2012