Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10
UN PERIODISTA ANTE SAN JOSÉ
Ha muerto en el año 1975 el conocido periodista José María Pérez Lozano. Su actividad en la prensa, en temas cinematográficos, en televisión, en las avanzadas de los temas más arriesgados ha hecho impacto. Pérez Lozano tenía 48 años, casado, nueve hijos. Y sobre todo, una fe inmensa, aunque necesariamente no tengamos que coincidir en todas las cosas opinables.
José María Pérez Lozano era de una piedad sólida. «Hombre religioso hasta la médula, que respiraba esperanza cristiana y creía ciegamente en el amor a Dios y en la ternura teologal hacia los hombres», dijo de él el obispo Antonio Montero. Pero queremos especialmente destacar una particularidad de la vida católica de Pérez Lozano. Tenía una «debilidad» para San José, el que cuidó de Cristo durante sus años en la casa de Nazaret. Y Pérez Lozano, padre de familia, trabajador de la inteligencia, apóstol en su profesión, hombre que supo de ideales y de angustias en el mundo problemático en que vivimos, sabía encontrar en San José un paralelo para su propia vida. Y escribió una hermosa oración a San José. Saboréala porque es preciosa. Es así:
ORACIÓN DE UN PADRE DE FAMILIA A SAN JOSÉ
-Cuando llego a casa, por Ia noche, y me siento, y cierro los ojos doloridos, y me quito los zapatos para dar respiro a mis pies hinchados de andar.
-Cuando he entrado en la habitación de los niños, y he comprobado su sueño tranquilo, y he sentido el hondo deseo de despertarlos -Pablo, Pedro, Santiago, Milagros, Juan…- y he apagado de nuevo la luz, y he salido del cuarto sin hacer ruido.
-Cuando he encendido la radio, y he escuchado eso de que suben los salarios, y de que se ha inaugurado otro embalse, y de que una muchacha ha aparecido muerta, y que el Politburó se ha reunido, y también el Congreso americano.
-Cuando apago la radio, fastidiado, y he escuchado el cansado andar de mi esposa, preparando la cena, y no tengo deseos de abrir un libro…
Encima de la repisa estás tú, José hecho una lástima, de tan viejecito, cuando la verdad es que tú nunca fuiste anciano. Y te miro, y te veo, maduro y fuerte, entrañable y serio, silencioso y atento, manzanal y profundo:
-Te rezo, José. Te rezo cuando llega el filo de la noche. Te rezo para que yo sea como tú, para que todos seamos como tú, maduros y profundos. Para que la sombra que nos toma cansados, nos halle silenciosamente alegres, vitalmente llenos de tu octavo dolor y tu octavo gozo: la fatiga de tus músculos de carpintero y el éxtasis de respirar el aire que Jesús ha respirado.
-Y de decir sencillamente a lo Alto: Señor, ya acabé este día tuyo. Trabajé para que Él y Ella comieran y vistieran. Sudé para que Ellos sigan adelante. Oré todas las horas del día con la plegaria de mi cepillo, mi sierra y mi garlopa que a Ti te han sonado mejor que tus músicas todas. Acabé este día, cansado y sereno. Velé por Ellos, como vela el árbol sobre. su propia sombra. Les sonreí para que no. vieran mi cansancio. Conté a Jesús, de nuevo, la historia de los Magos, que vinieron de lejos. Viví, sufrí, sonreí, acuné los sueños de mi Hijo Niño y mi Esposa Niña y fabriqué para Él una cruz de madera. Estuve junto a Ellos, como la hiedra en el muro. Ni siquiera di olor; tal vez ni siquiera di flor. Sencillamente estuve, como era tu deseo. Sólo se oía mi sierra. Mis palabras fueron pocas y dulces. Acompañé su espera de mañana y gocé inmensamente tan sólo con verlos. Tan sólo con estar. Renové en cada hora el gozo y el dolor de esta extraña y hermosa paternidad mía, que se ha extendido desde Ellos alas hombres del mundo entero. Pues bien, te doy gracias, Yahvé…
Cuando cierro los ojos frente a la horrenda litografía que convierte en vejez tu hermosa vitalidad, repito contigo y para ti y para Él las palabras de tu oración. Y quiero como tú, tener alas anchas para dar sombra a los míos, y para sonreír a todas mis renuncias, y para comprender que es esto, es esta fatiga y esta serenidad ansiada lo que está como premio, José, al filo de la noche.
-Mientras oigo los pasos entrañables de mi mujer, y su trasteo en la cocina y enciendo el penúltimo cigarrillo de día. Mientras se me va la fatiga y se me queda el alma, antes sola, ahora acompañada y recia.»
Esto es sentir evangélicamente la devoción a San José, camino seguro para unirnos a María y para llegar a Jesús, en plena intimidad, como la tuvo el santo carpintero. Es cosa muy buena encomendarse a San José. Por ejemplo, un Padrenuestro cada día para pedirle la gracia de morir amigos de Dios. También es cosa recomendable la práctica de los llamados Siete Domingos de San José. Se acostumbran a contar siete domingos antes del 19 de marzo, festividad de San José. Pero se pueden hacer en cualquier tiempo del año. Las condiciones son: comulgar durante los siete domingos, con una confesión que asegure la limpieza de nuestra alma. Y es cosa muy adecuada acompañar estas comuniones con algunas oraciones. Por ejemplo, las que siguen:
- Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis al ver y no comprender el misterioso estado de vuestra Esposa, y por el gozo que sentisteis al anunciaros el ángel que había concebido por obra del Espíritu Santo, os pido me alcancéis la gracia de no juzgar nunca al prójimo. PADRENUESTRO, AVEMARÍA y GLORIA.
- Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis al contemplar la pobreza en que nació Jesús, y por el gozo que sentisteis al verle adorado de ángeles, pastores y reyes, os pido que me alcancéis la gracia de saber servir al Rey de la Gloria con humildad y pobreza de espíritu. PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA.
III. Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis al ver la sangre que derramaba vuestro tierno Hijo en la ceremonia de la Circuncisión, y por el gozo que tuvisteis al imponerle, por ordenación divina, el nombre de Jesús o Salvador, os pido que me alcancéis la virtud de la mortificación de la carne, que es la alegría del espíritu. PADRENUESTRO, AVEMARÍA y GLORIA.
- Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis al oír en el Templo que Simeón profetizaba la Pasión de Jesús, y por el gozo que sentisteis al saber que por ella salvaría a los hombres, os pido que me alcancéis la gracia de conocer el mérito de la cruz y de amarla. PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA.
- Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis al dejar vuestra patria, huyendo por el desierto a Egipto, y por el gozo que sentisteis al ver caer en presencia de Jesús las estatuas de los falsos dioses, os suplico que me alcancéis la gracia de saber dejar todo el mundo antes que ofender a Dios. PADRENUESTRO, AVEMARÍA y GLORIA.
- Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis al volver a la tierra de Israel, ante el temor de que Jesús fuese injuriado, y por el gozo que sentisteis al anunciaros el ángel que estaríais seguro en Nazaret, os pido que me alcancéis la gracia de saber confiar tranquilamente en la Providencia divina. PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA.
VII. Glorioso Patriarca San José, por el dolor que experimentasteis cuando perdisteis a Jesús, y por el gozo que sentisteis al encontrarlo en el Templo entre los doctores, admirado de todos, os pido la gracia de que sepa encontrar a Jesús, frecuentando dignamente los Sacramentos. PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA.
JESÚS, JOSÉ y MARÍA, OS DOY EL CORAZÓN Y EL ALMA MÍA. JESÚS, JOSÉ Y MARÍA, ASISTIDME EN MI ÚLTIMA AGONÍA. JESÚS, JOSÉ Y MARÍA, RECIBID, CUANDO YO MUERA, EL ALMA MÍA. Que la devoción a San José, tan profunda en José María Pérez Lozano, has haga vivir aquel pensamiento que fue el eje de su existencia: TENER FE ES ALGO MÁS QUE ACEPTAR QUE DIOS EXISTE, ES ACEPTAR QUE DIOS NOS AMA.
«MADRE MÍA INMACULADA, LA SIEMPRE AMIGA DE JESÚS, ENSÉÑAME A SERLO YO DE VERDAD Y EN TODO», exclamaba el santo obispo don Manuel González. Y, ¿no son las TRES AVEMARÍAS, cada mañana y cada noche, un medio para llegar a esta unión con Cristo? No las olvides.