historia de españaMarcelino Menéndez y Pelayo

Cultura Española, Madrid, 1941

No es llueva esta consideración de Ia historia como arte: al contrario; si de algo pecamos los modernos, es de irla olvidando demasiadamente. Los antiguos retóricos griegos querían que la historia fuese, lo mismo que la tragedia, un animal perfecto. Y nuestro fray Jerónimo de San José, en su libro del Genio de la Historia, dio los últimos toques a esta concepción clásica, exponiéndola en términos tan vigorosos y galanos, y con tan profundo sentido de lo que pudiéramos llamar la belleza estatuaria de la historia, que no es posible a quien trata esta materia dejar de repetir algunas palabras suyas, ya alegadas aquí por un docto y llorado compañero vuestro: «Yacen como en sepulcros, gastados ya y deshechos, en los monumentos de la venerable antigüedad, vestigios de sus cosas. Consérvanse allí polvo y cenizas, o, cuando mucho, huesos .secos de cuerpos enterrados, esto es, indicios de acaecimientos, cuya memoria casi del todo pereció; a los cuales para restituirles vida, el historiador ha menester, como otro Ezequiel, vaticinando .sobre ellos, juntarlos, unirlos, engarzarlos, dándoles a cada uno su encaje, lugar y propio asiento en la disposición y cuerpo de la Historia; añadirles, para su ensalzamiento y fortaleza, nervios de bien trabadas conjeturas; vestirlos de carne, con raros y notables apoyos; extender sobre todo este cuerpo, así dispuesto, una hermosa piel de varia y bien seguida narración, y, últimamente, infundirle un soplo de vida, con la energía de un vivo decir, que parezcan bullir y menearse las cosas de que trata en medio de la pluma y el papel.»

(De La Historia considerada coma obra artística. Estudios de crítica literaria. Primera serie, páginas 96 y 97).