Segunda parte
ALGUNAS CAUSAS “EXTERNAS” DEL FENÓMENO ATEO
¿ATEÍSMO COMO OPOSICIÓN RADICAL A DIOS? ¿O ATEÍSMO COMO RESULTADO INDIRECTO DE UNA REACCIÓN CONTRA LOS CREYENTES?
- ¿Ateísmo purificador?
Parece claro por todo lo dicho que las formas características del ateísmo en los siglos XIX y XX son algo radical, es decir, un ateísmo directo, convencido de lo que dice, un ateísmo que, con más o menos hondura, quiere realmente excluir a Dios. Algunos autores, sin embargo, sugieren que el ateísmo moderno, sobre todo el más reciente, no es radicalmente negación de Dios, sino derivación de posturas que inicialmente no se oponían a Dios. Si el ateo termina negando a Dios sin habérselo propuesto es porque choca en su proceso con ciertos obstáculos, es por causas externas. En conjunto, como escribe Del Noce, buen conocedor de esa clase de autores, «la mayor parte de las formas de pensamiento religioso en la segunda post-guerra (después de 1945) se caracteriza por la idea de que el ateísmo es purificador», es una ventaja para la fe. ¿Por qué es una ventaja para la fe? Porque en su origen sería una reacción crítica contra males que también el creyente debe desear suprimir. ¿Qué males son esos? De dos tipos: una falsa idea de Dios (el ateísmo buscaría a ciegas una idea más pura de Dios); un comportamiento moral inadecuado, falto de justicia o de solidaridad fraterna (el ateísmo buscaría mayor justicia social o mejor fraternidad entre los hombres).
Los escritores o pensadores religiosos que, según Del Noce, presentan el ateísmo en forma positiva y optimista, como un ateísmo de buena intención, a la larga fecundo y purificador, se manifestaron primordialmente en torno a la revista «Esprit», con su inspirador Manuel Mounier y sus colegas y seguidores durante los últimos años de la segunda guerra mundial e inmediatamente después.
Es evidente que algo de verdad hay en decir que ciertas posiciones ateas han sido parcialmente provocadas o, al menos, han sido impulsadas por falsas ideas o por falsos comportamientos de los creyentes o por equívocos de toda índole esparcidos en el ambiente. Mas la verdadera cuestión es si eso es el factor principal y determinante que explica el ateísmo moderno como gran fenómeno histórico, como actitud difundida o de «masa». Pienso que los «escándalos» en el comportamiento, o bien los equívocos en la manera de hablar de Dios, pueden dar lugar en personas concretas a crisis que yo llamaría «normales»; por ejemplo, la crisis de un adolescente que, habiendo recibido en su niñez unos conceptos inadecuados O mal asimilados, de pronto tropieza con lecturas o perspectivas que le desconciertan, y puede caer, naturalmente, en una actitud más o menos transitoria de ateísmo o de agnosticismo. Pero ¿acaso el ateísmo moderno se produce por la mera acumulación de estas crisis superficiales, hijas del desconocimiento o de la escasa reflexión? Me parece evidente que es un fenómeno de raíces mucho más hondas. Consideremos un poco las dos supuestas causas de ateísmo: la reacción teológica y la reacción moral.
- La supuesta reacción crítica contra las falsas imágenes de Dios.
La reacción crítica contra las imágenes imperfectas o falsas de Dios se supone que también es compartida por un creyente ilustrado (52). ¿Qué imágenes son esas? Cuando uno habla u oye hablar de Dios puede cometer muchas imprecisiones; es difícil hablar con precisión de nada, y menos de Dios; en un ambiente dado pueden circular nociones de Dios muy imperfectas, por ejemplo: Dios como un instrumento mágico que trato de manejar para conseguir mis fines; Dios, a la manera de los paganos, como un diosecillo, una persona delimitada, un ser entre otros, subordinado a su vez a las grandes fuerzas del Universo o al Destino (un Ser no trascendente ni inmanente, no Dios); un Dios competitivo (el Dios autor de la Luna, visto en contraposición con el hombre que fabrica un cohete para ir a la Luna; en todas las épocas hay formas de pensamiento que tienden a magnificar lo dado o la Naturaleza con tal reverencia que cualquier intervención del hombre les parece una osadía, como si pretendiese enmendar la plana a Dios, como si Dios no obrase igualmente en la formación de la Luna y en la acción inteligente y constructora del hombre); un Dios arbitrario…
Sin duda, éstos son conceptos falsos o muy imprecisos. Pero en relación con la génesis del ateísmo se me ocurren varias observaciones, que se pueden resumir en tres: el «escándalo» producido por tales ideas puede explicar, como dijimos, situaciones transitorias en personas poco formadas; mas para llegar al ateísmo se requieren otros factores; y si se trata del fenómeno del ateísmo en su conjunto, no hay proporción entre él y esa supuesta causa.
La desorientación transitoria es un problema importante en las crisis de adolescencia, cuando se revisan sin serenidad ni perspectiva conceptos recibidos. La presentación de estos conceptos al niño debería ser tal que, al llegar el despertar crítico, no susciten falsos problemas: pensando, por ejemplo, que religión y concepción evolutiva del universo son incompatibles, o bien tomando la evolución como un dato científico inamovible, y no como una hipótesis. Con estos y semejantes fallos (señalados más arriba) la morada religiosa de algunos adolescentes se agrieta o se desmorona. Y nótese que la «adolescencia» cultural no se da solamente en la edad previa a la juventud; puede haber adolescentes en otras edades de la vida.
Pero el ateísmo moderno, como pensamiento elaborado, no se alimenta de las crisis «normales». Sus autores no pueden desconocer sin culpa los conceptos depurados que son el patrimonio de los creyentes y de la Iglesia. Como fenómeno general, ese ateísmo llega en la historia después del Cristianismo y después de la cultura filosófica occidental, que han eliminado al máximo los antropomorfismos. Ese ateísmo ataca el concepto mismo de Dios como Espíritu eterno superior al hombre.
La reacción crítica contra imágenes insatisfactorias podría explicar el «ateísmo» de algunos viejos filósofos greco-romanos, frente al politeísmo naturalista de la religión de entonces; los mismos cristianos pasaron por «ateos», precisamente porque negaban las nociones o imágenes imperfectas de los dioses, afirmando un Dios trascendente. Ahora bien, lo que caracteriza manifiestamente el pensamiento cristiano oficial, continuamente predicado, aunque muchas personas no lo asimilen bien, es la afirmación purísima de un Dios trascendente, plenamente distinto de las cosas y de los hombres; es la Teología que llamamos «negativa» (53), que sostiene que de Dios más bien sabemos lo que no es que lo que es, y trata de alejar de la noción de Dios los antropomorfismos. En cuanto a esto, el proceso intelectual de la Filosofía y la Teología católica a lo largo de los siglos es un monumento gigantesco de precisión y purificación conceptual: si de algo se le quisiera acusar tendría que ser de excesivamente depurado, no de antropomórfico. Y como los ateos, sobre todo los autores inteligentes del tiempo moderno, conocen esto, sería ofenderles suponer que se han hecho ateos porque tropezaron con nociones o imágenes inexactas o imperfectas de Dios.
Sería infundado optimismo dar por bueno que en el fondo el ateísmo no es más que una búsqueda de una idea mejor de Dios. Puede suceder que el rechazo de una «imagen falsa» brote de la aspiración a una imagen más pura; pero también se da el caso, y es el más frecuente, de que la «imagen falsa» del pensamiento popular es el pretexto para desahogar la hostilidad a un Dios que ya se había negado, para presentar en sociedad con buena imagen propia la previa negación de toda trascendencia. La «idea mejor» de Dios sería precisamente la exaltación de lo que es totalmente inmanente al hombre.
Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978
Notas
(52) El Concilio Vaticano II, describiendo algunos cambios de mentalidad que caracterizan la situación del hombre de hoy, anota: «El espíritu crítico más agudizado purifica (la vida religiosa) de un concepto mágico del mundo y de residuos supersticiosos…»; por otra parte, negación de Dios o de la religión (Gaudium et spes, 7). Cf. supra, nota 1.
(53) Sobre la Teología «negativa» -como un saber que dice algo de Dios, pero en forma indirecta, remitiendo a algo que trasciende nuestra comprensión y nuestro lenguaje- ver: J. Guerra, El saber teológico según Santo Tomás, Cuenca, 1977, p. 86-94.
“La più gran parte delle forme di pensiero religioso… nel secando dopoguerra e caratterizzata dall’idea… dell’ «ateismo purificatore» (A. del Noce, Il problema dell’ateismo, Ed. Il Mulino, Bologna, 1964, p. 339 ss.). «Scoperta del male e rivolta contra di esso in nome della morale; …distruzione degli idoli filosofici…, distruzione tale che rende impossible la riaffermazione del pensiero religioso nelle forme di panteismo, di cosmologismo, di Teodicea giustificante …riconoscimento lucido della realta del male». El ateísmo sería la crítica radical de toda idolatría o absoluto humano; sería, pues, un momento legítimo de «Teología negativa», el momento de la «muerte de Dios», preludio de su resurrección. Y el pensamiento religioso tendría que asumir la verdad de esa rebelión. (Del Noce, loco cit.). Del Noce no acepta tal planteamiento.