padre canoEs doctrina de fe divina católica definida, es dogma de fe, que el matrimonio entre un cristiano y una cristiana es un sacramento instituido por Cristo. El Concilio de Trento definió expresamente: “Si alguno dijere que el matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los siete sacramentos de la Ley del Evangelio e instituido por Cristo Señor, sino inventado por los hombres en la Iglesia, y que no confiere la gracia, sea anatema” (D. 971).

“El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna” (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1661).

El sacramento del matrimonio da a los cónyuges la gracia santificante, con los auxilios especiales, para cumplir santamente los deberes del matrimonio hasta la muerte.

Los fines del matrimonio son la procreación y educación de los hijos, la ayuda mutua, material y espiritualmente, y la satisfacción moralmente ordenada de la concupiscencia. El Concilio Vaticano II, ha recordado a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, especialmente a los católicos, esta doctrina siempre enseñada por la Iglesia.

Procreación y educación de los hijos: “Por su índole conyugal están ordenados a la procreación y la educación de la prole, con los que se ciñen con su corona propia” (Gaudium et spes, 48).

Ayuda mutua, espiritual y material: “El marido y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne (Mt 19, 6), se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y lo logran cada vez más plenamente por la intima unión de sus personas y actividades” (Gaudium et spes, 48)

Satisfacción moral de la concupiscencia: “Un tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, lleva a los esposos a un don libre y mutuo de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos de ternura e impregna toda su vida; más aún, por su misma generosa actividad crece y se perfecciona. Supera, por tanto, con mucho la inclinación puramente erótica, que, por ser cultivo del egoísmo, se desvanece rápida y lamentablemente” (Gaudium et spes, 49)

Estaba predicando una misión en un pueblecito y una buena señora exclama: “¡qué tiempos vivimos!, ningún matrimonio va bien, las familias se están rompiendo”. Una chica joven que estaba junto a ella le dijo: “Pues mis padres se llevan muy bien y en la familia estamos muy unidos”. Es verdad, su familia es una familia cristiana que viven su fe todos los días. Los que se divorcian y deshacen las familias, puede ser porque se han enfriado en la fe, o ya la perdieron.

San Juan Pablo II, dedicó mucho tiempo de su pontificado a escribir y predicar sobre el  matrimonio y la familia cristiana. Transcribimos algunas frases suyas: “La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por primera vez los valores que les guían durante toda su vida”. “El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia. Los hijos son fruto precioso del matrimonio”. “La familia está llamada a ser templo, o sea, casa de oración: una oración sencilla, llena de esfuerzo y ternura. Una oración que se hace vida, para que toda la vida se convierta en oración”. “El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad: su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz.”

Manuel Martínez Cano, mCR.