De Nazareth a Belén hay unos 120 kilómetros que caminan José y María “asentada en una asna”, como dice San Ignacio, cuatro o cinco días. Llegan a Belén y por no haber lugar para ellos en la posada se refugiaron en una cueva, un estable de animales, lleno de inmundicias. Para la Virgen María y san José no había lugar, quizás sí para otros. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” dirá más tarde san Juan. “estando allí, se cumplieron los días de su parto, y dio a luz un hijo primogénito y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre” (Lc. 2, 6-7).
La Virgen María encendida de amor y admiración le recibió en sus brazos, le estrecho contra su pecho, le besó con cariño, le adoró con profundo respeto y le envolvió en los pañales, pobres pero limpios ¡un pesebre el trono de Dios! ¡Cuánta pobreza! y al mismo tiempo ¡cuánta felicidad! La Sagrada Familia unió en Belén dos cosas que el mundo moderno tiene por inconciliables: pobreza y felicidad. El desasimiento del corazón de todos los bienes de la tierra es el camino para alcanzar la felicidad temporal y eterna.
San Pablo nos dice que “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por amor nuestro” (2ª Cor 8,9) y que “el amor al dinero es la raíz de todos los males” (1ª Tim 6, 3-10). Ya el Eclesiastés nos dice que: “Hay un trabajoso afán que he visto debajo del sol: riquezas guardadas para el mal de un dueño” (5,12) San Antonio Abad, San Francisco de Asís y otros muchos santos y santas dejaron sus riquezas a los pobres para seguir a Cristo.
En el V aniversario de su nacimiento, viene muy bien recordar estas palabras de Sta. Teresa de Jesús: “La pobreza es un bien que todos los bienes del mundo encierra en sí; es un señorío grande”, “la verdadera pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza que es tomada por solo Dios, digo; no ha menester contentar a nadie sino a Él”.
El Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, único teólogo de la Iglesia, encarecido por el Concilio Vaticano II, dice: Ahora bien, el que posee las cosas temporales, por el hecho mismo de poseerlas es atraído a amarlas (…) H aquí, pues, por qué el primer fundamento para conseguir la caridad perfecta es la pobreza voluntaria, esto es, cuando uno vive sin poseer nada como propio, pues dice el Maestro en San Mateo: “Si quieres ser perfecto, vete, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y sígueme”.
El Santo Padre Francisco nos ha advertido que “la riqueza es un ídolo”. “Las riquezas y los cuidados del mundo, ahogan la Palabra de Dios y no la dejan crecer. Y la Palabra mueve, porque no es conservada: es ahogada. En este caso, o se sirva a la riqueza o se sirve a las preocupaciones, pero no se sirve a la Palabra de Dios”. “¿Qué hace en nosotros, qué hacen las riquezas y que cosa hacen las preocupaciones? “Simplemente te quitan el tiempo”. “Jesús nos dijo que, o se sigue el Reino de Dios o si no a las riquezas y preocupaciones mundanas”. “Pidamos al Señor la gracia de no equivocarnos con las preocupaciones, con la idolatría de las riquezas y siempre tener memoria de que tenemos un Padre que nos ha elegido, recordar que este Padre nos promete algo bueno, que es caminar hacia aquella promesa y tener el valor de tomar el presente como viene. ¡Pidamos esta gracia al Señor!”
Leonardo Castellani, sabio y valiente, donde los haya, ha dicho: “El dinero es hoy dueño del mundo, pero el diablo es el dueño del dinero”. Para nosotros, en el Reino de Dios, gozaremos las riquezas que Cristo Rey nos da: es la santidad en la tierra y la eterna felicidad del Cielo. “Sed pobres de todo y el corazón de Jesús os enriquecerá” (Santa Margarita Mª de Alacoque)
