No son milagros todo lo que alguna gente dice que son milagros. Pero tampoco podemos estar tan ignorantes que desconozcamos que realmente han habido y hay milagros. Un hecho no es milagroso porque lo diga un iluso, un neurasténico, un fenómeno que a primera vista no tenga explicación. La Iglesia exige, COMO CONDICIONES IMPRESCINDIBLES, para que se pueda calificar de milagro, estas garantías: I. -Que la enfermedad curada sea grave e imposible de curar o a lo menos dificilísimo. II. -Que la enfermedad curada nunca más reaparezca. III. -Que la curación sea instantánea. IV. -Que se hayan practicado o aplicado las intervenciones o medicaciones aconsejadas por la ciencia, demostrándose que han sido ineficaces. V. -Que la curación sea perfecta. VI. -Que no se trate de ninguna enfermedad nerviosa, sino comprobable por certificados médicos, radiografías y testigos que hayan presenciado la realidad de la lesión funcional u orgánica.
Cuando se cumplen todas estas condiciones, entonces la Iglesia, oficialmente, examina si tal proceso se puede explicar naturalmente o no. En caso de imposibilidad natural, ahora y siempre de una curación con tales garantías, se dictamina que hay milagro, o sea, una intervención directa de Dios por encima o contra las mismas leyes naturales. En la Iglesia Católica siempre han habido milagros, porque está fundada por Jesucristo que es Dios, y con los milagros se viene reafirmando, a través de todos los tiempos, también actualmente, la divinidad de su obra.
Han habido milagros en Montserrat, en el Pilar de Zaragoza, por la intercesión de los santos, en Fátima, en Lourdes.
Refiramos un caso entre muchísimos que podríamos recordar, sucedido en Lourdes. Se trata del caso de Evasio Ganara, enfermo de linfogranulomatosis desde el año 1949 con grandes ganglios en la axila izquierda con un aumento considerable del hígado y del bazo, con biopsia positiva de granuloma maligno; tuvieron que administrarle veintidós transfusiones de sangre. Llegó a Lourdes el 31 de mayo de 1950 en extrema debilidad y mucha fiebre. Al ser conducido a la piscina, tuvo un desvanecimiento profundo y duradero. El 1 de junio, después de su primer baño sufrió un gran calor en todo su cuerpo y se fue al hospital «Asile» a pie. Reconocido en el «Bureau», comprobaron la desaparición de la fiebre y con el hígado y bazo en tamaño natural, sin los ganglios axilares y quedándole sólo dos, muy pequeños, que desaparecieron a los pocos días.
En Lourdes han habido curaciones de cáncer, de tuberculosis, de ceguera, de lesiones óseas, de toda clase de enfermedades. Estos casos son examinados por el «Bureau de Constatations Médicales», o sea por la Oficina de Comprobaciones Médicas. Este «Bureau», o Comité médico, está formado por especialistas de fama internacional, y cualquier médico, de la religión que sea, aunque se profese ateo, puede examinar los expedientes, para descubrir si hubiera algún fallo, fanatismo o trampa.
Famoso es el caso del doctor Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina, totalmente escéptico, y que fue a Lourdes para prestar un servicio a un compañero suyo. Él entonces creía que lo que sucedía en Lourdes era histerismo e invenciones falsas. Él tuvo a su cuidado una chica, llamada María Bailly, afecta de tuberculosis peritoneal, en estado de coma. El doctor Carrel no permitía que su enferma fuera bañada. En contra de su opinión, fue bañada, e INMEDIATAMENTE QUEDÓ TOTALMENTE CURADA. Por esto el doctor Carrel afirmaba que «negar el milagro es hoy día una posición insostenible,). Más adelante declaró: «Yo nunca olvidaré la experiencia impresionante de la que fui testigo. Yo vi cómo una úlcera cancerosa de la mano de un obrero se iba reduciendo ante mis ojos a una cicatriz insignificante. Yo no lo puedo entender, pero tampoco puedo poner en duda lo que he visto con mis propios ojos.» Desde entonces se convirtió en ferviente católico.
En España hay diversos casos, EN NUESTROS DÍAS, de enfermos curados en Lourdes y en otros lugares. ¿Qué demuestra un milagro? Sencillamente la verdad de la Iglesia católica. Cuando uno firma y rubrica una carta, está conforme con el contenido de la misma. Cuando Dios sella con el milagro la oración dirigida a Él, a la Santísima Virgen o a los santos, indica que la Iglesia católica es cosa suya. Ninguna otra religión del mundo puede demostrar UN SOLO MILAGRO comprobado científicamente. Ni los budistas, ni los musulmanes, ni los protestantes de ninguna secta, ni los Testigos de Jehová; tienen en los anales de su historia un solo milagro. ¿Por qué? Porque estas sectas están fundadas por hombres, y aunque en las mismas puedan haber personas de buena fe y buenas, no obstante, su religión no es la verdadera, porque la única religión verdadera es la que está fundada por Jesucristo.
Un ignorante, un desinformado, aunque tenga conocimientos o una carrera en otra especialidad, puede negar los milagros. Pero si se estudia en serio este problema, no con beaterías, sino científicamente, se llega a la conclusión de que en la Iglesia católica -y nunca en otra confesión religiosa- existen milagros que prueban que ella contiene el depósito de salvación. Por esto es estúpido quedarse en la indiferencia religiosa, en el ateísmo, en el materialismo, en la despreocupación de nuestros deberes con Dios.
No lo decimos nosotros. Hay libros escritos por científicos que lo demuestran maravillosamente. Por ejemplo: «LOS MILAGROS ANTE LA CIENCIA», del doctor Trino Maciá Pons, «VIAJE A LOURDES», del doctor Alexis Carrel; «EL MILAGRO DE LOURDES;» de Ruth Cranston y en francés, alemán e inglés, la bibliografía es extraordinariamente abundante.
Repetimos: «el milagro, dice Stelecker, no es un muro contra el cual choca nuestra razón, sino un océano de verdad y de luz, en el que nuestra razón se sumerge admirada e impresionada por la cercanía de Dios». El milagro no es necesario para creer. Pero Dios los concede para que nosotros tengamos signos sensibles y evidentes de que nuestra fe es divina. Como afirma un gran autor, Monden, «los milagros no son fantasías absurdas. Ni prodigios meramente espectaculares. El milagro es verdad, pertenece al orden del misterio, pero no al ámbito de lo irracional. Nuestra razón no puede, desde luego, penetrar en lo hondo de los hechos milagrosos, ¿qué clase de milagro sería el que estuviera del todo a nuestro alcance humano? Pero, sí podemos racionalmente comprender que Dios es Omnipotente y que puede, si quiere, romper el orden habitual de las cosas naturales, que Él mismo creó de la nada. El milagro, así se nos aparece como un signo esplendoroso, excepcional de Dios».
Hay milagros. Científicamente ciertos, que prueban la divinidad de la Iglesia católica. ¿Por qué a pesar de haber milagros hay hombres escépticos, ateos? Por muchas razones… Entre ellas, por orgullo.
Porque el que examina de verdad y comprueba la existencia del milagro, lógicamente acepta a Jesucristo y su Iglesia. Muchos no se toman esta molestia… ¿Por qué? Por lo que dice el doctor Alexis Carrel: «No se trataba de la simple adhesión a un teorema de geometría, sino de cosas tan serias que pueden hacer cambiar la orientación de la vida.» Pero esto no justifica ni el indiferentismo, ni el ateísmo, ni el materialismo. Muchos no tienen fe, porque no quieren tenerla. Bastaría el estudio de un solo milagro verdadero para llegar a la fe. ¿No quieren tomarse esta molestia? Lo más seguro es que se arrepentirán… Quizá perderán su alma por toda la eternidad por esta inconsciencia y frivolidad, frente a las maravillas de los milagros que TAMBIÉN HOY realiza Dios en su Iglesia. Sólo en su Iglesia.
“DEJEMOS A UN LADO LA TEOLOGÍA, LA MORAL, LA MÍSTICA, LA ASCÉTICA. RESPÓNDAME SINCERAMENTE ¿TIENE DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN?» Así hablaba San Juan Bosco a una persona que llevaba una vida indigna. Le contestó que no tenía esta devoción. Entonces San Juan Bosco afirmó: «PUES ENTONCES RECE DEVOTAMENTE TRES AVEMARÍAS POR LA MAÑANA Y POR LA NOCHE, Y MÁS A MENUDO, ESPECIALMENTE EN LOS PELIGROS Y TENTACIONES, DICIENDO LA JACULATORIA: ¡MARÍA, AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR Mí!» Sigamos el consejo de San Juan Bosco. Es muy importante.
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Laura, 4 – Barcelona-10