Madre de Dios amparo en los peligros
María, ensalzada por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles y de todos los hombres, por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen es venerada con el título de «Madre de Dios”, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades. (Lumen Gentium 66)
Criterios sensatos
Al hombre le digo que se case: a la mujer que puede casarse. A los dos, que por encima de los hombres está Dios y que los consagrados a Él, escogieron la mejor parte. Y para casarse hay que pensarlo con criterios sensatos, pues se dice que el hombre se enamora por la vista y la mujer por el oído, es decir, que le gusta el sonido de las pesetas. Ninguno de los dos criterios es válido. Al divorciarse Mickey Rooney de Ava Gadner (era el sexto o séptimo divorcio de esta pobre estrella), dijo: «Es un hermoso animal. No tiene alma». La belleza naturalmente agrada. Pero a la larga es poco para un hombre, un animal hermoso. Como es poco para una mujer, una bestia cargada de oro. Por eso avisa la sabiduría popular:
Cuando trates de casarte
Ten mucho cuidado, Adela,
Que la moneda se acaba,
Y el bobo queda.
(P. Jesús González-Quevedo, s.j.)
Cuentos de niños
Un niño de 1O años estaba parado frente a una tienda de zapatos en el camino, descalzo apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo: «Mi pequeño amigo, ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?».
«Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos», fue la respuesta del niño.
La señora lo tomó de la mano y entraron a la tienda. Le pidió al empleado media docena de pares de calcetines para el niño. Preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla.
El empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda, le lavó los pies y se los secó. Para entonces el empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño. Le acarició la cabeza y le dijo: «¡No hay duda pequeño amigo que te sentirás más cómodo ahora!».
Cuando ella daba la vuelta para irse, el niño le agarró la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, le preguntó: «¿Es usted la esposa de Dios?».
Imagen del misterio de Cristo
«Esta visión cristológica del matrimonio cristiano permite, además, comprender por qué la Iglesia no reconoce ningún derecho para disolver un matrimonio “ratum et consummatum”, es decir, un matrimonio sacramentalmente contraído en la Iglesia y ratificado por los esposos mismos en su carne. En efecto, la total comunión de vida que, humanamente hablando, define la conyugalidad, evoca a su manera, el realismo de la Encarnación en la que el Hijo de Dios se hizo uno con la humanidad en la carne. Comprometiéndose el uno con el otro en la entrega sin reserva de ellos mismos, los esposos expresan su paso efectivo a la vida conyugal en la que el amor llega a ser una coparticipación de sí mismo con el otro, lo más absoluta posible. Entran así en la conducta humana de la que Cristo ha recordado el carácter irrevocable y de la que ha hecho una imagen reveladora de su propio misterio. La Iglesia, pues, nada puede sobre la realidad de una unión conyugal que ha pasado al poder de aquel de quien ella debe anunciar y no disolver el misterio». (Beato PABLO VI: Concilio Vaticano II)
Homosexualidad y Esperanza
Un número de investigadores han intentado encontrar una causa biológica para la atracción homosexual. Los medios de comunicación han popularizado la idea de que un «gene gay» ya habría sido descubierto. (Burr 1996), pero a pesar de los numerosos intentos, ninguno de los estudios más difundidos (Hamer 1993; LeVay 1991) han podido ser reproducidos. (Gadd 1998) Un número de autores han revisado cuidadosamente tales estudios y encontraron que no sólo no demuestran una base genética para la atracción homosexual, sino que ni siquiera pretenden tener evidencia científica para tal afirmación. (Byne 1963; Crewdson 1995; Goldberg 1992; Horgan 1995; McGuire 1995; Porter 1996; Rice 1999). (Asociación Médica Católica – AMCA)
La mujer
Edith Stein
Vemos las órdenes antiguas, donde hay una rama masculina y una femenina, y según la regla el trabajo está divido de manera que a la rama masculina le toca principalmente la actividad externa, la predicación popular, el servicio misionero, etc., y a la rama femenina el apostolado silencioso del sacrificio y de la oración y, ya desde hace mucho tiempo, también el trabajo con la juventud como tarea apostólica. Y las congregaciones femeninas activas de los tiempos actuales ejercitan generalmente como verdaderas actividades femeninas, la educación y la caridad. Así hoy, cuando también una gran mayoría de las comunidades religiosas femeninas tiene una actividad externa, la función de la religiosa apenas se diferencia materialmente del trabajo de las mujeres «del mundo». Si hay alguna diferencia, entonces ésta sólo puede ser formal, es decir que todo trabajo debe hacerse por obediencia y por amor de Dios.
Somnolencia y modorra
Siendo la Iglesia una sociedad que vive y actúa en el mundo, sin ser del mundo, corre el peligro sin embargo de que algunos de sus miembros, incluso los clérigos, puedan ser influenciados por ese mundo, como vemos constantemente en la historia de la Iglesia. Esto ha ocurrido desgraciadamente muchas veces, por lo que no debe sorprendernos que ocurra de nuevo. Refiriéndose a la irresponsabilidad de muchos miembros de la Iglesia a lo largo de la historia, Benedicto XVI señala: «A lo largo de los siglos, es la somnolencia de los discípulos la que abre las posibilidades para el poder del Mal. Esta somnolencia debilita el alma., por lo que ésta permanece impasible ante el poder del Mal que obra en el mundo, y ante todas las injusticias y sufrimientos que hacen estragos en la tierra. En ese estado de modorra, el alma prefiere no ver todo esto; se convence fácilmente que las cosas no son tan malas, y por lo tanto prosigue con la autosatisfacción de su confortable existencia. Pero es este adormecimiento del alma, la falta de vigilancia respecto tanto a la proximidad de Dios como a las fuerzas emboscadas en las sombras, que permiten que el Mal ejerza su poder en el mundo» (Ignacio Barreiro Carámbula – Verbo)
