Pérdida del Niño. -Es el momento culminante de la vida oculta -hasta parece estar en contradicción con ella – Jesús, escondido…, obediente y sumiso…, ahora se manifiesta… parece independizarse. -Meditemos los profundos misterios de esta conducta -en sus relaciones con Ma­ría.bab7e26d6c276a8a1588af56d1d922b9

Subida al Templo. -Jesús ha cumplido ya doce años…, ya no es un niño pequeñito…, es el bello adolescente que arrastra con su belleza irresistible y con el encanto de su incomparable simpatía;  -Mírale bien…, contémplale así hermosísimo…, déjate arrastrar de Él. -Ya es a los doce años sujeto de la Ley…, debe ir como tal a Jerusalén tres veces al año a celebrar las fiestas rituales. -Ma­ría se lo diría así al Niño, muchos días antes, y Él comenzó a gozarse en el viaje, aunque ocultó las circunstancias del mismo.

Llegado el día, José y Ma­ría toman al Niño y se ponen en camino. Sígueles…, escucha lo que dicen…, mira lo que hacen…, con qué fervor van al Templo a orar a ofrecer el sacrificio al Señor.

Compara este viaje con los anteriores…; ahora no hay las inquietudes y sufrimientos del viaje a Belén…, ni los sobresaltos y temores del de Egipto…; van contentos y alegres y…, sin embargo, en este viaje les aguardaban amarguras mucho mayores que en ningún otro. -Adora los designios de Dios…, respeta su voluntad santísima, que así prepara la prueba del dolor para los suyos, cuando menos se espera.

En el Templo. -Mírales llegar al Templo…, es la casa de su Padre…, es el lugar donde mora Dios y habla y se comunica a las almas… ¡Qué dolor le causaría ver los abusos que en él se cometían!… ¡Qué poco respeto por parte de aquellos mercaderes que allí mismo habían instalado sus mercancías!… ¡Con qué ganas haría lo que más tarde había de hacer al arrojarlos a latigazos!… Pero no era llegada su hora. -Piensa lo que hace sufrir a Jesús cualquier falta que se cometa en el lugar santo.

Una vez dentro, Jesús el primero y con Él Ma­ría y José, se pondrían en oración… Es la primera oración que hacía en el Templo. -Ponte junto a Él, muy cerca de la Virgen y mira cómo su Madre no le quita ojo, para aprender de Él a orar y tratar con Dios… ¡Qué diría a su Padre!.. ¡Qué fervor el de su corazón!… ¡Cómo se lo comunicaría a la Santísima Virgen y Ésta se sentiría invadida de un fervor y amor especial!

Luego asistirían a todas las ceremonias… ¡Con qué atención seguirían el desarrollo de aquella liturgia! -Nada de curiosidad tonta…, ninguna pregunta innecesaria…, ningún comentario ni risas, ni bromas sobre lo que contemplaban ¿Es así cómo tú asistes siempre a los actos de culto?… ¿No te gusta comentar o reír… cuando algo te llama la atención?

Y cuando el Niño viera el cordero pascual y asistiera a su inmolación, viendo a los sacerdotes recoger su sangre en vasos de oro para verterla sobre el altar de los holocaustos, ¿qué sentiría en su corazón?… Ninguna cosa le representaba mejor a Él y a su sacrificio de Redentor, que aquel corderito inocente. -Bien comprendía que aquella sangre era muy pobre e insuficiente para borrar los pecados y desagraviar a su Padre, y una vez más repetiría: «Padre mío, aquí estoy y yo seré el que quite los pecados del mundo.» Y la Madre, adivinaría todo lo que pasaba por Jesús… ¡Estaba tan acostumbrada leer en aquel corazón!… Y Ella también renovaría con su Hijo el deseo del sacrificio para la salvación de los hombres…

La pérdida. -Y parece que Dios la escuchó…, la aceptó el sacrificio y quiso darla a beber del cáliz de la amargura. -Al regresar a casa de vuelta de Jerusalén, el Niño se perdió…, sin culpa de nadie. -Ma­ría, confiando en, José…; José, no dudando de que el Niño iba con Ma­ría, pues sabía que no acertaban a estar separados ni un momento…; el hecho es que el Señor permitió que al llegar al fin de la primera jornada, se encontraran sin el Niño… ¡Qué horror! ¡Qué espantoso dolor!…, ¡qué impresión la del corazón de la Virgen!

Y cuando se fueron convenciendo de que ni aquí ni allí, ni en este grupo ni en el otro se encontraba… y preguntando a todas las caravanas que regresaban, se persuadiera de que habían perdido a Jesús…, ¿qué sería aquel sufrimiento? ¡Oh espada de Simeón, qué bien penetras y qué duramente hieres el corazón de Ma­ría!… ¡Ma­ría sin Jesús!… ¡La Madre sin su Hijo!… Todo lo que pienses es nada…, no es posible que penetres en este dolor… Era necesario tener el amor de Ma­ría saber lo que para Ella era Jesús…, su Hijo su Dios…, su todo… ¿Qué hubieras hecho tú en semejante caso?… ¿Desahogarte contra los demás?… ¿Echar la culpa a otros?… Ma­ría, ni una palabra de queja a San José… Él ha obrado muy bien…; ha sido Ella la confiada…, la imprudente…, sólo en sí misma encuentra la falta. -Mírala llorando sin exageraciones dramáticas, pero demostrando un dolor profundísimo de su corazón. -Corre a consolarla…, a alentarla…, prométela tener parte siempre en su dolor, y ofrécete a buscar con Ella a Jesús… y a no aumentar con tu conducta sus dolores y sufrimientos, pues todo lo que sufre es por ti…

Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965