MARÍA EN LOS TORMENTOS DE LA PASIÓN
1º En la flagelación. -Pasada la noche en oración…, confortada y alentada con la misma con los ojos llorosos y el semblante desencajado al ser ya de día, sale la Santísima Virgen de su retiro para ir en busca de su Hijo. -No la sufre el corazón asistir a sus sufrimientos desde lejos,.., quiere ir con Él a donde Él vaya. -No sabemos detalles de este paso, ni cuándo ni en dónde, encontró a su Hijo. ¿Fue ya en casa de Pilato?… ¿Quizá al ir o al volver de Herodes?… ¿Cuando le estaban posponiendo a Barrabás? -Fuera cuando fuese, tuvo que ser un encuentro violentísimo para su corazón. -Apenas si conocía a Sil Hijo…; mentira le parecía que en tan pocas horas hubiera podido perder tanto… y desfigurarse como estaba. -La cara hinchada por la horrible bofetada en casa de Anás… y por los golpes que durante la noche le dio la soldadesca, no dejaba entrever la belleza divina del «más hermoso de los hijos de los hombres»
Y, sin embargo, todo aquello había sido el comienzo…; los tormentos horribles y bárbaros Comenzaron en la flagelación. -Consta por revelaciones particulares, por ejemplo a Santa Erígida, que la Santísima Virgen asistió personalmente a este tormento.-Párate y detente a considerar lo que este paso diga a tu corazón… y ante todo pregúntate: ¿qué sentiría la Santísima Virgen cuando oyera la sentencia de azotes?… ¿Cuando viera los preparativos para ejecutarla en seguida… y escuchase los gritos salvajes con que aquellos sayones se animaban unos a otros… y hacían apuestas sobre quién lo iba a azotar mejor y más bárbaramente? -Ponte junto a la Virgen…; mírala, intensamente pálida…, con el corazón queriendo saltar del pecho por la violencia con que late…, apartando los ojos por no ver aquello… y abriéndolos sin acertar a dejar de mirar lo que tanto la interesaba…, en lo que la iba la misma vida.
Y, efectivamente, ve traer, entre empellones y golpes, a su Hijo y con violencia y desvergüenza inaudita le comienzan a desnudar. Nunca llegarás a comprender lo que pasó entonces por el Corazón de María. -Sería necesario que supieras lo que era para Ella, la modestia y la pureza… para que pudieras rastrear algo, de lo que sintió al ver a su Hijo desnudo ante aquella muchedumbre… y si encima, al verle así, le insultaron…, se mofaron y rieron de Él…, si le acompañaron con bromas groseras…, con chistes soeces… ¡imagínate qué sentiría la Santísima Virgen y cómo aumentaría su dolor!
Ya está atado a la columna… y los sayones a ambos lados…, a una señal, empiezan uno tras otro a descargar golpes con toda su fuerza.-Jesús se estremece…, aprieta sus labios para no romper en gritos de dolor…, levanta sus ojos al Cielo con una mirada de indecible sufrimiento… y María lo ve todo… y ya no puede más. Según las revelaciones, a los primeros golpes cayó desmayada, sin sentido… Acércate a Ella…, sostenla en tus brazos, pero a la vez no dejes de mirar a Jesús y admírate de cómo no te desmayas tú y mueres de pena al ver esto.-Ya han pasado dos…, cuatro…, seis verdugos…; ya se han cansado de azotar a Jesús…, ya su cuerpo es una llaga continua y horrorosa que deja ver los huesos… Mira, mira mucho ese cuerpo deshecho y piensa: ¿por qué… y por quién está así Jesús? -Recuerda los pecados de impureza y pregúntate: ¿quién merecía ese castigo?…, ¿sobre quién debía haber descargado esta espantosa y durísima disciplina?
2º Coronación de espinas.-Jesús trata de descansar y tomar algún aliento, pero…, no era día de descanso y tenía que sufrir aún mucho más. -El infierno inspira a aquellos soldados la burla de su coronación. -Oye las carcajadas y aplausos con que es acogida la idea, y mira cómo todos se dan prisa a ponerla en práctica…. Uno trae un pedazo de púrpura sucio y roto…, otro prepara el cetro de caña…, los demás tejen la corona… y otra vez desnudan a Jesús. Contémplale sentado en aquella piedra…, con el jirón de púrpura sobre los hombros y la caña en las manos. -Ha llegado el momento de coronarle… Con burlas y bromas infernales, le colocan, con grandes ceremonias, la corona en su cabeza… y en seguida la aprietan fuertemente y le golpean con palos la misma… ¡Qué sería aquello!… Jesús, instintivamente, cierra y aprieta los ojos y de ellos brotan lágrimas mezcladas con la sangre que por toda la cara y cabeza corre con gran abundancia… ¿Es posible imaginar tormento más atroz?
Ahora contempla la sacrílega comedia que hacen con ÉL…; está coronado de Rey…, hay que rendirle homenaje… y doblan sus rodillas ante Jesús y unos le dan una bofetada…, otros le escupen…, quién le tira del manto y le dice una asquerosa gracia…, quién, en fin, le quita la caña y le golpea la cabeza con ella… ¿Asistiría la Santísima Virgen a esta escena?… ¿Tuvo, al menos, conocimiento de lo que se estaba haciendo con Jesús?… ¿Cómo tenía corazón para sufrir estas cosas? Fue un milagro, sin duda, que no muriera de dolor. Por lo menos, ciertamente, debió presenciar la escena del Ecce Homo. –Asiste tú a ella con la Santísima Virgen. -Imagínate cómo sería…, qué ocurriría en aquella plaza a la vista de Jesús… y oye la gritería de la multitud que le pide para la muerte. -Habla con la Virgen… ¿que la dices tú?…
3ª La condenación. -Y, efectivamente, Pilato cobardemente, accede a estos gritos y le condena a muerte. -La gente oye la sentencia y aplaude… La oye María…, la oyes tú…. y ¿qué haces? ¡Jesús condenado a morir! -Él muere y ¿tú puedes vivir?, ¿Cómo recibirían Jesús y María esta sentencia?… ¿Cómo la recibes tú, si piensas que de ella depende tu salvación?… ¡Qué afectos de gratitud y de inmensa alegría y al mismo tiempo de profundo dolor, deben llenar tu corazón!
Mira a Jesús, sin poderse tener en pie, hacer un esfuerzo supremo… y lanzarse con avidez al encuentro de la Cruz que le traen los sayones. -Mírale bien cómo se abraza con ella, cual si fuera algo muy deseado o querido. -No quiere, no, que nadie se la lleve y Él mismo se la carga sobre sus hombros… ¡Qué generosidad!… ¡Qué amor el suyo tan verdadero!
Escucha lo que la Virgen te quiere decir…, te habla, sin duda alguna, oye bien lo que te, dice: Que reconozcas por tu Rey a Jesús…, que Él sea el único que reine en tu corazón…, que nadie, ni tú mismo, ocupe el lugar que a Él solo corresponde…; que tengas generosidad en el sacrificio que no sólo aceptes, sino busques y ames la cruz que ella será tu dicha y tu felicidad…, que la lleves con constancia y hasta lo último…, que Ella te ayudará. -En fin, que veas lo que es el pecado, y repares los tuyos con la penitencia y el fervor…, al mismo tiempo que desagravias a Jesús por los pecados de todo el mundo. -Que no sea tu alma cobarde…, ingrata…, infiel ante un amor como el de Jesús… ¿Lo escuchas bien?… ¿Lo entiendes?… Y ¿qué la respondes?…
Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgicas
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965