Que el pecador no tenga miedo
“Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercarse a Mí. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas humanas. Jesús se quejó conmigo con estas palabras: La desconfianza de las almas desgarra Mis entrañas. Aún más Me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de Mi amor inagotable no confían en Mí. Ni siquiera Mi muerte ha sido suficiente para ellas. ¡Ay de las almas que abusen de ella!” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 50.
Ser fieles a nuestra historia de fe
“¡Sed firmes en la fe como este Pilar de Zaragoza! ¡Sed coherentes en vuestro comportamiento personal., familiar y público con las enseñanzas y ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo! Dad testimonio práctico de la grandeza y de la bondad de Dios ante aquellos que no le conocen o, conociéndole, parecen avergonzarse de Él, en público o en privado. Superad la tentación de las desconfianzas y las divisiones estériles, viviendo con gozo y generosidad la unidad de la fe y la comunión del amor de Cristo. A ello os guiará el esforzado ministerio de vuestros Obispos, mis Hermanos, cuya comunión entre sí y con el Sucesor de Pedro es garantía de una fiel transmisión de la fe, base primera de un futuro evangelizador rico en frutos de vida cristiana, en sintonía con el glorioso pasado antes evocado. Sobre vuestra vida social, vuelve a mi mente lo que os dije desde el Nou Camp de Barcelona: «Vivid vosotros e infundid en las realidades temporales la savia de la fe de Cristo». Demostrad ese espíritu en la atención prestada a los problemas cruciales.”San Juan Pablo II, Ante el V centenario de la evangelización de América, pp. 14 y 15.
Biografía de franco
“Cuando abrí el libro nada más comprobar que tenía más de seiscientas páginas sin incluir notas, bibliografía ni índice onomástico, pensé que ya podría ser entretenido… Ahora que lo he acabado puedo asegurar que se me ha hecho corto y que me ha dejado con ganas de más. La biografía del general Franco que han elaborado Jesús Palacios, conocido por sus investigaciones sobre el 23-F (El Rey y su secreto, de Libros Libres) y el catedrático Stanley G. Payne es magnífica: muy entretenida, muy interesante y muy completa. En efecto, los autores se atreven a elaborar un trabajo cuyo objetivo es la objetividad, y lo logran con creces cuando aún arrecia, tristemente, el sectarismo, sea en forma de Ley de Memoria Histórica o sea en forma de la habitual propaganda, que no Historia, a la que nos tienen acostumbrados quienes pontifican sobre nuestro más reciente pasado con el único objetivo de cambiar los hechos en beneficio propio. […] En esta época de crisis económica brutal que estamos padeciendo en España desde hace más de seis años, resulta apasionante leer el esfuerzo de los gobiernos de Franco para ir cambiando la ideología inicial y adaptarse, con eficaz pragmatismo, a las demandas del mundo, logrando la mayor etapa de prosperidad de la Historia de la Nación en la que la economía creció a ritmos medios del 7,5% anual durante más de una década. Los logros económicos del franquismo abarcaron desde la repoblación forestal hasta la construcción de embalses, desde la apertura a Europa y a Estados Unidos hasta el desarrollo de la energía nuclear, desde el desarrollo del turismo a la construcción de numerosas fábricas de automóviles, desde el aumento continuo de la cobertura de la Seguridad Social hasta los derechos laborales de los trabajadores.” Bias Piñar Pineda, Razón Española, nº 191, mayo-junio 2015, pp. 367-368.
Soberanía social
“Fijaos bien que entonces las Cortes de Cataluña, las Cortes de Navarra, las de León, las de Castilla, los Estados Generales de Francia, el Parlamento inglés, las Dietas de Alemania, de Polonia, de Hungría, tienen en la Edad Media una relación más íntima, una semejanza histórica más estrecha, que la que tienen en los momentos actuales las diferentes formas parlamentarias de los pueblos europeos; porque no se copiaron unos a otros; se copiaron de un fondo común: de la misma soberanía social que pusieron en ellos la Iglesia y la costumbre. Y hay que volver a aquel concepto de la soberanía que entonces se manifestó y que yo he designado con el nombre de soberanía social, como diferente de la soberanía política. Todo el régimen moderno está fundado en la unificación de la soberanía; y esa unificación, al hacerla exclusivamente política, al designarle una sola fuente, que es la multitud, la soberanía popular, ha venido a establecer ese inmenso centralismo que todavía quiere agrandar el colectivismo actual.” Rafael Gambra, El Verbo de la Tradición, p. 44.
La llave de la tradición
“Los romanos completaban la compraventa de una casa mediante el acto de la traditio, por el cual el vendedor entregaba al comprador la llave que le franqueaba la entrada a su nueva propiedad. Ya esa entrega de una llave de unas generaciones a otras -una llave que, encajada en la cerradura del mundo, nos revela su misterio-, es a lo que llamamos tradición. Todos los tiranos que en el mundo han sido, para imponer sus designios, han tratado de destruir los lazos de la tradición, pues saben que las personas desvinculadas se convierten en carne de ingeniería social; de ahí que siempre hayan combatido los vínculos vivos que mantienen a los hombres unidos en su origen y orientados hacia su fin, empezando por los lazos familiares, siguiendo por los políticos y terminando por los religiosos.” Juan Manuel de Prada, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, p. 379
Vida natural y sobrenatural.
“Al hombre, además de haberle dado la vida natural, Dios le ha elevado a la vida sobrenatural. Esta maravilla se realiza en el sacramento del Bautismo. Aquí podemos recordar lo que nos dice el evangelista San Juan: «Mirad qué amor más entrañable nos ha manifestado el Padre, pues ha querido que nos llamáramos hijos de Dios y lo somos en efecto» (1 Jn 3, 1). Por eso el cristiano, al mismo tiempo que desarrolla los bienes naturales -la cultura, la técnica, el trabajo, las artes, el deporte, la investigación-, pone su acento en la evolución y plenitud de la vida sobrenatural. Esta no es un freno para el progreso humano, en su sentido verdadero, sino la que le da una trascendencia por encima de toda cortedad temporal y transitorio quehacer. Con la gracia santificante -participación de la vida divina- nos convertimos en hijos de Dios. Y el mundo es el taller en donde se lucha y se alcanza esta talla divina de nuestra existencia. José Ricart Torrens, Catecismo social, p. 14.
Quien se salva sabe
Cuando el hombre es hombre de verdad, cumpliendo todos los deberes propios, familiares, profesionales, sociales. Y, presidido por una vida en gracia de Dios, y con intención recta de hacer su voluntad, nos consigue la salvación de nuestra alma. Dios quiere que seamos eternamente felices. Depende de nuestra respuesta a su plan. Por esto salvar el alma es lo más personal, potestativo, importante, para cada hombre. De él depende la felicidad eterna o la eternidad en el infierno. Con la gracia santificante, en cualquier estado y situación, podemos honradamente cumplir todos los deberes. Sin la gracia, incluso en lo humano y temporal, el hombre es impotente para llegar al colmo de sus obligaciones. Recordemos la frase de Chesterton: «Quitad lo sobrenatural y sólo os quedará lo antinatural». Nuestro entorno lo demuestra. Ni la técnica, ni la cultura, ni la comunicación entre los pueblos, ni el confort, bastan para que los hombres sean mejores. Muchas veces, estos mismos medios, en sí indiferentes, se convierten en crueldades y degradaciones. No hay humanismo sin Dios. No hay plena honradez sin gracia. No hay hombre verdadero, realizado, sin la aspiración de seguir a Jesucristo, Redentor y Rey de todos los hombres. Una quinteta muy antigua expresa esa verdad elocuentemente: «La ciencia más alabada -es que el hombre bien acabe; – porque al fin de la jornada aquel que se salva sabe, – y el que no, no sabe nada». José Ricart Torrens, Catecismo social, p. 14.
Los pueblos no piden ideólogos
Hubo un tiempo de sacralización de la política que fue trágicamente fecundo en guerras. Pero la secularización contemporánea no alteró sustancialmente las cosas. Todo se redujo a reemplazar los dogmas religiosos por ideologías laicas, no menos ardientes y monolíticas, que desencadenaron oleadas de fanatismo y sangre, como la Revolución Francesa. Ahora apunta una clara tendencia a la tecnificación de la política, al tratamiento científico de la cosa pública. Parece que acaba la hegemonía de los literatos y de los oradores y empieza la de los administrativistas y de los economistas. Los pueblos no piden ya ideólogos, sino expertos, no ilusiones, sino resultados. Se ha extendido la desconfianza hacia el agitador y el profeta. Y si este proceso no se interrumpe, si la capacidad tensora de las ideologías continúa disminuyendo, es seguro que la vida internacional discurrirá por el cauce de los intereses. Y su fría y realista dialéctica nunca conducirá por sí sola al más ruinoso de los negocios: la guerra atómica total. Gonzalo Fernández De La Mora, Razón Española, septiembre-octubre 2015, p. 132.
