Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965
1º Últimas palabras. –A) Era cerca del mediodía cuando crucificaron a Jesús… y, no obstante, las tinieblas se apoderaron de la tierra… Él sol se ha oscurecido para no iluminar aquella espantosa escena del Calvario… y es entonces cuando en medio de aquel silencio y de aquellas tinieblas que envolvían la tierra, Jesús abre sus labios y lanza este grito: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» -Escucha bien estas palabras…, procura que resuenen en lo más hondo de tu corazón y pide a la Santísima Virgen, a cuyo lado estás, que te haga comprender el misterioso significado de este abandono de Jesús.
Detente un buen rato a meditar en él y piensa… ¡Jesús abandonado!… ¡Jesús solo!… ¡qué desolación la suya al verse solo en el Calvario… y en el Sagrario… y en tantas almas donde no s~ le hace caso!… ¿Eres tú una de ellas? ¿Qué Impresión recibiría la Santísima Virgen al escuchar esta amorosísima queja de su Hijo? -Tú no puedes quejarte…, por muy grandes que sean tus sufrimientos, nunca tu alma esta sola. -Jesús quiso ser desamparado, para que tú no lo fueras. -Por su abandono, Dios no te abandonará jamás… y eso que ¡cuánta razón tenía para ello…, para cansarse de ti…, al ver tu inconstancia…, tus caídas y recaídas…, tu falta de amor! -Abrázate -a la Santísima Virgen junto a la Cruz, y pídela por su Hijo que nunca, nunca te deje…, que no te desampare… y prométela nunca dejar a Jesús y tener gran devoción en acompañarle en sus soledades.
- B) A medida que pasan los instantes, crecen los dolores de Jesús, pero hay uno que le arranca una especial queja… No se quejó en la flagelación…, ni en la coronación de espinas…, ni siquiera en la misma crucifixión…, y, no obstante, se queja de la sed. «¡Tengo sed!». ¡Cómo sería este tormento!… y ¡cuál sería el de su Madre al escuchar estas palabras!… No agua, sino la sangre toda de sus venas le hubiera dado, más…, no puede…, sólo puede verle sufrir y sufrir con Él. -Pero aún faltaba más. -La burla y el escarnio juntos con la brutalidad de aquellos sayones, se atreven a darle como alivio de su sed ¡¡hiel y vinagre!!… Estruja tu corazón y di con franqueza: ¿qué encuentra Jesús en él? ¿Sangre limpia de egoísmos y llena de puro amor o hiel amarga de -ingratitudes y vinagre repugnante de tibiezas…, frialdades…, inconstancias…, etc…?
- C) Se acerca el momento supremo. -La santísima Virgen, que no cesa de mirar a su Hijo, ha visto ya en su rostro las señales de la próxima muerte…; se estremece al ver que el desenlace ya está encima… Entonces ve a Jesús levantar penosamente sus ojos por última vez y exclamar: Todo está consumado… y en seguida en un supremo esfuerzo de energía, gritar: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu… ¡Qué palabras!… SI todas se grabaron en el corazón de su Madre, ¿cómo penetrarían éstas por ser tan magnificas, y por ser las últimas que pronunció?
Él Maestro terminó sus enseñanzas, con una lección sublime… y cerró el libro de su vida. Qué dicha poder entregar el alma a Dios, diciendo…: «todo está consumado»…, todo lo que me encargaste en este mundo…, todo lo que pretendías de mí, todo lo que tenías derecho a esperar de mi alma…, todo, en fin, mis obligaciones todas…, las he cumplido y he consumado mi vida hasta el fin en tu servicio…, para tu gloria! ¿Por qué no ha de ser así, si así debe únicamente ser?
Termina este punto suplicando a la Santísima Virgen te ayude a consumar de este modo la vida…, a terminar así tu carrera…, para que, al fin de ella, sin avergonzarte, puedas poner tu espíritu…, tu alma toda, en manos de Dios por medio de María.
2º La muerte de Jesús. -Y así, con la majestad y dignidad propias de un Dios, Jesús inclina la cabeza y… muere. -En el mismo momento, la tierra se estremece…, se rasga el velo del Templo…, las piedras chocan y se abren los sepulcros… y resucitan muchos para dar testimonio de su divinidad… y en medio de aquella trágica y espantosa conmoción de la creación entera, la Santísima Virgen, serena…, firme valerosa…, no se asusta…, no corre…, no huye se abraza a la Cruz, y deposita en los pies de Jesús muerto, el beso más puro…, más dulce…, más tierno, que jamás una madre haya depositado en el cadáver de su hijo.
Abismada de dolor, había seguido los pasos todos de su agonía… y ahora, al verle morir, lejos de acobardarse y caer abrumada con el peso de su dolor se eleva sostenida por la gracia hasta dar su consentimiento al sacrificio espantoso…, y abrazando y besando la Cruz que tanto la hacía sufrir, ofrece al Padre Eterno la inmolación de aquella víctima divina, por la salvación de todos los pecadores de la tierra.
Penetra bien en el corazón dolorido de aquella Madre…, la más afligida de todas las madres… y verás en él, el altar viviente donde s€ inmoló el Cordero divino, a fuerza de dolores y de sacrificios espantosos… y, no obstante, aquel corazón destrozado, está tranquilo cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios, que así la exigió este sacrificio. -No lo olvides; nadie se verá libre de la Cruz… No te empeñes en volverla la espalda, que se te hará aún más pesada… Abrázate con ella… y cuanto más dolorosa y pesada sea…, bésala con más cariño… En generosidad con quien la santificó con su muerte… y muere a ti mismo, crucificándote con valor en la cruz que Dios te envíe…, pues ella y sólo ella te santificará… según aquellos versos, que nunca has de olvidar y debes repetir cuando llegue la ocasión:
«Sin Cruz no hay gloria ninguna, / ni con cruz eterno llanto. / No hay Cruz que no tenga santo / ni santo sin Cruz alguna»
3º Jesús herido en su Corazón. -Jesús ya había muerto. -Pero allí estaba su Madre, que podía continuar sufriendo por Él. -Y así fue. -Uno de los soldados hundió su lanza en el costado de Cristo para más cerciorarse de su muerte… y el golpe fue tan fuerte, que atravesó su corazón. -Aquel golpe ya no atormentó al Hijo, pero ¡cuánto debió hacer sufrir a la Madre al sentir en su corazón que la lanza le atravesaba juntamente con el de Jesús! ¡Con qué amor recogería ella aquella sangre!… ¡¡la del Corazón de su Hijo!!…, ¡la última que ya le quedaba!…, ¡la ultima que se derramaba por la salvación del mundo!
Él costado abierto de Cristo, es un misterio para nosotros sumamente consolador. -Por aquella herida como por una anchurosa puerta, podemos entrar como lo han hecho las almas amantes…, a escondernos dentro del Corazón de Jesús… y allí establecer nuestra morada. -Esta dichosa herida, rompe el velo que le ocultaba… y aquel divino Corazón…, el que tanto amaba a los hombres, que no descubierto…, patente a todos…, para que le viéramos…, le adoráramos…, para que en Él, de una vez aprendiéramos toda la lección sublime del amor. Es imposible saber lo que es amar, sin penetrar en el secreto de ese Corazón… ¡Eso es amor!… -¡Esa es la única escuela!…, ¡ese el único modelo!
Podemos suponer que la Santísima Virgen, llena de dolor, al contemplar aquella atroz herida, pero más llena de admiración, se quedó estática… al ver Ella antes que nadie aquel Corazón… Nunca lo había visto y ahora contempla su hermosura encantadora. -Seguramente que no pudo contenerse y cayó de rodillas para adorarle… y repararle por todos los que allí mismo y por todos los siglos, le habían de ultrajar. -Este fue el primer acto público de la devoción y culto al Corazón de Jesús…! Y María la primera adoradora y reparadora del Divino Corazón. -Aprende de Ella, esa devoción salvadora y santificadora. -María es la depositaria de los tesoros de este Corazón… Ella tiene la llave. Pídela que te meta muy, dentro y cierre bien la puerta, para que nunca salgas de aquel Corazón donde los tibios se hacen fervorosos, y éstos llegan a ser santos…