CAM00040Días atrás, en el colegio de mis hijos, “Corazón Inmaculado de María” fundado por nuestro querido Padre José Mª Alba, se celebró, como cada año, una velada musical, en las cercanías del mes de mayo para honrar a las madres y en especial a nuestra Madre del Cielo, bajo la advocación de Nuestra Señora de Montserrat.

En la velada, tocaron varios alumnos del colegio, el piano, las flautas, las guitarras y el violín, y recitaron poesías y bailaron; todo muy bonito, y al final  todos los alumnos interpretaron una pieza de Beethoven, que además de todos los instrumentos que ya he citado, añadieron otros como las trompetas, platillos, tambores. Fue espectacular.

Al salir y saludar a padres de alumnos conocidos y al preguntar dónde habían dejado a los más pequeños de la casa, la respuesta de muchos de ellos era: con los abuelos. Estas personas mayores de edad, que no de espíritu, que están siempre dispuestos a ayudar en lo que pueden, y encima lo hacen con alegría.

Y yo me pregunto, ¿y los abuelos, que aportan a la familia?

Los abuelos son esas personas que nos aman desde antes de nacer igual que los padres, incluso se dice que más, pues tienen a favor los años y la experiencia que nos hacen madurar e identificar lo que realmente es importante en la vida.

A muchos niños les encantan estar con sus abuelos por varias razones. Algunos porque al lado de los abuelos no existen tantas órdenes ni obligaciones. Otros por realizar una infinidad de actividades que hacen que se sientan más libres: dar paseos, ir al parque, etc… Yo recuerdo que  iba cada día al parque con mi abuelo y esperaba ansiosa que llegara ese momento.

Estar con los nietos es también una forma de renovarse personalmente. Es tener más participación en la familia, y sentirse más joven. La vida de un niño es tan intensa que hace que los abuelos vuelvan a sentirse vivos, importantes, necesarios y sobre todo; amados.

Los abuelos dentro de la familia, ejercen muchas funciones: cuidador, compañero de juegos, referente, consejero, confidente, mediador…pero tal vez la más valiosa sea la de “guardián de la memoria, y de la fe”. No en vano, son los encargados de transmitir la historia, la fe y las tradiciones familiares a los nietos.  Atesoran información sobre nuestros orígenes, sobre como era su vida cuando eran jóvenes, y los más pequeños disfrutan escuchando y aprendiendo esas historias, pues les ayudan a dar forma y sentido a la historia de su familia. Les dan identidad.

 

Esta función de “puente intergeneracional” también tiene un efecto positivo “rebote” en la relación entre padres e hijos, pues cuando los abuelos explican a sus nietos cosas de sus padres cuando eran niños y jóvenes, contribuyen a que conozcan más su pasado y comprendan más su presente, facilitando un entendimiento y acercamiento entre ellos. Cuántos hemos tenido la fortuna de conocer a nuestros abuelos y cuántos más hemos tenido la alegría de crecer junto a ellos. Aprender a valorar y respetar a los abuelos es el mejor inicio para lograr una convivencia familiar más plena, llena de generosidad, amistad y amor.

 

Los abuelos y las abuelas tienen como vocación propia, con el ejemplo de sus propias vidas, la de hacer crecer en la fe a los hijos y a los nietos a la luz de las Sagradas Escrituras. Como se  dijo en Roma, delante del santo Padre, en el día dedicado a los abuelos, narrando el  testimonio del martirio de uno de ellos: el anciano Eleazar; “Este anciano mártir educa a los jóvenes a la vida a través de la propia muerte. Respira con los dos pulmones de la fe; ¡recordar y transmitir! Es mejor dejarse la piel que abandonar la Alianza que es la vida. ¡Una narración de coraje y de resurrección! El auténtico anciano enseña a… morir para vivir”Nueva imagen

El mismo Papa Francisco recuerda en sus alocuciones a los abuelos, como custodios de sabiduría, valores y bondad. Un pueblo que no respeta a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria, ha perdido la memoria». ”El tesoro de la sabiduría ha sido escondida por Dios a los letrados para darla a nuestros abuelos”. “Recemos por nuestros abuelos, nuestras abuelas, que muchas veces tuvieron un papel heroico en la transmisión de la fe en los momentos de la persecución. Cuando papá y mamá no estaban en casa y tenían ideas extrañas, que enseñaba la política en aquella época, son los abuelos los que transmitieron la fe. El cuarto mandamiento: es el único que promete algo a cambio. Es el mandamiento de la piedad. Ser piadosos con nuestros antepasados. Pidamos hoy la gracia a los viejos santos: Simeón, Ana, Policarpo y Eleazar, a los viejos santos: pidamos la gracia de custodiar, escuchar y venerar a nuestros antepasados, a nuestros abuelos”.

El Papa Francisco, afirmó también que “el corazón de los abuelos, libres de resentimientos pasados y de egoísmos presentes, tiene un atractivo especial para los jóvenes, que esperan encontrar en ellos un apoyo firme de su fe y sentido para su vida”.

Puede que sea el momento de dedicar unos minutos a valorar y a agradecer a nuestros padres y abuelos sus innumerables aportaciones a nuestra vida. Y también su presencia, su constancia y su apoyo y sobre todo su amor hacia nosotros. Posiblemente  no nos paremos a compartir  con ellos tanto como nos gustaría. Pero basta una palabra, un abrazo sentido o un gesto de cariño para recordarles lo mucho que significan para nosotros, lo mucho que representan en nuestras vidas.

Termino resaltando unas palabras al Señor, dichas por mi hija, Nuria, de 7 años; “¡Gracias Jesús por haber creado a los abuelos, ha sido una buena idea! ¡Nunca te equivocas!”

Ciertamente los abuelos, se  merecen un homenaje.

Maria Lourdes Vila Morera