Hola querido lector. Aquí me tienes de nuevo, aunque creo que esta vez no voy a hacer amigos (si alguna vez los hago). Voy a hablar de mascotas. Sí, de esos animalillos que algunos eligen como amigos.

Me dirás, “¿qué pintan las mascotas en un blog católico?” pues lo mismo que cualquier otro tema, pues entiendo que la perspectiva católica abarca todos los aspectos de nuestra vida, incluso los más pequeños.mascota-cuidado-

También me podrás decir”¿Y con qué autoridad te ocupas del tema?” En el aspecto católico, con la única y exclusiva autoridad del sentido común, que no tengo otra.

En el aspecto técnico, con la experiencia y conocimiento que me dio, entre otras actividades cercanas, el ser presidente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Barcelona, que fue en su momento la Entidad proteccionista más importante de España, y con nombre internacional.

Por cierto, creo que fui el primer presidente sin título nobiliario –, pero quien la sacó de la ruina económica y financiera en que se encontraba y la encauzó en la senda de la viabilidad económica. Creo que es lo mejor que podía hacer por la causa. También realicé cambios estructurales fundamentales, pero creo que el aspecto  económico fue más importante.

Desde ese cargo vi muchas cosas que no vienen a cuento, pero me hice una composición de lugar que sí viene a cuento  y que paso a comentarte.

Las mascotas, que como todo tienen sus detractores y sus defensores, suponen en general, un plus de compromiso y responsabilidad que son buenos aunque sean con irracionales, pues quien los ejerce es un racional.

Además, el poder sobre la mascota es total y discrecional por parte del dueño.

Es bueno tener un poder absoluto sobre un ser vivo e indefenso, porque es un catalizador de cómo usamos ese poder absoluto en la impunidad; hay quienes son buenos porque no se atreven a ser malos por el “qué dirán”.

Las mascotas nos dan la oportunidad de ser pacientes y responsables con quienes no pueden defenderse ni acusarnos. Esto puede ser muy pedagógico, especialmente para los niños.

La mascota nos da la oportunidad de ejercer el amor sin esperar más recompensa que la fidelidad animal, que es un valor absolutamente abstracto y material pues carece de racionalidad. Y eso es bueno; pues ejercemos el amor a cambio de nada.

En personas mayores, solitarias, enfermas,… las mascotas pueden ser parte de una terapia al estimular en el ser humano  sentimientos de amor, con los efectos derivados, que ello conlleva. Eso es también bueno.

El único inconveniente de las mascotas, especialmente las más humanizadas – como los perros -, es que nos pueden hacer perder el “oremus”; he visto que muchas personas sensibles, tienden a comparar a las mascotas con las personas: “…este perro es mejor que muchas personas… “…”si las personas fueran como los animales…”

No, la mejor mascota, el mejor de los perros, es siempre infinitamente inferior al ser humano más despreciable. Porque por humanizada o inteligente que sea una mascota es siempre un ser irracional, es decir, hay una diferencia no de matiz, sino de grado, con una persona.

Esto es extrapolable también, al gorila y al chimpancé.

Naturalmente la mascota ha de estar adecuadamente alimentada y con el control sanitario oportuno, pero tratar a una mascota como a una persona, vistiéndola, comprándole caprichos, gastando en ella lo que no damos en caridad, eso es un problema de otra índole. Cuando la mascota nos arrastra en lugar de acompañarnos, es que hemos traspasado el umbral de la cordura. Y eso no es bueno.

Mientras tengamos esto claro y diáfano, las mascotas pueden ejercer una buena influencia en nuestras vidas. Son criaturas que Dios ha puesto para eso, para que las admiremos y respetemos como obra de la Creación.

Querido lector. He meditado cada palabra que he escrito. Te pido que hagas lo mismo si algo de lo dicho te ofende, pues en ningún momento ha estado en mi ánimo ofender a quienes aman a los animales, esas deliciosas criaturas que Dios ha creado para nuestro deleite. Gracias por tu atención y comprensión. Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

José Cepero