Páginas extraídas sin título - copiaMeditaciones del Padre Giovanni Salerno, msp

Presentación

Queridos amigos:

Este Vía Crucis que he escrito para vosotros se lo debo a un joven francés que ahora vive en el monasterio benedictino de Triors, en Francia. Este joven, de nombre Godofredo) de 19 años, ha trabajado muy bien durante un año entre los más pobres en la Ciudad de los Muchachos (Cuzco – Perú), junto con nuestros jóvenes Sacerdotes y Hermanos misioneros. Él, viendo la triste realidad de· nuestros hermanos indígenas, antes de dejar el Perú vino a mí y me dijo: «Padre, aunque yo me alejo del Perú para abrazar la vida de benedictino, llevo en la clausura, y sobre todo en mi corazón, los sufrimientos de tantos niños y de tantos adultos que he visto en la Cordillera. En el silencio de la vida monástica quiero recogerme y ofrecer mi vida para aliviar los sufrimientos de tantos y tantos hermanos nuestros indígenas que he visto durante este año. Le estaría muy agradecido si, antes de dejar el Perú, usted pusiera por escrito par~ mí todo lo que nos ha dicho a nosotros los jóvenes durante las diferentes estaciones del Vía Crucis celebrado con los jóvenes en la pasada Cuaresma en la Ciudad de los Muchachos».

Aquel joven, al ver el gran sufrimiento de tantos de nuestros hermanos, y al sentirse. incapaz de resolver en seguida el cúmulo de problemas de esta pobre gente que sufre penas· inhumanas, decidió hacerse contemplativo para inmolarse por los más pobres del Tercer Mundo.

A algunos kms de distancia de la Ciudad de los Muchachos también nosotros, los .Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo, tenemos un monasterio de clausura, el monasterio de «Nuestra Señora del Silencio: donde jóvenes Sacerdotes y Hermanos, después de haber visto los sufrimientos inhumanos de tanta gente de la Cordillera, han escogido la vida contemplativa para ofrecerse como incienso quemado delante del altar del Señor, para los pobres indígenas de la Cordillera y para todos los pobres del Tercer Mundo. Dios quiera que este Vía Crucis pueda servir, no sólo a los jóvenes para discernir la llamada a dedicar su vida entera a Dios y a los más pobres, sino también a «echar más leña» al fuego ardiente del corazón de los contemplativos que se consuman en silencio para salvar las almas de los misioneros y de los más pobres.