Toca hoy abordar el tema que te dejé planteado hace dos artículos y que te recuerdo, a continuación, querido lector; “¿cómo reaccionó la Iglesia Católica ante la enorme arremetida de la época, en la que la “ciencia” contemporánea dejaba tan diáfano que el hombre no fue creado por Dios, sino que descendía del mono?”
Pues la Iglesia de la época, prohibió la enseñanza de la teoría de la evolución en los ámbitos de su competencia.
– ¡Qué mal!-, pensarás, lector.
– ¡Qué opción tan políticamente incorrecta!-, podrá pensar alguien.
– Incluso puede haber quien piense; ¡qué actitud tan reaccionaria!
Veamos si tienen razón quienes puedan pensar así.
Estas opiniones y otras semejantes adolecen de un error de bulto, que afecta a una buena parte de historiadores de alubión que salen de nuestras universidades. Afortunadamente, el titular de la cátedra de la Universidad de Barcelona, donde ejercí como profesor de Historia, me previno sobre este cáncer intelectual tan frecuente y tan fácil de adquirir; se trata del error de analizar la historia, el pasado, con la mente puesta en el día de hoy.
Ese análisis llevó a considerar las pirámides como la obra ciclópea de ejércitos de esclavos azotados por ejércitos de fuerzas represoras. Eso es falso; los trabajadores de las pirámides eran gentes que hacían su trabajo alentados por un espíritu de servicio a su faraón, que era su dios.
¿Por qué durante tantos años se pensó que las pirámides las construyeron esclavos? Porque los historiadores del momento no concebían semejante esfuerzo si no era a golpe de látigo.
Sólo cuando se esforzaron en estudiar en detalle el mundo del Antiguo Egipto, se percataron de su error; cuando empezaron a pensar como pensaba un egipcio de hace tres mil años, no como pensaba un burgués inglés del siglo XIX.
A partir de este cambio de enfoque de los historiadores, sutil pero esencial, empezaron a progresar los estudios egiptológicos.
¿Por qué digo esto? Porque vista desde hoy, la postura de la Iglesia Católica frente a la teoría de la evolución, puede parecer una reacción, pero si analizamos el momento histórico en que ocurrió, vemos con claridad que fue una medida de prudencia que se vio confirmada como medida adecuada con el paso del tiempo.
El protagonismo de la teoría de la evolución fue, como vimos, una reacción mediática. Su incoherencia en un buen número de aspectos, fue puesta de manifiesto desde el principio, pero los argumentos técnicos eran acallados por las fuerzas mediáticas del momento. Argumentar contra la evolución era predicar en el desierto. Y sin embargo, la teoría de la evolución tenía inmensas lagunas.
Frente a esta situación sólo cabía rebatir esa teoría hasta donde los medios dejaran y no hacer el caldo gordo a una teoría científicamente mal planteada y moral y filosóficamente insostenible: La Iglesia Católica hizo en su momento, lo único razonable que podía hacer, que era no colaborar en la difusión de una teoría tan inconsistente y dedicar sus esfuerzos, con calma y sin presiones mediáticas a preparar argumentos científicos sólidos que pusieran en evidencia las inconsistencias de la teoría de la evolución. Y Así actuó.
El tiempo y la Ciencia han dado la razón a la postura de la Iglesia en el momento histórico en el que se encontraba cuando la razón se vio ofuscada por la propaganda.
Ya he esbozado en artículos anteriores la precaria situación científica hoy de la teoría de la evolución. He comentado que, desde mi modesto punto de vista, le falta un hervor y que no me cabe duda de que Dios, como ha venido haciendo hasta ahora, inspirará a alguien para que le dé ese hervor. No sé si veré resuelta la cuestión, – que sin duda se resolverá – pero no me preocupa, pues ya estoy cierto en lo principal: Dios creó al hombre. Los detalles de cómo lo hizo son apasionantes, pero son sólo eso, detalles.
Te dejo, querido lector. Pero no sin antes proponerte que en el próximo artículo veamos cuál fue el argumento contundente que expuso la Iglesia frente al hombre sin Dios de la teoría de la evolución. Fue un argumento científicamente compatible con las teorías de la evolución, subsanando sus defectos de bulto, y además compatible con la razón y la fe cristiana.
Pro eso lo veremos la semana que viene, si Dios quiere.
José Cepero