He aquí a un gran poeta, el príncipe de los fabulistas, ilustre académico y el más popular de los escritores franceses.
Pero todos estos títulos no valen lo que el tan sencillo de «Buen Cristiano», porque éste solo es el que da acceso al reino de la gloria, junto a Dios.
Pues bien; en 1692 estaba próximo el fin para el señor De la Fantaine; iba a sonar la hora de rendir cuentas personales ante el Soberano Juez. Sigue leyendo


