HIDAAEGIPRO2La orden de partida. -Dios se vale de la crueldad de Herodes para disponer una prueba dolorosísima a la Sagrada Familia… Siempre ocurre lo mismo, pero no lo advertimos. -Todo procede de la mano de Dios… o Él lo permite para bien nuestro, aunque entonces no lo veamos… ¡Qué difíciles cuando no se ve el fin de una prueba de una tentación, resignarse a ella!… Mira el ejemplo de la Sagrada Familia.

Están en lo mejor de la noche…, descansando de las fatigas del día, que en una pobre casa no serían ni pocas ni pequeñas… San José había de trabajar todo el día para ganar el pan…; la Santísima Virgen, sin poder tener el lujo de una esclavita que la ayudara, todo lo tenía que hacer por Sí misma…; así, que al llegar la noche caerían en el lecho rendidos y agobiados… ¡Qué bien ganado tenían el descanso!

Contempla la escena y mira cómo en aquellos pobres lechos sobre el mismo suelo, descansan los personajes más grandes, que ha habido en la tierra…, las almas más santas. -Quizá, quizá, Ma­ría duerme con sobresalto…, el más pequeño ruido la despierta… y aunque confía en la providencia del Señor, su corazón vela con cuidado…: no puede olvidar lo que ha oído de Herodes, y hasta en sueños, la imaginación la pinta las escenas de horror que han comenzado ya… o al menos han de comenzar al día siguiente con la matanza de los niños.

Ella por de pronto no deja al suyo…, duerme abrazada a Él y ¡qué tranquila y confiadamente duerme Jesús en los brazos de Ma­ría!…: no hay cuna más blanda, ni más apetecida para Él… ¡Qué bien se debe estar en brazos de Ma­ría!… ¿Por qué no tratas de probarlo?…

Mas he aquí que de repente un ángel turba el sueño…, despierta a José y de parte de Dios le da la orden de partir para el destierro. -San José acepta las disposiciones de la divina providencia, pero tiembla al tenérselo que comunicar a Ma­ría. Esta recibe, con nueva resignación, la orden del Señor y dando un abrazo más fuerte y un beso más ardoroso a su Hijo, se dispone a obedecer inmediatamente.

Trata de comprender el disgusto, la contrariedad y la pena, que este doloroso despertar produjo en Ma­ría y sin embargo, ¡qué dominio!, nada de enfados ni protestas. -¡Qué ejemplo para ti!… Piénsalo bien…

Detalles de la huída. -Con ser tan dura esta orden del Señor, no quiere suavizarla, sino al contrario, aún es más penosa y difícil en sus detalles…

Levántate, y ahora mismo, sin esperar a que amanezca, ni a que pase el tiempo…, ni a que lo pienses… Dios lo quiere, no hay nada que esperar ni hacer, más que cumplir su divina voluntad. -Toma al Niño y a su Madre…, la huída es penosa y difícil, pero lo es más cuando hay que huir con otras personas. -No basta huir él solo; ha de ser con la Madre y el Niño, y esto aumenta las dificultades extraordinariamente… y huye, como si fueran malhechores que se aprovechan de la oscuridad para esconderse. -¿No había otro medio más que el huir?… ¿No podía Dios haber ocultado al Niño de otro modo?… ¿No salvó a Moisés de una orden semejante a la de Herodes sin acudir a la huída?…

Parece que busca Dios lo más penoso y doloroso para los suyos. Vete a Egipto… Humanamente hablando, esto es un disparate. -Egipto está muy distante, unos diez días de camino…; en ese tiempo le pueden muy bien descubrir los soldados de Herodes y acabar con el Niño…; es, además una región desconocida y hasta idólatra, y, por tanto, ellos allí no podrían estar… ¿No habría otra región que reuniera circunstancias más favorables? -Y, por último, ¿por cuánto tiempo?… Tampoco se les dice: estate allí hasta que yo te avise; esto es terrible. -Si fuera para pocos días, llevarían sólo lo más preciso, pero si va a durar quizá años, ¿qué llevarán?.. ¡Qué dudas, qué incertidumbre que aumentan su pena y dolor! -Quizá Ma­ría no pudo contenerse, y gruesas lágrimas derraman sus purísimos ojos, pero no pierde la serenidad…, la tranquilidad…, ni menos la conformidad con Dios.

La obediencia. -Párate a considerar está sublime obediencia. ¡Con qué exactitud…, con qué rapidez! -Inmediatamente se ponen en camino. Mira la diligencia en cumplir la voluntad de Dios y al mismo tiempo la humildad, sin poner ningún reparo…, ni hacer la más mínima observación. -Además, obedecen Con gran constancia…; en todos los días que dura el camino, obran de la misma manera…, no se cansan…, no se impacientan… Y todo, ¿por qué? -Pues, porque en todo momento ven la voluntad de Dios…, saben que es orden suya y les basta.

La Providencia de Dios es sabia y es justa y es bondadosa, y sabe muy bien lo que ordena… ¡Qué admirable lección de humildad, de sumisión y de paciencia en todas las contrariedades!… ¡Qué sublime ejemplo de obediencia!… No te disculpes cuando no obedeces…, no digas que no tienes un ángel que te diga claramente la voluntad de Dios… Sabes, que no es cierto…; ese ángel es para ti tu superior, tu Director, que en nombre de Dios te habla ¿Por qué cuando no te agrada…, cuando no ves la razón de lo que te dicen…, cuando crees que está equivocado, obedeces tan mal?… ¿Quién será, al fin, el equivocado, él al mandar o tu al dejar de obedecer? -Mira a Ma­ría en este paso y contesta…

Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965