Sabéis que por amabilidad de un diplomático español, buen amigo, D. Javier Martínez Sarrión, pude permanecer tres días más en Polonia al término de nuestra peregrinación a Czestochowa. Quiero que participéis conmigo de ese plus que se añadió, a nuestra peregrinación.P.albacena

Desde Wroclaw a Varsovia, viajé en tren. Fueron cinco horas en las que conviví con jóvenes que regresaban del encuentro con el Papa, hacia Varsovia y norte del país, Jóvenes como todos, jóvenes buenos que volvían con el corazón lleno de las santas experiencias vividas en unión con jóvenes de todo el mundo bajo la mirada de María y del Papa. Pero también de jóvenes que buscan, sin ellos percatarse del todo, maestros y pastores. Desde luego, es profundamente desgarrador ver a la juventud de Europa, de una parte a otra del viejo continente cristiano, como ovejas sin pastor. Es el Papa su llamada y convocatoria para un mundo mejor. Pero ¿dónde están los maestros, los padres espirituales que cada día les reparten el pan de la fe, de la doctrina, del espíritu, del cierto camino de la reconstrucción de la Europa cristiana? Son pocos y no los encuentran. Ese lugar lo están ocupando inexorablemente las fuerzas del paganismo y del bienestar. La libertad malsana de las costumbres se apodera de docenas de miles de jóvenes, que a la llamada de la libertad que se les propone, abandonan las vías de la restauración, que no puede venir por otro camino que el de la restauración de la integridad de la fe y de la moral católica. ¡Oh Señora, le suplicaba a la Virgen de la Gracia, Patrona de la ciudad de Varsovia, acelera la hora de la llegada de los apóstoles prometidos para los últimos tiempos!

Celebré la Santa Misa al día siguiente en la Iglesia de San Andrés de Bobola, el gran mártir de la unidad de las iglesias, gloria de la Compañía de Jesús en Polonia, Ante aquel cuerpo, descuartizado por los caballos de los cosacos, pero aún incorrupto en lo que queda de su esqueleto, y revestido de los ornamentos sacerdotales, se experimenta la grandeza de la Cristiandad que llenó a Europa de Santos, de grandezas y de mártires. La Cristiandad, la verdadera unidad de las patrias católicas, el Cuerpo Místico de todos los pueblos unidos en la misma fe y el mismo amor a Jesucristo Rey y a María Reina, volverá a nacer más hermoso que nunca, porque esa tierra que constituye su apoyo, está regada y santificada en todos sus repliegues por la sangre de los mártires. En la gran iglesia estábamos solamente tres personas. Me acompañaba el P. Novicki y una muchacha a la que invité a la Santa Misa, en mi viaje de la noche anterior. Pero allí estabais todos: yo os veía, yo os tenía delante en la oración abrasada de San Andrés Bobola que oraba desde el cielo con todos nosotros. Es todo el ejército de los mártires, de los santos, de los reyes y de los cruzados, el que viene entonando Cánticos con los ángeles para anunciarnos que debemos esperar aún un poco nuestra liberación de Europa y del mundo entero, en la Cristiandad, cuyas piedras purísimas se están labrando en el lavatorio de los sufrimientos cristianos, y en las esperanzas de la Iglesia. San Andrés Bobola, nos decía, como todos los santos mártires de la Polonia mártir, unidos a los mártires españoles del otro extremo de la Cristiandad: Esperad, esperad con la virtud de la esperanza. Creed en ella, porque viene, ya viene el Señor y su Madre a instaurar su Reinado. La fuerza viene de lo alto, porque mi reino no es como los de este mundo. Esa fuerza, de vuestra pequeñez, es la fuerza que el Señor necesita para triunfar. Perseverad. Contra spem, in spern credidi.

Seguiremos.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 155, octubre de 1991