Eddy Merckx, campeonísimo y «monstruo» de la bicicleta, tantas veces triunfador en las vueltas ciclistas, ha hecho unas declaraciones sobre religión que han rodado por todo el mundo. Merckx ha dicho: «Cristo es para mí una presencia continua, en toda mi vida. No, no le hablo en francés o en flamenco, no hago con Él contratos antes de los campeonatos: Tú dame la victoria, yo, en cambio, trataré de ser bueno, o bien daré dinero a los pobres, a la Iglesia. Creo profundamente en Cristo, en su historicidad y en su divinidad. Son absurdas las modas que hacen de Él un objeto de consumo. No soporto al Jesus Christ Superstar, no soporto a los hippies que cantan a Cristo, no soporto los parangones: Cristo y Marx, Cristo y Buda. Si hay necesidad de mí, de la popularidad de mi persona, para propagar la religión, yo estoy pronto. Es lo menos que puedo hacer. Si mi amor a Cristo le procura un poco de amor entre los demás, o al menos un poco de atención que se convertirá en amor, estoy dispuesto a hacer de apóstol en la bicicleta por todo el mundo. Cristo ha venido ya conmigo sobre las montañas y «ha desflorado en mi compañía los bordes de los precipicios. Yo espero poder llevarle siempre en vuelta por el mundo, en el mundo donde Él está, pero donde muchos de nosotros, falsos cristianos, tienen miedo de proclamar, felices, su presencia.»
Estas palabras de Eddy Merckx tienen valor no por ser suyas sino porque reflejan un conocimiento profundo de lo que es sentirse cristiano. Hay muchos que hablan de la Iglesia, de Dios, de Jesucristo, de la Biblia, completamente en ayunas de su conocimiento. La cultura religiosa -al alcance de todos- no es como discutir de política, de cine, de TV, de fútbol, de toras. Aquí cada uno puede decir la suya y, si conviene, desbarrar y opinar comoquiera. Pero con referencia a la religión es distinto. Es fatal equivocarse. Una cosa es pasearse por una avenida para tomar el sol, y otra andar ciegamente en un camino que está lleno de abismos. En materia religiosa hemos de encontrar la Verdad. Y la verdad únicamente se encuentra plenamente en la Iglesia fundada por Jesucristo la razón de Eddy Merckx está en las palabras pronunciadas por el famoso convertido Pitigrilli. Una señora le increpó por teléfono tras su conversión. La señora le decía: «Después de haber creído en el alma y en Dios, ¿por qué ha escogido la religión católica? ¿Es que las otras religiones no hablan del alma y de Dios? Se nos ha planteado este problema, a un grupo de amigas y amigos, en un cocktail que estamos celebrando, y en el que hubiéramos querido que usted estuviera presente.» Pitigrilli, inmediatamente, le contestó: «Sí, señora, usted tiene razón. En el alma creían los egipcios, los griegos, los romanos, y con sus seudónimos diversos honraban a Dios. Los antiguos persas creían en los ángeles y en los demonios. Los budistas, los mahometanos, los hebreos, creían en el alma y en Dios. En Él creyeron Confucio, Platón, Lao-tse, y creen a su modo los paganos. Pero la única Palabra que me convenció fue pronunciada por Aquel que nació hace casi dos mil años y vino a la tierra, no para abolir la ley y los profetas, sino para completarlos. Aquel que sustituye la teoría de la venganza con el principio del perdón. No han sido diez las razones, señora, que me han hecho convertir a la Iglesia Católica, Apostólica, Romana. No hay más que una razón, y es esta: Jesucristo no fue un fundador de religiones, Jesucristo es Dios.»
Lo que significa que para hablar de religión hay que enterarse. ¿Cómo? Por ejemplo, leyendo los libros «A Dios por la ciencia», de Jesús Simón. O «La Biblia entera», de Joaquín Tapies. Entonces, convencido por sus razones, se habla y se vive como Eddy Merckx.
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José Ángel Iríbar es futbolista internacional, figura indiscutible del Atlético de Bilbao. Recientemente visitó un colegio de Indauchu,
coincidiendo con los estudiantes que estaban en la capilla rezando el Rosario. Iribar se asoció a su oración, dirigió un misterio y después habló a los muchachos. Entre otras cosas, dijo: «Tenemos que parar las tentaciones como el portero para el balón y despejarlas lejos, muy lejos, hasta medio campo por lo menos. Si queremos ser algo en la vida, tenemos que someternos a duros entrenamientos y a llevar una vida austera, y tenemos que aprender a obedecer. A mí, a veces, me costó mucho obedecer al médico, pues cuando estaba en el hospital, el doctor me prohibió ver por tele un partido, porque me iba a poner nervioso… Hay que trabajar en equipo y no querer lucirnos nosotros, sin saber dar juego a otros, para que gane el equipo. Hay un equipo mejor que el Atlético, y es el equipo de los misioneros, cuyo seleccionador es Nuestro Señor Jesucristo. Y ese es el mejor fichaje. Lo importante es ganar esa final que no se repite, que es la salvación del alma, porque al final de la jornada aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada. La llegada al Ayuntamiento con la copa, cuando vencemos, me hace pensar en la entrada en el cielo ganada la victoria definitiva.»
Lo que añade José Ángel Iríbar es una consecuencia lógica de lo que primero nos ha dicho Eddy Merckx. Cuando se comprende el amor que Dios nos tiene y la finalidad de nuestra vida, entonces lo más importante es vivir preparados para esta hora de la muerte que tiene que llegar para, todos, que no es el acabamiento nuestro, sino el principio de la eternidad. «Ganar esta final es salvar el alma. Salvar el alma es el objetivo de nuestra vida. Quien salva su alma, lo salva todo. Y los medios de salvación están a la mano de todos. Para salvarse se necesitan tres condiciones: la fe, cumplir los Mandamientos, recibir los Sacramentos. Con ello se alcanzan todos los objetivos de nuestra existencia. Se cumple con la familia, con el prójimo, con la profesión, con la sociedad. La mayoría aplastante de problemas artificiales con que los hombres se complican, proceden de que, a pesar de que tienen cierta cultura, dinero y posibilidades, fallan en lo principal: su conciencia limpia y arreglada para con Dios.
Esto es lo quenas han venido a recordar Eddy Merckx y José Ángel Iríbar, dos deportistas que han triunfado en lo suyo. Pero que no son tan miopes de quedarse únicamente con los trofeos de sus equipos y sus carreras. Estos valen profesionalmente, pero el hombre, además de su profesión, tiene un ALMA INMORTAL de la que tiene que responder ante Dios. Lo piense o no lo piense. Aquí, en el mundo, podemos prescindir del álgebra, de la astronomía, de muchas materias ajenas a nuestro trabajo. Pero hay una asignatura que nos toca a todos: las relaciones personales con Dios. Estas no las podemos inventar a nuestro capricho. Jesucristo, que es Dios, nos enseña el camino de salvación. Cada hombre tiene una libertad que bien utilizada le lleva a la felicidad y a su salvación eterna. Es trágico pensar en tantos hombres y mujeres, que son inteligentes, que tienen buen corazón, que con un fondo de bondad natural demuestran una materia prima estupenda para ser cristiano de verdad. Pero están despistados…
Más despistados que el peatón que atraviesa la autopista con plena vorágine de coches disparados en cadena por todos los canales a más de 100 kilómetros por hora. Lo más fácil es que pronto se convierta en fiambre. Porque es una insensatez traspasar la autopista en tales condiciones. Pero todavía más disparatada es la vida del que disipa frívolamente su existencia gastando el tiempo en mil cosas, por importantes que le parezcan o sean para su bien material, pero de espaldas a las grandes realidades que nos han recordado Eddy Merckx y José Ángel Iríbar. Vale la pena de hacerles caso, para que no nos coja el momento definitivo fuera de juego.
«REUNID, SI PODÉIS, EL AMOR QUE TODAS LAS MADRES TIENEN A SUS HIJOS, TODOS LOS ESPOSOS A SUS ESPOSAS, TODOS LOS ÁNGELES Y SANTOS A SUS DEVOTOS, Y TODA ESTA SUMA DE AMOR NO IGUALARÍA AL QUE TIENE MARÍA A UNA SOLA ALMA», escribe San Alfonso María de Ligorio. ¿Qué menos que obsequiar a esta Madre que nos ama in-mensamente, que con el rezo diario, cada mañana y cada noche, de las TRES AVEMARÍAS?
Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10