La espada del dolor. -Simeón añade a Ma­ría estas espantosas palabras: «Y también a ti, una espada traspasará tu alma»… He aquí profetizada la parte que le corresponde a Ma­ría en los sufrimientos y dolores de su Hijo… ¡Una espada de dolor, que constantemente ha.de atravesar de parte a parte su corazón!

PRESENTACIÓN-DEL-NIÑO-JESÚS-EN-EL-TEMPLO1Ya, la Santísima Virgen en la Anunciación, al oír la propuesta del ángel, tuvo revelación de los sufrimientos terribles que acompañarían a aquella dignidad de Madre de Dios… y, no obstante, valiente y generosa, pronunció su fiat, con lo qué acepto todo lo que el Señor quisiera enviarla… ¡Qué sentiría al ver cuán pronto se iba a realizar ese fiat!… La espada de dolor la veía, no como algo lejano y futuro…, sino que ya se la metía muy adentro y la empezaba a: hacer sufrir. Penetra junto con esta espada…, por esa misma senda…, hasta lo más íntimo de ese corazón purísimo… y trata de averiguar la intensidad de aquel profundísimo dolor…

Dolor profundo. -Y así considera que este dolor es tanto mayor cuanto más previsto… Si Dios hubiera ocultado a Ma­ría esta espada y este dolor… y sólo la hubiera permitido sufrir cuando llegase el momento del Calvario… al menos treinta y tres años hubiera pasado tranquila, gozando sin temor alguno de la presencia de su Hijo. -Mas el Señor quiso que también, Ma­ría imitara en esto a su Hijo.

Jesús, no sólo había de sufrir en la Cruz…; la Redención comenzó ya en Belén y, por eso, desde el pesebre hasta su muerte en el Calvario, no tendrá un momento sin sufrimiento… Así debió ser Ma­ría, y para eso, la espada se la clava en el día de hoy… y ya no dejará un momento de atravesar su corazón.

Los pecados de los hombres iban a ser constantes… ¿Qué extraño que fueran continuos y constantes los sufrimientos de Jesús y. Ma­ría?… Piensa en esto muchas veces…. Ellos no dejan de sufrir, porque los hombres no dejan de pecar…

Dolor incesante. -Un mal previsto y cierto, es suficiente para acibarar todas las alegrías… Él enfermo desahuciado, aunque sea larga su enfermedad y tenga momentos sin dolores, no les tiene sin sufrimientos… Sólo el verse incurable y destinado a la muerte, ya es suficiente para no gozar de nada, ni tener la más mínima alegría. -Si nosotros no temblamos ante el pensamiento de nuestra muerte, es porque no nos convencemos de que pronto tenemos que morir, y vemos la muerte lejana.

Pero no fue así en Ma­ría… Ella no dejaba un solo momento este día y este pensamiento… y por eso ya, desde ahora, no tendrá un solo goce… aunque sea tan legítimo y tan santo como los que tenía con Jesús… que no esté amargado con éste recuerdo. -Contempla a Ma­ría en Belén…, en Nazareth…, en Egipto…, pinta en tu corazón cualquiera de aquellas escenas tiernas y delicadas entre Madre e Hijo… y cuando veas que la Madre se extasía en la belleza y encantos y hermosura de Jesús…, cuanto más goza con Él., de repente, un recuerdo unas palabras…, una espada la atormentan… Él recuerdo, las palabras y la espada de Simeón.

Y así siempre; al abrazarle contra su pecho…, al peinarle su hermosa cabellera…, al sentarle a la mesa y darle de comer…, al contemplar la delicadeza de aquel hermosísimo rostro y la luz encantadora de aquellos ojos… y el carmín precioso de aquellas mejillas, ¡qué horror!… ¡Cómo vería Ella las salivas, bofetadas, azotes, clavos, etcétera…, que iban a herirle tan bárbaramente!

Y esto un día y otro día, y hasta en sueños de noche, ¡cuántas veces la imaginación la atormentaría con estas escenas!… Con gran generosidad ofrécete a sufrir renunciando, si así Jesús lo quiere; hasta alas mismos gustos y goces espirituales como Ma­ría renunció toda su vida.

Dolor sin alivio. -Por último, piensa que no había nada que la aliviara el dolor de esta espada…, ni el tiempo, que todo lo cura…, ni la esperanza de que no. llegara a efectuarse. -Era la voluntad de Dios, y sabía que tenía que cumplirse necesariamente y por lo mismo cada día que pasaba, lejos de cicatrizar la herida, la aumentaba cada vez más y más, pues veía acercarse el momento del sacrificio…

Y a pesar de eso, lejos de acobardarla, también Ella, generosísimamente, de día en día, aumentaba el deseo de que llegara ese instante, no sólo por ser esa la voluntad de Dios, sino por bien nuestro. -Su dolor y sus penas son muy grandes, pero aún es mayor su caridad y su amor…; ¡cuanto más sufre por nosotros, más nos ama!

Adora los juicios y disposiciones de Dios que así quiere, con el sufrimiento, probar, a los suyos y a veces cuando menos se piensa. -Ma­ría fue al Templo llena de gozo en su Hijo…; este gozo aumenta al ver la revelación magnífica que Dios hace de Él por medio de Simeón, llamándole «la luz y la salvación de los hombres»… y cuando más embebida está en este dulcísimo placer y divino contento…, la espada de dolor; por medio de las palabras de Simeón, se clava en su corazón. ¡Pobre Madre!, ya no ve en Jesús a su Hijo ya no ve más que una víctima que será destinada al sacrificio…; ¡el cordero de Dios que será inmolado por el mundo! -Acércate a Ma­ría… dila palabras de consuelo y prométela no aumentar con tus pecados sus dolores… sino aliviar con el desagravio y reparación del amor, su penetrante espada de dolor.

Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965