canoNos duelen los tímpanos de oír decir que el hombre no puede conocer la existencia de un Dios personal, que la religión es un sentimiento religioso ciego que brota de la subconsciencia y que, por tanto, creer en Dios, hacer actos de fe, es irracional. Yo les pregunto a estos sabelotodo: Dígame un solo animal que manifieste su fe. Para negar a Dios es necesario ser tontico: “Dice el necio, no hay Dios” (Salmo 13). Y Christian B. Anfinsen (1916-1995), premio Nobel de química 1972 por su trabajo sobre la estructura de los aminoácidos y la actividad de la enzima ribonucleica, harto de oír necedades sobre Dios y la religión, dijo: “Creo que solo un idiota es capaz de ser ateo”. Ustedes perdonen, si se sienten ofendidos.

En otra ocasión, dijimos que la religión es razonable, que tenemos motivos racionales para creer en Dios, como son las profecías y los milagros. Hay otras razones para creer en Dios que, según mis circunstancias particulares, iremos publicando. En su Encíclica Qui pluribus, del 9 de noviembre de 1846, Pío IX dice: “La razón humana, para no ser engañada ni errar en asunto de tanta importancia, es menester que inquiera diligentemente el hecho de la revelación, para que le conste ciertamente que Dios ha hablado, y prestarle, como sapientísimamente enseña el Apóstol, un obsequio razonable” (Rom 12, 1). La historia de Israel y la historia de la Iglesia son realidades históricas. Y Dios se reveló –habló– a Israel. Jesús, Dios hecho hombre, fundó la Iglesia Católica que está presente en nuestros días, con unos mil millones doscientos mil bautizados, en los cinco continentes.

Hoy que se habla tanto de derechos, recordamos estas palabras del Concilio Vaticano II: “Cada cual tiene la obligación y, por consiguiente, también el derecho, de buscar la verdad en materia religiosa a fin de que, utilizando los medios adecuados, llegue a formarse rectos y verdaderos juicios de conciencia”. Es muy triste constatar que hay personas inteligentes, con varias carreras universitarias y que, a la vez no saben nada de religión.

Escribiendo está página, me han entregado las declaraciones de Enrico Bombieri, único italiano que ha recibido la medalla Fields, que corresponde al Nobel de los matemáticos. Da clases en la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos. De la entrevista, sacamos las siguientes afirmaciones: “La matemática, que es la ciencia de la verdad lógica, ciertamente nos ayuda a entender las cosas y es por lo tanto natural para un matemático que cree en Dios, cualquiera que sea su denominación, reconciliar el concepto de la existencia de Dios con la verdad que proviene de la matemática, aunque sea limitada”.

“Para mí, es suficiente lo que dice Metastasio (siglo XVIII): ‘Por donde gire la mirada, allí inmenso Dios te veo’. Mirar el universo, en nuestra pequeñez, en lo grande al límite de lo incomprensible, y también en lo abstracto de la matemática, me basta para justificar a Dios”.

“Pascal y De Giorgi, habían entendido que Dios no es sólo un Dios platónico, abstracto, geométrico aritmético o sencillamente creador de un universo abandonado a sí mismo. Ellos tenían la visión de un Dios que es más difícil de entender, un Dios que está hecho no sólo de potencia, sino también de amor infinito. Sólo así es posible, con humildad, aceptar el concepto cristiano de la Redención”.

“La consistencia matemática de nuestro universo es ciertamente una razón para ver al Dios creador del universo, como bien lo expresó el Papa Benedicto XVI en su discurso. Sin embargo, hay algo más. La matemática abstracta, en cuanto coherente ciencia de la verdad lógica, nos refuerza en la certeza de la verdad absoluta que es Dios. Dios es Creador, Amor infinito y Verdad infinita”.

Manuel Martínez Cano, mCR