canoEl matrimonio, en cuanto es un contrato natural, es el pacto libre de un hombre y una mujer, que crean una sociedad natural, cuya naturaleza y propiedades, derechos y deberes han sido determinados por Dios, autor de la naturaleza. En la Encíclica Casti Connubii, el Papa Pío XI afirma: “La naturaleza del matrimonio está totalmente sustraída a la libertad del hombre, de suerte que, una vez se ha contraído, está el hombre sujeto a sus leyes divinas y a sus propiedades esenciales”. Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad: un solo hombre con una sola mujer; y la indisolubilidad: un solo hombre con una sola mujer para siempre.

Dios instituyó el matrimonio de un solo hombre con una sola mujer (Gen, 27-28). La humanidad se apartó pronto de aquel primer ideal, desobedeció a Dios. Cristo volvió a restaurar el matrimonio en toda su pureza: “De manera que ya no son dos, sino una sola carne” (Mt. 19,6).

Todo matrimonio, incluso el de dos personas no bautizadas, es indisoluble. No se puede disolver por decisión de uno, ni aún de los dos cónyuges, ni por ley civil alguna. “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre (Mt. 19, 3-6). El matrimonio es de derecho natural.

Cuando la Sede Apostólica declara nulo un matrimonio no disuelve el vínculo conyugal, no divorcia. Declara que ese matrimonio es nulo, porque en verdad no ha habido tal matrimonio por falta de consentimiento u otras cosas que hacen inválido el matrimonio. En casos difíciles y graves de convivencia, la Iglesia concede, como una excepción, la llamada “separación en cuanto al lecho y la mesa”, para que los cónyuges reflexionen y decidan quitar los impedimentos de su mala convivencia. La Iglesia exhorta siempre a restablecer la vida conyugal.matrimonio

Muchos jóvenes creen que el amor es el placer, la satisfacción del instinto sexual, como los animalitos, y con esa mentalidad, llegan al matrimonio, y se dan el batacazo. Durante el noviazgo, él y ella se idealizaron. Al poco tiempo de la boda, se dan cuenta que son diferentes, con gustos e inclinaciones muy diferentes. Se ven sus defectos; uno es generoso, el otro tacaño; uno trabajador, el otro perezoso; uno sincero, el otro “diplomático”, etc. y el placer no es suficiente para vivir juntos. Y no es que el placer sexual sea malo. Es un don de Dios a los casados. “Amar es sacrificarse por el otro” (Santa Teresita del Niño Jesús).

El cardenal Burke, ha dicho: “La sociedad moderna no acepta el sufrimiento porque no entiende el significado del amor. Cristo dijo: si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame. Y así la esencia de nuestra vida es sufrir en el nombre del amor: el amor de Dios y del prójimo”.

Nuestra santa madre Iglesia siempre ha enseñado que: “El marido y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne (Mt. 19,6) se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y lo logran cada vez más plenamente por la íntima unión de sus personas y actividades” (Gaudium et spes, 48).

Dejamos para otra ocasión los fines del matrimonio que son la procreación y educación de los hijos, la ayuda mutua y la satisfacción moralmente ordenada de la concupiscencia.

P. Manuel Martínez Cano, mCR