Idoneidad y sagacidad. La idoneidad necesita el esfuerzo personal de adquirir los requisitos necesarios y exigidos para realizar del mejor modo las propias tareas y actividades, con la inteligencia y la intuición. Esta es contraria a las recomendaciones y los sobornos. La sagacidad es la prontitud de mente para comprender y para afrontar las situaciones con sabiduría y creatividad. Idoneidad y sagacidad representan además la respuesta humana a la gracia divina, cuando cada uno de nosotros sigue aquel famoso dicho: “Hacer todo como si Dios no existiese y, después, dejar todo a Dios como si yo no existiese”. Es la actitud del discípulo que se dirige al Señor todos los días con estas palabras de la bellísima Oración Universal atribuida al Papa Clemente XI: “Guíame con tu sabiduría, sostenme con tu justicia, consuélame con tu clemencia , protégeme con tu poder. Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en ti, mis palabras para hablar de ti, mis obras para actuar según tu voluntad, mis sufrimientos para padecerlos por ti”.
Cardenal Gualtiero Bassetti
Lo único que puedo hacer es expresar mi deseo de que, en la formación del gobierno en España, como en Italia, se imponga siempre el criterio de la verdad del hombre y Dios, así como el de la justicia (dar a cada uno lo que le corresponde) y sobre todo el criterio del amor. Una política sin verdad, sin justicia y sin amor no es política en el sentido mayúsculo de la palabra. Es solo minúscula, una especie de politiquería sin nada más. Hay que recordar que política significa, en griego, gobierno de la ciudad. Y eso servía para los antiguos y también vale para la modernidad. Un gobierno, en definitiva, solo puede basarse en la verdad, en la justicia y en el amor.
Cardenal Müller
En realidad las opiniones de los fieles no pueden pura y simplemente identificarse con el “sensus fidei”. Este último es una propiedad de la fe teologal que, consistiendo en un don de Dios que hace adherirse personalmente a la Verdad, no puede engañarse. Esta fe personal es también fe de la Iglesia, puesto que Dios ha confiado a la Iglesia la vigilancia de la Palabra y, por consiguiente, lo que el fiel cree es lo que cree la Iglesia. Por su misma naturaleza, el “sensus fidei” implica, por lo tanto, el acuerdo profundo del espíritu y del corazón con la Iglesia, el “sentire cum Ecclesia” (Ibíd.). Se hace evidente algunas veces la falta de distinción y confusión entre la vida espiritual y la dimensión psicológica de las personas, analizadas con modernas metodologías. Este aspecto afecta los procesos formativos de las personas, tanto al sacerdocio, como a la vida consagrada como también de los agentes pastorales laicos.
Cardenal Maradiaga
Hay que mejorar mucho más las homilías. No son conferencias. Deben ser actualización de esas lecturas que se proclaman. Si hay un adjetivo que deben tener todas las parroquias es el ser misioneras.
Cardenal Francis George (+)
No es “misericordioso” contar mentiras a la gente, como si la Iglesia tuviera autoridad para dar a alguien permiso de ignorar la ley de Dios. Si los que participaron en un matrimonio sacramental siguen vivos, entonces lo que Cristo hizo al unirlos no se puede deshacer, a menos que un obispo piense que él es el Señor del universo.
Arzobispo Juan José Omella
Dice san Cirilo de Alejandría: “El Hijo de Dios, en cuanto hombre, está corporalmente unido a nosotros por medio de la Eucaristía; y espiritualmente unido a nosotros, en cuanto Dios, por medio de la fuerza y de la gracia de su Espíritu recreando en nosotros una vida nueva, haciéndonos participar de su naturaleza divina” (In Joannem XI, 12, 1001). De esta manera llegamos a ser familia de Dios, confidentes de Dios, igual que los santos: “Conciudadanos de los santos, familiares de Dios […] hasta formar un templo santo en el Señor […] morada de Dios en el Espíritu” (Ef 2, 19-22). ¡Qué grande es el misterio de nuestra fe! ¡Qué grande e impresionante es el don inestimable de la Eucaristía! Nos hace habitar con Dios: “Si alguno me ama, mi Padre le amará, vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23).
Ojalá que la Eucaristía sea siempre el centro de nuestra vida, que todo gire en torno a ella, que participemos de ella y nos alimentemos de ella, que nos haga crecer y madurar en nuestra fe cristiana, en el gozo incomparable del Espíritu.
Que Dios os bendiga a todos.
