Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978
3. La supuesta reacción moral contra el «escándalo» de los creyentes.
La segunda reacción parece más significativa, y desde luego nos toca más de cerca. Ese sector de escritores católicos, que menté antes, siempre proclive (por razones históricas muy conocidas, sobre todo por haber coincidido con los comunistas en la acción de «resistencia» en Francia durante la guerra de 1939-1945) a la exaltación de los valores morales del marxismo, piensa que el factor fundamental del ateísmo es la defensa de valores morales, naturalmente exagerada, radicalizada, desorbitada, pero en su raíz una reacción moral (54).
¿Reacción moral contra qué? Contra dos males: a) contra el clericalismo, como traba de la autonomía secular o impedimento para la «construcción» revolucionaria del mundo; b) contra el mal testimonio de los cristianos o su ineficacia ante el mal. Por esta condición ética y agonística o luchadora, al servicio de una causa buena, el ateísmo sería solamente «práctico», más que negación directa de la existencia de Dios, y se supone que cesará cuando seamos mejores y la Iglesia no dé motivos de escándalo. Entre tanto, habría que considerarlo como un factor de purificación de la fe.
¿Qué decir a esto? Que los supuestos abusos clericales o el mal testimonio den ocasión e impulso para que algunas personas, situadas previamente en un ateísmo «práctico», se deslicen hacia el ateísmo profesado, o se impida que personas necesitadas de orientación la encuentren, puede ocurrir. Que sean la causa principal y determinante del ateísmo contemporáneo, ciertamente no se puede aceptar. Bien está que los creyentes reconozcamos nuestros fallos para enmendarnos, y nunca se urgirá demasiado nuestro sentido de la responsabilidad haciéndonos ver el influjo nocivo de nuestras imperfecciones y descuidos. (La Constitución Gaudium et spes entre las varias causas del ateísmo anota: «se debe contar también la reacción crítica contra las religiones y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana; por lo cual en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes») (55). Pero una cosa es estimular a los fieles y otra falsear la historia. La verdad histórica es como es. Estímulo ocasional o pre-texto, sí; factor primario del gran fenómeno del ateísmo actual, no. El «escándalo» de los fieles no es más que un factor entre otros más decisivos.
- Otras causas principales de ateísmo, diferentes de la reacción crítica: a) en las «minorías» promotoras, la autonomía radical; b) en las «masas», propaganda antirreligiosa, influencia cultural irreligiosa, vacío social religioso.
- a) En las minorías. En los autores, que formulan su pensamiento y lo inyectan en la corriente cultural (minoría, a la que acceden también hombres inicialmente arrastrados por los mismos móviles de la «masa»), el ateísmo no es un derivado del «escándalo». Las apelaciones a los comportamientos ineficaces o imperfectos de los creyentes se manejan luego en la propaganda, en la polémica cultural y en la táctica política; pero las verdaderas razones son previas a cualquier «mal comportamiento». La fundamental es siempre la misma: la afirmación de la supremacía de lo humano; el intento de conseguir una emancipación que alcance, más allá de ciertas normas de conducta en el ámbito familiar y social, hasta el ser profundo del hombre, excluyendo toda dependencia de lo trascendente. El ateísmo moderno, ya lo hemos visto, es primordialmente una opción racionalista por la aseidad y autosuficiencia del hombre.
La visión trascendente no se rechaza en nombre de la Moral (los autores ateos no son unos adolescentes, sorprendidos por la imperfección del hombre) (56). El marxismo, por ejemplo, rechaza la religión en nombre de una Ontología histórica y política: una interpretación del universo y de la humanidad según la cual sólo el desarrollo inmanente de las fuerzas sociales del hombre explica la historia y por tanto sólo este humanismo es capaz de guiar para bien la acción transformadora del mundo. Lo demás sería enajenar energías o debilitarlas. Leamos dos textos de Marx, que hacen patente que su ateísmo no es una reacción moral cripta-cristiana, sino una posición originariamente radical. (Ya hemos dicho que el tratamiento del tema religioso en Marx es pobre, pero los pocos textos que le dedica son claros: y la radicalidad de una postura no se manifiesta en la abundancia de los textos, sino en su precisión y en su intención sistemática):
«La teoría es capaz de apoderarse de las masas… cuando se hace radical. Ser radical es tomar las cosas por la raíz. La raíz, para el hombre, es el hombre mismo. El argumento evidente en favor del radicalismo de la teoría alemana, en favor de su energía práctica, es que parte de la superación decidida y positiva de la religión.
La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es para el hombre el ser supremo» (57).
«Un ser no se presenta como independiente sino en la medida que es dueño de sí mismo, y no es dueño de sí mismo más que en cuanto se debe a sí mismo su existencia. Un hombre que viva por la gracia de otro no se considera como un ser independiente; pero yo vivo completamente por la gracia de otro cuando no sólo le debo el mantenimiento de mi vida sino en cuanto este ha creado además mi vida; y mi vida tiene necesariamente tal fundamento tuera de ella, cuando no es mi propia creación…» «Pero el hombre socialista, al no ser la historia universal otra cosa que la procreación del hombre a través del trabajo humano…, posee la prueba visible e irrefutable de su autogeneración, del proceso de su creación» (58).
¿Reacción ética? Esto es ontología pura. Y esta es la raíz honda del ateísmo moderno; lo demás es la espuma que se produce en la turbulencia de la lucha. Para el ateísmo marxista y otros la trabazón entre la religión y sociedad «injusta» no es un defecto moral; es algo esencial o estructural. Lo «religioso» es patológico y alienante, reducible a factores sociopsicológicos. Por eso, aunque algunos marxistas renuncien a llamar a la religión «opio del pueblo» y reconozcan en algunos creyentes la intención y la eficacia transformadora de la sociedad, seguirán pensando que la misma realización de la sociedad «justa» hará desaparecer la religiosidad que ahora acompaña accidentalmente en los creyentes su voluntad revolucionaria.
Los ateos de punta no quieren pasar por «creyentes implícitos». Les ofende la insinuación de que son creyentes sin darse cuenta de que lo son: basta leer las cartas de Freud a un amigo suyo protestante, que se empeñaba en decirle que era cristiano sin saberlo (59). No se trata sólo de malentendidos, que podrían disiparse con explicaciones: como si el ateísmo se redujese a la defensa de ciertos valores y verdades y a una crítica de los «ídolos», en lo que podría coincidir o converger fácilmente la reflexión de los ateos y de los cristianos. El» ateísmo es, radicalmente, idolatría del hombre autosuficiente (60).
- b) En las «masas«. El ateísmo de masas -en la medida en que se puede decir que existe-es un ateísmo por desentendimiento, un ateísmo «práctico». Y como tal fenómeno de masa es producto de una serie de factores, que sería una ligereza histórica olvidar. Naturalmente esos factores inciden sobre diversas predisposiciones, engendradas por las conocidas causas de desentendimiento: debilidades, desviaciones, propensiones utilitaristas; y también los «escándalos» que pueda haber y que influyen más o menos en el anticlericalismo. Pero el fenómeno del ateísmo no brota de tales «escándalos»: para convencerse, basta con tender la mirada sobre Europa y registrar dónde se ha llegado al «ateísmo de masas» y dónde no.
El «ateísmo de masas» no pasa de ser un fenómeno de indiferencia, de sopor y mediocridad espiritual. Lo que contribuye realmente a enraizarlo y estabilizarlo es el efecto convergente de tres grandes factores de presión social, que azuzan desde afuera las predisposiciones de las víctimas: la propaganda antirreligiosa, la influencia cultural que resulta irreligiosa, el vacío social de lo religioso.
Notas
(54) Esa visión positiva del ateísmo, completada con los temas señalados en la anterior nota 53, la proponen: los autores del grupo de «Esprit», entre ellos: P. L. Landsberg, Problemes du personnalisme, Ed. de Seuil, Paris, 1952; E. Borne, en un capítulo de Le probleme du mal, P. U. F., Paris, 1960; y sobre todo, J. Lacroix, Le sens de l’athéisme moderne, Casterman, Paris, 1961 (3.a ed.). Hemos dicho ya que A. del Nace (lugar cit.) juzga infundada esa interpretación del ateísmo moderno, que es mucho más radical. -Sobre los intérpretes que también presentan el ateísmo radical de Nietzsche como una «búsqueda de Dios» por negación de «falsos dioses», ef. T. Urdánoz, Historia de la Filosofía, t. V (ed. BAC, Madrid, 1975), p. 556, nota 91.
(55) G. S., 19, párrafo 3º.
(56) Recuérdense posiciones como las de Nietzsche, Wells, Russell. Por ejemplo, Bertrand Russell (muerto en febrero de 1970), enemigo declarado de la cultura cristiana, sostiene apasionadamente que en la historia a mayor religiosidad peor situación del hombre; pero esta argumentación pseudohistórica es consecuente a una incredulidad de raíz: no cree en Dios porque un Ser omnipotente y omnisciente le’ parece incompatible con la imperfección del mundo y porque «Dios» es fruto del temor («Queremos… mirar de frente al mundo… como es, y no temerlo… La idea de Dios deriva del antiguo despotismo oriental, es una concepción indigna de hombres libres»: en su escrito Por qué no soy cristiano).
Sobre las trinadas acusaciones contra el cristianismo como enemigo del progreso humano, ver J. Guerra C., Cristo y el progreso humano, Asociación de Universitarias Españolas, Madrid, 1977, donde se recogen los varios capítulos de acusación y se diseña la verdadera aportación y la verdadera actitud cristiana en relación con la acción transformadora y con la esperanza.
(57) En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. (Werke, 1, p. 385; ef. texto en la obra de Fernández cit. en nota 20, número 1362).
(58) En Manuscritos económico-filosóficos, 1844. (Marx-Engels Gesamtausgabe…, I, 3, 124).
Otros textos radicales: «La filosofía hace suya la profesión de fe de Prometeo: ‘Yo tengo odio a todos los dioses’”. Y opone esta divisa «a todos los dioses del cielo y de la tierra que no reconocen a la conciencia humana como la divinidad suprema«. (En su obra sobre la filosofía de Demócrito y Epicuro, de 1841).
«El fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión; la religión no hace al hombre. Y la religión es, bien entendido, la autoconciencia y el autosentimiento del hombre que aún no se ha adquirido a sí mismo o ya ha vuelto a perderse» (en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel).
«Tan pronto como el rayo del pensamiento muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se llevará a cabo la emancipación de los alemanes como hombres. Resumiendo y concluyendo: La única liberación prácticamente posible de Alemania es la liberación desde el punto de vista de la teoría que declara al hombre como la esencia suprema del hombre» (Ibídem).
El divulgadísimo Manifiesto del partido comunista (Marxengels, 1848) afirma: «Cuanto a las acusaciones lanzadas contra el comunismo en nombre de la religión, de la filosofía y de la ideología en general, no merecen un examen profundo. ¿Hay necesidad de una gran perspicacia para comprender que los conocimientos, las nociones y las concepciones, en una palabra, la conciencia del hombre, cambia con toda modificación en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia colectiva? ¿Qué demuestra la historia del pensamiento sino que la producción intelectual se transforma con la producción material? Las ideas dominantes en una época no han sido nunca más que las ideas de la clase directora». (¿Pero no hay verdades eternas, en religión, moral, etc., que se sostienen a través de las transformaciones?) «La explotación de una parte de la sociedad por otra es un hecho común a todos los siglos anteriores. Por consiguiente, no tiene nada de asombroso que la conciencia social de todas las edades… se haya siempre movido dentro de ciertas formas comunes; formas de conciencia que no se disolverán completamente, sino con la .definitiva desaparición del antagonismo de las clases. La revolución comunista es la más radical ruptura con las relaciones de propiedad tradicionales; nada extraño sería que en el curso de su desenvolvimiento rompiera de la manera más radical con las ideas tradicionales».
(59) Cf. la edición de la Correspondencia de Sigmund Freud con el Pastor Pfister, Ed. Gallimard, Paris, 1966.
(60) Cf. DE LUBAC, Ateísmo y sentido del hombre (cit. en la Bibliogr.), págs. 72-73.