Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 15 julio, 2015

Mensajes de fe 42: Una madre

15 miércoles Jul 2015

Posted by manuelmartinezcano in Mensajes de fe, Uncategorized

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El escritor marxista checo Gardavsky ha escrito sobre San Agustín. Desde su plataforma atea. Pero con innegable honradez científica. Es interesante observar, por ejemplo, que no acepta la teología modernista de la llamada .muerte de Dios». Y reprocha: .No hagamos más pobre en esperanza a la humanidad, para que el hombre la encuentre digna de vivir en ella. Nosotros llamamos a esa esperanza comunismo. Cierto que no creemos en Dios, aunque esto es un absurdo.» Gardavsky tiene una predilección especial por San Agustín. Especial. mente por el converso de las «Confesiones», mejor que por el teólogo de .La Ciudad de Dios». En definitiva, también aquí Gardavsky, como marxista, fabrica dialéctica por no entender como síntesis y plenitud lo que procede de la misma lógica fontal y no de ninguna lucha ni oposición sistemática.madre

Pero no deja de ser notable este atractivo agustiniano en un autor marxista. Y lo es más si se considera que toda la apasionante peripecia de Agustín tiene por protagonista decisiva a su madre: Santa Mónica. Todas las tragedias morales de Agustín, con su potencia intelectual sojuzgada por el maniqueísmo y el escepticismo, pudo ser doblegada y encauzada y sublimada por la fe sin límites y las lágrimas poderosas de su madre. Lo había ella previsto en un sueño misterioso, muchos años antes de la conversión del hijo. Lo cuenta el mismo Agustín: «De pie sobre una regla de madera, vio ella que se le acercaba sonriéndole un joven hermoso y alegre, mientras que ella estaba abrumada de tristeza. Él le preguntó la causa de su pena y de sus lágrimas cotidianas, no para saberlo, como suele suceder, sino para instruirla. Respondió que se lamentaba de mi perdición. Entonces, para asegurarla, le dijo que mirase atentamente y que vería cómo en donde ella se encontraba me hallaba también yo. Habiéndose ella fijado, me vio cerca de sí, de pie sobre la misma regla de madera.» Cuando Agustín quiso interpretar sofísticamente este sueño, Mónica le contestó: «No se me dijo: allí en donde se encuentra estarás tú, sino en donde tú estás, también estará él… Y así fue efectivamente.

En 387, Agustín fue bautizado. Y entonces entre la madre y el hijo llegó la plena efusión. Nos lo cuenta el mismo Agustín en sus «Confesiones»: «Hablábamos solos con gran dulzura. Olvidando las cosas pasadas, mirando a las venideras, buscábamos en presencia de la verdad, que eres Tú mismo, Dios mío, lo que sería la vida eterna de los santos, esta vida que ni el ojo del hombre vio, ni el oído oyó, ni el espíritu pudo comprender. Aspirábamos con los labios del corazón las aguas de la fuente, de esa fuente de vida que está en Ti, para beber en ella lo más posible, y así formarnos una idea de una cosa tan grande. Ahora bien, nuestra conversación nos había llevado a esa conclusión: que el placer de los sentidos carnales, por grande que sea, y en el mayor resplandor de la luz corporal, no sólo no podía compararse con la alegría de aquella vida, sino que ni siquiera merecía un recuerdo.» En esta ocasión, Mónica siente ya terminada su misión. y le dice a Agustín: «Hijo mío, por mi parte nada me satisface ya en esta vida. No veo que tenga que hacer más, ni por qué he de vivir aquí. Se «desvaneció ya la esperanza de este mundo. Sólo una cosa me hacía desear la vida algún tiempo aquí abajo. Deseaba antes de morir verte católico. Dios me lo concedió con creces. Veo que menosprecias las alegrías terrenales para ser su siervo. ¿Qué hago yo aquí?» Y Agustín registra el fin glorioso de esta madre sin par: «Al noveno día de su enfermedad, a la edad de cincuenta y seis años Y a los treinta y tres de mi edad, esta alma religiosa y pía fue librada de su cuerpo.»

Agustín recordaba gratamente el testimonio de su madre en favor suyo: «Amorosamente me llamó piadoso. Con un gran sentimiento de cariño afirmaba que jamás había oído salir de mi boca ninguna palabra dura u ofensiva para ella.» Y sentía la dureza de la separación temporal: «¡Oh Dios que nos creaste!, ¿qué comparación puede haber entre el honor que recibió de mí y el servicio que ella me hizo? Verme privado así de su gran consuelo era lo que hería mi alma y desgarraba, por decirlo así, mi vida, que no era más que una con la suya.» Mientras tanto, las últimas palabras de Mónica traspasarán los siglos como un testamento para todos los hijos: «Enterrad este cuerpo en donde queráis, no os inquietéis. Solamente os pido que os acordéis de mi en el altar del Señor en donde quiera que estéis.»

Newman llamará a Agustín «la gran lumbrera del mundo occidental que formo la inteligencia de la Europa cristiana.» Seeberg expresará con rotundas afirmaciones: «El alma de Agustín dio a la Iglesia occidental las alas del águila que le permitieron remontar su vuelo regio sobre Ios estados y los pueblos. Él indicó a las aspiraciones místicas la dirección que debían seguir; planteó los problemas sobre os cuales ya bajo la ciencia escolástica; y los mismos adversarios de la escolástica se acercaron a él para refrescar su espíritu… Él se remonto así sobre los siglos de la historia como un rey prodigando los dones más sublimes, como un sacerdote conduciendo las generaciones humanas a las fuentes de la religión.» A estos elogios se unen hoy los del filosofo ateo Gardavsky.

Siempre es lectura sugerente, inolvidable, de vivencias provechosas, la de las «Confesiones» de San Agustín. «Me creerán aquellos a quienes el amor abre los oídos», nos dirá Agustín de sus trascendentes intimidades. Pero no hay que olvidar que debajo de sus líneas palpita eI corazón de su madre, que realizó plenamente esta misma sentencia agustiniana: «Cuando se ama no hay fatiga o si la hay ama la misma fatiga.» La dichosa fatiga de Mónica ha regalado al mundo el don inapreciable del Agustín eterno. Es el gran triunfo de aquella madre. Lo mejor de cada hombre proviene de la herencia y el pálpito sobrenatural de nuestras madres. «Nada acerca tanto a Dios como el recuerdo de una madre santa», decía Ozanam. Muchos lo hemos comprobado que es así realmente.

«QUIEN NO TIENE A MARÍA POR MADRE, NO TIENE A DIOS POR PADRE», dice San Luis María de Montfort. Tenemos tiempo para trabajar, comer, divertirnos, hablar de futbol, de toros, de cine, de modas, de tonterías… ¿Diremos que no tenemos tiempo para rezar? A, lo menos, cada mañana y cada noche, reza, de corazón, no como un papagayo, las TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen pidiendo por tu salvación y la de tu familia.

Una nonagésima parte

Después de leer tu carta, sentí la tentación de dirigirte una larga epístola, indignada, vehemente, en contestación a la frasecita que te has atrevido a dirigirme: No tengo tiempo de hacer oración. Y hubiera acumulado en ella argumentos numerosos e irrefutables; hubiera defendido los derechos de Dios, derechos a tu alabanza, a tu entrega, a tu sumisión; te hubiera recordado las invitaciones que saltan donde quiera en la Biblia; te hubiera celebrado los beneficios de la oración que equilibra y unifica nuestra vida, agudiza la mirada del espíritu, reafirma la voluntad. Apenas formado este plan lo abandoné. ¿Qué te iba a decir que no lo supieras ya? Y, sin embargo, quiero convencerte; casi se me antoja decir: confundirte.

Coge un metro. Colócalo delante, abierto, ahí, sobre la mesa. Quítale los cuatro últimos centímetros. Aún quedan 96. Y admite que cada centímetro representa uno de los 96 cuartos de hora de la jornada. Ahora, partiendo de la izquierda, corta 32 ó 36 centímetros, es decir, 32 ó 36 cuartos de hora: esto representa nuestro tiempo de dormir. Sigue cortando 36 ó 40 centímetros: es tu tiempo de trabajo; 4 ó 5, desplazamientos; 6 u 8, las comidas… y después mira en el extremo de la derecha el último cuartito de hora el 96.°; bien poca cosa en relación con el conjunto; y, sin embargo, eso es lo que disputas al Señor. ¿Te parece de veras que le das la mejor parte? Para quien lo consagra a Dios, este cuarto de hora transfigura milagrosamente los otros 95: les comunica su vibración de plegaria.

HENRI CAFFAREL

Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10

Meditación 55: vida de Nazaret IV

15 miércoles Jul 2015

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen, Uncategorized

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1º Vida de crecimiento. -Los evangelistas, tan parcos en hablar de la vida de Nazaret, no se callan este detalle de Jesús y dicen que «el Niño crecía y se desarrollaba»… y juntamente también con Él sin duda, había de crecer su Madre. Pensemos en este misterioso crecimiento…_nazaret

En cualquier clase de vida, el crecimiento es algo esencial… En la vida vegetativa, ¿cómo conoces que una planta ha agarrado bien y tiene vida?…; en que crece y aumenta. -En la vida animal, lo mismo; ¿qué sería de un animal…,de un cuerpo humano que naciera y no creciera, ni se desarrollara?…Sería un monstruo, o no viviría… Él crecimiento es señal de vida. -Convéncete de este principio de que la vida es esencialmente crecimiento. -Pues bien, la vida espiritual, aunque muy interna, es también vida y, por consiguiente, requiere también crecimiento.           -Crecer es aumentar…, es adquirir una nueva perfección… Por eso en la vida espiritual, no cabe detenerse, no es posible estancarse. -Comprende ahora aquello de que en esta vida del espíritu, el no ir adelante, es ya ir hacia atrás…, detenerse…, pararse por la tibieza o frialdad, es retroceder. -No te engañes miserablemente; si no avanzas, das pasos hacia atrás…; si no aumentas, pierdes de día en día…

 

2.° Él modelo -Jesús crecía. -Aparece creciendo y aumentando… y es el único que no podía realmente crecer. -Todo lo tenía y poseía desde la eternidad en grado infinito…; no era capaz de adquirir nuevas perfecciones. -No obstante, quiere ser nuestro modelo y enseñarnos prácticamente a crecer… y así quiso manifestarse como si realmente creciera.

Él sol, es siempre el mismo, realmente no aumenta ni crece, y, sin embargo, desde la luz de la alborada hasta el mediodía, aparece como si realmente aumentase y creciera su luz… Así Jesús cada día aumentaba una perfección más o un grado mayor de ellas, como si efectivamente en ellas creciera y se perfeccionara… ¿Qué será el crecimiento para Jesús cuando, siendo el único que no podía crecer, quiso aparecer de ese modo?…

¿No querrá que tu le imites y trabajes por t crecimiento verdadero?… y la Santísima Virgen, ¿no crecía también?… SI Ella fue la que aprovechó mejor las lecciones de Jesús…, ¿olvidaría ésta?… ¿No es dulce pensar, y, además, es cierto, que después de Jesús, nadie ha crecido tanto en gracia y hermosura de alma delante de Dios y delante de los hombres, como Ella?…

 

3º En qué crecía Jesús. –a) en su cuerpo: era el único crecimiento de que era capaz… Él cuerpo tierno y delicado del Niño, se fortalecía  y robustecía cada vez más y más, para ser apto y útil en los trabajos apostólicos…, en su predicación…, en los sufrimientos de su Pasión. -Por tanto, hasta el crecimiento físico y natural, era para Él, algo que se dirigía a su fin de Redentor…, al mejor cumplimiento de la voluntad de su Padre…, al bien de las almas. -Aprende a dirigir a ese fin también tu salud…, tus fuerzas…, tu vida toda, aun bajo el punto de vista corporal y físico…;

  1. b) crecía en sabiduría. -Ésta era doble: una humana, con la que, aparentaba conocer cada vez más y mejor lo necesario para la vida…, para su oficio…, para ayudar a sus padres. -Además, conocía cada día mejor lo que eran los hombres por los que se iba a sacrificar…, lo que era el corazón humano, y este conocimiento le hacía sufrir, al ver su inconstancia…, su egoísmo…, su incomprensión del verdadero amor…, Y compararía los corazones de todos los hombres y en todos vería algo semejante, y también… ¡en el tuyo!…, ¡qué pena! -la otra, era la sabiduría divina, que cada vez se revelaba más, como en el Templo se reveló admirando a los Doctores… ¡Cómo aprovecharía la Santísima Virgen estas lecciones!…, y tú, ¿cómo oyes las cosas de Dios y las inspiraciones suyas?… ¿Cómo las cumples y te aprovechas de ellas?
  2. c) Crecía en santidad. -De día en día, hacía obras más del agrado de su Padre, y más provechosas para nosotros… ¡Qué rectitud y pureza de intención!… ¡Qué amor, sobre todo, en sus obras! -Empápate bien de esa santidad creciente de Jesús, que así va creciendo hasta el fin de su vida…, hasta la Eucaristía…, hasta la Cruz…

4º Tu crecimiento. -Has crecido en tu cuerpo como Jesús, pero en tu alma, ¿qué has hecho cada día…, cada mes…, cada año?… ¿Notas que vas creciendo y aumentando?… ¿Procuras crecer en el conocimiento de Jesús y en el de su Madre?… ¿Trabajas por ahondar y penetrar en el fondo de esos dos corazones…, en las finezas de ese amor para imitarles en el tuyo?… ¿Aumentas de veras en fervor…, en santidad…, en amor a Jesús por medio de Ma­ría?

Si la vida es crecimiento, ¿puedes decir que tu alma vive?…, ¿o desgraciadamente en lugar de crecer ha ido decreciendo y menguando?… ¿No era antes más inocente…, más sencilla…, quizá más fervorosa? – ¿No han ido cada día aumentando tus pasiones…, tu amor propio…, tu carácter… en lugar de crecer tus virtudes? -Pide mucho a la Santísima Virgen esta gracia del crecimiento,.. que Ella te enseñe a crecer tan rápidamente, como Ella lo hizo, para que no sea tu alma algo monstruoso o esté a punto de morir… -Insiste mucho con Ella, para que todos los días, especialmente en la Comunión… ya que es uno de los mejores medios de alimentarse y crecer… te dé con su Hijo, un empujoncito que te haga correr en el camino de la santidad.

Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

Razón, ciencia y fe

15 miércoles Jul 2015

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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padre canoLa revelación sobrenatural de Dios inmediata y mediata es posible. Sí, podemos conocer lo que Dios ha dicho a los hombres y las mujeres. El Beato Pio IX, condenó estas dos proposiciones modernistas: “3) La razón humana, sin tener por nada en cuenta a Dios, es el único árbitro de lo verdadero y lo falso, del bien y del mal; es ley de sí misma y por sus fuerzas naturales basta para procurar el bien a los hombres y a los pueblos. 4) Todas las verdades de la religión derivan de la fuerza nativa de la razón humana; de ahí que la razón es la norma principal, por la que el hombre puede y debe alcanzar el conocimiento de las verdades de cualquier género que sea.” (Denzinger nos 1703-1704)

El Concilio Vaticano I condenó la razón independiente de Dios: “Si alguno dijere que la razón humana es de tal modo independiente que no puede serle imperada la fe por Dios, sea anatema” (Denzinger 1810) Y no es que la razón sea un “demonillo”, la razón es un don extraordinario de Dios al hombre en el orden natural. Hemos publicado en Contracorriente el artículo “la fe es razonable”. Podemos conocer a Dios con la razón por medio de la creación. San Pablo escribe a los Romanos: “Pues lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables.” (Rom 1, 20). Son necios, como dice el Salmo 13: “Dice el necio, no hay Dios”. Las cinco vías de Santo Tomás de Aquino por las que la razón llega al conocimiento de Dios, están al alcance de cualquier inteligencia.

El Concilio Vaticano I enseña que: “Cuando Dios revela, estamos obligados a prestarle por la fe plena obediencia de entendimiento y voluntad. Ahora bien, esta fe que “es el principio de la humana salvación, la Iglesia Católica profesa que es una virtud sobrenatural por la que, con inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que Él ha ido revelando, no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos. Es, en efecto, la fe, en testimonio del Apóstol, sustancia de las cosas que se esperan, argumento de lo que no aparece” (Hebr. 11, 1)”

La fe y la razón, nos llaman al conocimiento de Dios, pero la ciencia es otro cantar. Pues sí, es otro cantar porque la ciencia solo estudia la materia, no el espíritu. Pero los científicos cantan las glorias de Dios: “La idea de que el mundo, el universo material, se ha creado a sí mismo, me parece absurda. Yo no concibo el mundo sino con su creador, por consiguiente, Dios. Para un físico un solo átomo es tan complicado, supone tanta inteligencia, que un universo materialista carece de sentido” (Alfredo Kastler, Premio Nobel de Física). Y Copernico, eminentísimo astrónomo, dejó escrito: “Si existe una ciencia que eleve el alma del hombre y la remonte a lo alto en medio de la pequeñez de la Tierra, es la Astronomía, pues no se puede contemplar el orden magnífico que gobierna el universo sin mirar ante sí y en todas las cosas al Creador del mismo, fuente de todo bien.” Millikan, Premio Nobel, ha dicho: “Puedo por mi parte, asegurar con toda decisión que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio, jamás se encontrará una verdadera contradicción entre la fe y la ciencia”. No puede darse contradicción: la materia la hizo Dios y Dios se reveló en la Sagrada Escritura y en la Tradición Divina.

Manuel Martínez Cano, mCR

Página para meditar 147

15 miércoles Jul 2015

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen, Padre Alba, Uncategorized

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Por ser un principio de año, me voy a extender algo en esta meditación, pues he pensado muchas veces en vosotros a través de ella.

Padre Alba ISan José y la Virgen que con Jesús en su seno parten de Nazaret, dejan a Jerusalén y llegan a Belén, donde va a nacer Jesús.

Nazaret.- Era la vida de familia, de paz de orden interior y exterior, de vida de previsión y de acontecimientos “controlados” cada día en su cotidiano discurrir humano y divino. En Nazaret, los dos santos esposos se hallaban bien, estaban a gusto, esperando la llegada de su divino Hijo. Sin embargo, se trunca inesperadamente aquella mansión de paz, irrumpieron las preocupaciones, la precariedad, la intemperie, los disgustos, y el sentirse como abandonados de aquella dulce protección con la que se había tejido la vida de su hogar. A nosotros se nos llama periódicamente a dejar nuestro Nazaret, en el que creímos vivir a gusto, desde donde íbamos a poder capear con ventaja humana y espiritual las circunstancia adversas… Pero entraron repentinamente y por donde menos lo podíamos esperar, las sacudidas de las preocupaciones agobiantes, las que no estaban precisamente “controladas” en nuestro programa… Fueron, hijos, mujer, marido, trabajo, estudios, economía, desilusiones, aislamiento, soledad, desolación en mi ambiente y en mi interior… ¿No os ha pasado algo de esto a todos? A unos más, a otros menos.

¿Qué hacer? Avanzar, avanzar, sin desaliento por una senda donde hay menos luz de la tierra, pero más claridad en el seguimiento de Cristo. ¡Ah!, sí, la sabiduría ignaciana, de no hacer mudanza… Dejaros, desposeeros, abandonaros, para encontrarnos cada día más con Él. Ese disgusto, esa pena que disimulo, esa preocupación que se ha hecho paralela con todo mi acontecer diario, ha venido en buena hora, es la hora de Jesús. Un día llegará en el que todo nuestro Nazaret, el Nazaret que hemos levantado con ilusión, desaparecerá. Era preciso para que Él viva en mí y yo en Él. Señor, Señor, no dejo el Nazaret que amo. Me dejo a mí para hallarme contigo en el nuevo Nazaret que me has levantado Tú y no mi vana, aunque buena ilusión mía.

Jerusalén.- Es la ciudad, la ciudad del Señor. La ciudad que es imagen de la ciudad definitiva. Pero la Sagrada Familia, no se detiene en ella. No puede, porque debe pasar a lo largo de ella, hacia el sur. La ciudad de Jerusalén queda atrás. Ahora no es tiempo de poseerla todavía, de morar tranquilamente en ella, sino de esperar. Esperar la hora de Dios, cuando se realice el ideal. Hay que luchar por el ideal, aspirar a él, anhelar el día dichoso en el que ese ideal sea realidad. Hay que esperar sin desánimo para hacernos dignos de morar un día en Jerusalén. La Patria que deseamos, la que debemos acariciar en nuestro corazón y tener ante nuestros ojos como la ciudad en el alto, un día cuando suene la hora de la plenitud de la Voluntad de Dios y del premio de sus elegidos, será una realidad en la historia de los hombres. Está escrito, “te daré en posesión hasta los confines de la tierra”; pero aún no podemos morar en esa ciudad santa. La gloria de Dios está ahora en no ceder en la empresa, una empresa que para millones de buenas gentes es utópica e imposible. Y sin embargo llegará un día Jerusalén para nosotros, y en ella moraremos nosotros, o nuestros hijos… para que quede cumplida la Voluntad de Dios, el día en que le alabarán todos los reyes y le sirvan todos los pueblos.

Ahora nos toca esperar en Dios que cumple sus promesas, orar, ansiar esa Patria, antesala de la salvación general, que podrá llevarse a término en un corno cuerpo místico de todas las naciones unidas y fundamentadas en el Rey de reyes.

Con la Sagrada Familia, veo a lo lejos las bellas murallas de Jerusalén y la maravilla del templo de Dios, pero sigo adelante porque Jesús ha de nacer aún en Belén, y morir y resucitar, antes de que Jerusalén sea del todo suya y nuestra. Sí Señor, creemos en esa esperanza, viviremos esa esperanza, ya en nuestro corazón ha nacido esa esperanza, por la que lucharemos y que trasmitiremos sin cansancio a nuestros hijos, discípulos y compañeros de peregrinación.

Belén.- Es la casa de pan. Aquí reposarán al calor del hogar y del pan José, María y Jesús. Gozos íntimos, gozos de amor ordenado, porque todo está ordenado en el amor.

En Belén me ordenaste en el amor. Aquí dejé en el olvido Nazaret. Aquí pienso en Jerusalén, sin angustia de llegar. Aquí Jesús, María y José son pan. El pan que encarna el Pan de vida. A la sombra de Belén reposaré y sus frutos son agradables a mi paladar, para confortarme en la gran travesía de la vida hacia ti. Paz en Belén, pero paz en el destierro. Porque toda vida es destierro. Hay que atravesar la ronda de la ciudad para encontrar al Amado. Ahora le tengo Niño, pero aún no le poseo completamente, porque me poseo demasiado a mí. SO rico de mí, y necesito ser pobre en Belén. En la pobreza y el desasimiento de Belén, aprenderé a quitarme la tónica y vestirme el nuevo vestido que me haga desfallecer de amor.

En Belén se firmará mi estad, hasta que en sueños me avise el ángel que es hora de partir. Sí, porque al fin y al cabo, el pan de Belén es pan de destierro. Pero el destierro es para ordenarme en el amor. Blanco pan de Belén, con Jesús, María y José, escuela de mi afecto.

Cuando os tengo en la presencia de mi alma, toda ella memoria, os deseo siempre una felicidad sin límite. Vuestra memoria se agudiza en estos días santos de Navidad y Año Nuevo, en la que pido para vosotros al Señor, no los oropeles espirituales, sino la felicidad verdadera que se encuentra donde mora el Señor que ya vino y nos lleva con Él. Desde Nazaret, en Belén, hacia Jerusalén.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 147, enero de 1991

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Ateísmo hoy 7

15 miércoles Jul 2015

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos, Uncategorized

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3. Formas de ateísmo por decepción de una fe utilitaria.

guerra camposSe asoma Dios misteriosamente y penetra en nuestro campo de disfrute y de dominio, y nos hace caer en la cuenta de nuestra pequeñez e insuficiencia O’ de la necesidad de respetar la plenitud de lo real y reconocer que no somos el centro de todo. Entonces surge una forma de religiosidad, de aceptación de Dios. Pero muchas veces el reconocimiento de la presencia de Dios provoca un intento de utilización del poder divino, y así seguimos todavía en la inmersión egocéntrica: al ver que Dios está en mi campo, no trato de expulsarlo, mas sí de subordinarlo a mis planes, ya que no renuncio a ser el centro.

Estamos ante formas de fe impura o utilitaria, tan claramente denunciadas en la historia evangélica, donde aparecen como una modalidad del mesianismo temporal, que está privado de la debida sumisión y docilidad, le pone condiciones a Dios, se propone aprovechar la relación con El como medio para su propia utilidad inmediata, o como exigencia de perfección inmediata. Cuando la fe cristiana (o cualquier actitud religiosa) queda viciada por ese utilitarismo, tanto da que el utilitarismo sea individualista, lo cual parece más feo, o que sea social, lo cual parece más generoso porque se busca el bien de los demás y no sólo el propio.

Cuando el utilitarismo es individual, el hombre no confía en Dios a no ser que le sirva como instrumento para librarse de los males que le preocupan y para conseguir los bienes inmediatos: surge la frustración por la persistencia del dolor o por la aparición de las desgracias. En perspectiva cristiana, es una forma de aceptación de Dios que niega la cruz y contradice por tanto a la vocación cristiana, porque la vocación cristiana importa, a la manera de Jesús, una vida en condiciones ordinarias y sin privilegios, una dedicación al trabajo con esfuerzo y, eso sí, con esperanza. Pero la esperanza cristiana, esperanza total, coexiste provisionalmente con el dolor y la imperfección; supone la posibilidad de la confianza en la oración, mas sin olvidar que la oración al Padre incluye la cláusula: «Hágase tu voluntad y no la mía».

Así se explica que en tiempos calamitosos (cuando se agolpan desgracias o tragedias, como las guerras, los terremotos, los incendios, las riadas, etc.), si por un lado muchos corazones despiertan de su torpor y reavivan la búsqueda de Dios o su comunicación con Él, otros por el contrario rompen con Dios, pierden la fe. Hay un fenómeno observable periódicamente: cuando estallan tales situaciones, ya sabemos qué tipo de literatura va a irrumpir en el mercado; no necesitamos leerla para fijar su motivo dominante: centenares de novelas masticarán y rumiarán el tema de la pérdida de la fe, porque la invasión del mal ha empujado a desconfiar de la presencia providente y amorosa del Señor [1]

Cuando el utilitarismo se reviste de formas sociales, la decepción’ se justifica por la supuesta «ineficacia» secular de la Iglesia o los cristianos para transformar la tierra y convertirla en un paraíso de paz, de justicia y de fraternidad. El fácil entusiasmo ante la multiplicación de los panes, que parecía anunciar un Cristo rey de la Palestina, que iba a expulsar a los romanos ocupantes, se convirtió en desorientación y frialdad cuando el Señor hizo ver que no era eso lo que le interesaba en primer término, sino más bien levantar la atención y abrir el apetito interior de todos hacia el Pan celeste, que responde a necesidades y preguntas más hondas. A aquella gente no les importaban en aquel momento las preguntas más hondas; quedaron desilusionadas y dieron la espalda al Señor.

He hablado de utilitarismo. Parece cosa diferente el perfeccionismo o exigencia de perfección inmediata, cuando la fe de algunos y su confianza en Dios se hacen depender de la perfección de los demás. El supuesto escándalo por el mal comportamiento de los demás parece justificar la propia ruptura con Dios. En realidad, esto indica que no se había aceptado la auténtica revelación de Dios, que nos ha predicho la persistencia de la imperfección durante la vida temporal. Mientras vamos de camino el Señor nos garantiza la presencia del amor y nos da una luz sobria, suficiente para orientarnos en medio de la oscuridad y los defectos.

***

Es muy fácil comprobar (a los que hemos pasado ya por la edad adolescente, que somos casi todos, y de modo especialísimo a los padres de familia) que en las llamadas crisis de adolescencia en lo religioso se funden muchas veces dos de las modalidades que hemos señalado: la tendencia al disfrute y al dominio de lo inmediato como autoafirmación, y juntamente la impaciencia idealista por las imperfecciones ajenas. No siempre por las propias: cuando la impaciencia mira a las imperfecciones propias, la crisis que hay suele ser una crisis positiva en el orden religioso.

Sin duda, en las «crisis de adolescencia» hay mucho de inevitable: corresponden a una fase normal, y hasta deseable, del despliegue biológico anímico del sujeto; traen un impulso de emancipación; hay un descubrimiento de misteriosas «fuerzas interiores», excitante y a la vez teñido de abatimientos por la propia inseguridad; hay una proclamación inmadura de libertad e independencia. Estas actitudes, una de dos, o se encauzan hacia ideales realistas, que transfiguren los estadios infantiles integrándolos y superándolos al mismo tiempo, y en ese caso la crisis no será más que una etapa en el conveniente des-arrollo de la persona; o bien, faltos de encauzamiento por culpa de quien sea, dichos estados de ánimo se truecan en frustración y se vuelven contra la niñez propia, como si hubiese sido un «engaño», y contra la «madurez» de los adultos, como si sólo encubriese un vacío hipócrita.

Si a lo anterior se añaden las coartadas de un pensamiento petulante, las lecturas desorientadas e indigestas, la presión turbia de otros compañeros, puede resultar ese tipo de joven, tan frecuente en todos los tiempos, que está «quemado» y ya nunca va a ser realmente joven, hundido en un racionalismo escéptico, que incluso, en ciertos casos, se jacta de sus dudas como la única exhibición de adultez que le es posible, igual que otros se jactan de fumar, de blasfemar o de cualesquiera gestos superficiales y tópicos para demostrar que son mayores.

Esto es lo que se me ocurre, como síntesis incompleta aunque no, según creo, muy separada de la realidad, en relación con factores de ateísmo por desentendimiento que, aunque primarios, son frecuentes y condicionan luego, dándoles mayor fuerza, a otros factores que hemos de estudiar. De ahí su importancia.

Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978

[1]Análisis de una porción cualificada de esa literatura, en los varios tomos de la obra de Ch. Moeller citada en la nota 12

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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