Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10
Todos los cristianos hemos de venerar el conjunto de libros del Antiguo y Nuevo Testamento, que integran la BIBLIA o SAGRADA ESCRITURA. Estos libros, aunque escritos en el transcurso de muchos siglos y por muy diversos autores, son obra de Dios, que es su principal Autor, ya que fueron inspirados por el Espíritu Santo y como tales los ha recibido, reconoce, custodia e interpreta la Santa Iglesia. En ellos tenemos la Palabra de Dios revelada alas hombres, pues Dios nos habló antiguamente por medio de los Profetas y, al llegar la plenitud de los tiempos, por medio de su Hijo, Jesucristo, Verbo de Dios hecho carne (Heb 1 y Jn 1).
Del pueblo judío, celoso guardián de su fe y sus tradiciones, la Iglesia de Cristo recibió los libros de la Antigua Alianza. De los Apóstoles y Evangelistas, los de la Nueva. Por la Tradición Apostólica y los Santos Padres, la Iglesia sabe cuáles son los libros inspirados y ha rechazado los que no lo son. Los protestantes, los testigos de Jehová y otras sectas no admiten algunos libros del Antiguo Testamento que la Iglesia ha definido que son sagrados y auténticos. Los no católicos suelen apelar al «libre examen» o interpretación personal de la Biblia y así rehúyen atenerse a la autorizada y segura que la Iglesia ha dado en casi dos mil años de cristianismo, mientras imponen su propia interpretación a sus seguidores. Muchas sectas no aceptan otra base de discusión religiosa que la misma Biblia. Olvidan, primero, que no toda la Revelación divina está escrita; existe la Tradición apostólica, que la Iglesia siempre ha reconocido también como transmisión viva de la Revelación desde los Apóstoles hasta nuestros días. Menosprecian asimismo el Magisterio de la Iglesia, única depositaria e intérprete de la Palabra de Dios. Cristo dio a su Iglesia el don de la Infalibilidad en materias de fe y de moral. Sin el Magisterio infalible de la Iglesia, los hombres careceríamos de certeza en los grandes problemas que afectan al alma y. a la salvación eterna. Sólo la Iglesia garantiza la Revelación. Ya San Agustín, uno de los grandes genios del cristianismo, escribió esta sentencia: «Yo no creería en el Evangelio, si no me moviera la autoridad de la Iglesia católica».
QUÉ DICE LA BIBLIA DE SÍ MISMA. -1. Es necesaria. -Replicaba Jesús a los judíos «que querían con más ahínco matarle, porque no sólo violaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios», y les dijo: «Escudriñad las Escrituras, pues creéis tener en ellas vida eterna, y ellas son las que testifican de Mí» (Jn 5,39). Y en Mt 22,39, Jesús arguye a los saduceos, que negaban la resurrección, y les dice: «Estáis en un error, porque no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios». En estas dos locuciones de Jesús queda patente la necesidad de recurrir a la Biblia y que es fácil, incluso a personas doctas, no entenderlo bien.
- Es difícil de interpretar. -Jesús mismo explicó El interpretó textos bíblicos repetidamente y dio a sus Apóstoles el don de inteligencia de las Escrituras. Léase en el capítulo 24 de San Lucas las apariciones suyas a los discípulos de Emaús y a los Apóstoles reunidos la noche del día de la Resurrección. Que necesitamos guía para una recta interpretación, lo prueba el eunuco etíope que pide a Felipe le ayude a entender el profeta Isaías, y Felipe «comenzando por esta Escritura, le evangelizó a Cristo» (Hechos, 8, 30-35). San Pedro, por su parte, en su 2:, 3,15, se refiere a las doctas cartas de San Pablo y expresamente advierte: «En ellas hay puntos difíciles de entender, que los fallos de instrucción y poco firmes pervierten como el resto de las Escrituras para su propia perdición».
QUÉ DICE LA BIBLIA DE LA IGLESIA. -1. Edificada sobre Pedro. Es innegable la intención de Cristo de edificar una sola Iglesia, su Iglesia, sobre la piedra del que lo confesó como a Cristo, Hijo de Dios vivo. En Mt 16, 16: «y Yo te digo que tú eres piedra (kefas, masculinizado petros, en griego) y sobre esta piedra Yo edificaré a mi Iglesia, y los poderes del infierno no podrán contra ella». Y le promete dar las llaves del Reino y el poder de atar y desatar… en una sociedad de carácter religioso y moral. Más adelante le confía todo su rebaño: «apacienta mis corderos»; «apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-17). Y en relación al grupo de Apóstoles, Jesús encarga a San Pedro: «Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 31-32).
- Jerárquica. -Pedro, cabeza de los doce Apóstoles. Los Apóstoles reciben la misión de dar testimonio y predicar el Evangelio, el poder de perdonar los pecados, de hacer lo que Él hizo en la última Cena -el Sacrificio Eucarístico-. San Pablo nos dice que en la Iglesia, «la voluntad de Dios puso, en primer lugar, a los Apóstoles» y luego una diversidad de carismas: profetas, doctores, taumaturgos, don de gobierno, de lenguas, etc. (1 Coro 12,28).
- Maestra de la Verdad. -En 1 Tim 3,16, San Pablo habla de «la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad». Para que así fuera, Jesús prometió reiteradamente a sus Apóstoles la venida del Espíritu Santo: «El Paráclito Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todo y recordará todo cuanto Yo os dije, (Jn 14,26). «Tengo muchas cosas por deciros aún, mas ahora no sois capaces de ellas. Pero cuando venga el Espíritu de la Verdad, os conducirá a toda verdad» (Jn 16,12-13). Tanta es la seguridad de San Pablo en la verdad de la doctrina predicada por él, que escribe a los gálatas (1,6-9): «Me admiro de que tan pronto es paséis a otro Evangelio; no es que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os predicara un Evangelio distinto del que os hemos predicado, sea anatema». Este texto paulina tendría que dar mucho que pensar a todos cuantos se han separado de la Iglesia a través de los siglos.
- Evangelizadora. -A los Apóstoles Cristo los envía al mundo, como Él fue enviado por el Padre, para qué prediquen el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15), para que conviertan a todos los pueblos, bautizándolos y enseñándoles a guardar todo cuanto Él les ha mandado (Mt 28,19-20). Esta misión la Iglesia la ha cumplido durante dos milenios y la proseguirá hasta el fin. Y como suprema garantía de la misión de los Apóstoles y de toda la Iglesia, Cristo les dijo: «y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Hay que tener la fe y confianza en la Iglesia de Cristo, sacramento de salvación universal, pueblo de Dios, familia de los hijos de Dios, complemento de Cristo, pues es su Cuerpo -Él es la Cabeza-y su Esposa gloriosa (Éf 5, 23-27). El misterio de la Iglesia, tan vinculada a Cristo, lo expresa admirablemente San Agustín cuando dice: «Cabeza y Cuerpo. Cristo entero». San Jerónimo, el gran escriturista, decía: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo». Por esto se recomienda la lectura asidua y el estudio humilde y amoroso de la Santa Iglesia Católica, avalada por veinte siglos de presencia de Cristo y asistencia del Espíritu Santo. Creced en el cono-cimiento y amor de Jesucristo. La Santísima Virgen, Madre de Jesús y de la Iglesia, nos bendiga a todos.
“SI NOSOTROS FUÉRAMOS DE VERDAD CRISTIANOS, NO HABRÍA HEREJES», decía San Agustín, el gran doctor de la Iglesia, mucho más sabio que algunos pseudointelectuales que discuten esta sentencia. ¿Queremos ser cristianos de verdad, viviendo el Evangelio? La Virgen es el camino que nos lleva a Cristo. No olvidemos cada mañana y cada noche de rezar las TRES AVEMARÍAS para que nos alcance vida evangélica y salvación eterna.
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Laura, 4 – Barcelona-10