Matrimonios que llevan cuarenta y cincuenta años, viviendo su amor muy intensamente, me dicen que los casados de hoy, que se separan a los cuatro meses o cuatro años, en realidad no se han amado nunca. Lo entiendo.
Dios es amor infinito. Los esposos participan del amor de Dios amándose como Dios manda. Y ese amor humano es para “siempre”. Aquí en la tierra y en el Cielo eternamente.
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Me han entregado un tríptico de la Obra Misionales Pontificias “Enfermos Misioneros”. Es un apostolado sublime ofrecer enfermedades y dolores por las misiones de la Iglesia.
“La gracia de las gracias, el mayor favor que, después de incesantes ruegos, me ha otorgado Dios por intercesión de María, es sufrir mucho por él!” (San Juan de Eudes).
Nuestros enfermos lo entienden, no caigamos en la trampa del “bienestar” que eso es para los poderosos de este mundo. Y después sigue la vida de eterna felicidad o eterna condenación.
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Hemos hecho los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en cuatro días. No había tiempo para más. Pero el santo siempre nos alcanza gracias para avanzar por el camino de la santidad.
Cuesta muy poquito comprender que el dolor y el sufrimiento también vienen de Dios. Su Hijo, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, no pudo sufrir más por nuestra salvación.
Cristo es nuestro Maestro y tenemos que aceptar lo que nos dicen los santos. San Juan de Ávila nos recuerda: “Dios no permitirá que venga otra cosa, sino aquello que fuere para mayor bien nuestro, aunque nosotros no lo entendamos”.
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Para muchos era evidente que Monseñor José Guerra Campos era un obispo sabio, santo y valiente. El Cardenal Marcelo González Martin, en las exequias de D. José, nos contó que el obispo de Cuenca era un humorista extraordinario. Que ante los problemas que se presentaban en la Conferencia Episcopal, relajaba a todos con unos de sus salidas de humor.
En una ocasión dijo a unos padres que no querían bautizar a sus hijos, hasta que no fueran mayores y decidieran ellos les dijo: No le enseñe a leer, quizás quieran ser analfabeto, no lo enseñe a vestirse, quizá de mayor quiera ser nudista.
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A los adictos a no pensar, les ha dado ahora por decir que Dios es el hombre ¡ellos son dioses! Ni en los manicomios los entienden. Allí lo máximo, máximo, que se puede ser es Napoleón.
No nos debe extrañar porque la grandeza del hombre es sublime: ¡imagen y semejanza de Dios! Pero cuando dejamos de vivir como manda nuestro Padre del Cielo, nos revolcamos en la droga, la lujuria, el estiércol. Nos drogamos para “viajar” y el demonio hace el resto.
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Los católicos sois unos imbéciles integrales irracionales; os tragáis todos los dogmas que se inventaron los primeros monos. Lo decimos nosotros, los democratistas que lo sabemos todo. Venid con nosotros que hemos evolucionado y ya somos demonios y llegaremos a ser dioses.
Nadie puede hacer un acto de fe sin la razón, la voluntad y la ayuda de la gracia de Dios. Los apologistas de la mentira y la calumnia se están columpiando sobre las llamas del infierno.
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Acabo de ver una niña de cuatro años más contenta que unas pascuas con su caramelo en la boca. Se lo han dado al terminar el colegio y no se lo ha pensado dos veces. ¡A la boca!
Hay que pensar antes de hacer una cosa. La droga esclaviza. Antes que nada nuestro entendimiento debe razonar lo que el gusto desea.
La razón tiene como objeto la verdad y la voluntad el bien. Estas dos facultades humanas deben ir siempre bien coordinadas porque lo que es verdadero para la razón es bueno para la voluntad.
