misericordiaPalmerina (siglo XIV)

La historia que sigue y que extractamos de la vida de Santa Catalina de Siena, va a revelarnos, una vez más, las inconmensurables reservas de misericordia de Dios Nuestro Señor.

Una de las cofrades de la Tercera Orden en Siena, Palmerina, había concebido contra nuestra santa una rencorosa envidia que le inspiraba toda suerte de calumnias.

Dios, movido por las oraciones que Catalina no cesaba de hacer por su enemiga, hirióla en su cuerpo para curar su alma. La santa fue a cuidarla con incansable y heroica abnegación. Nada conmovía a Palmerina, que acabó por echar de su casa a Catalina.

Entonces, por justo castigo, cayó la desdichada en agonía sin haber podido recibir los Sacramentos.

La santa, espantada por el peligro que corría aquella alma, redobló sus penitencias y súplicas. Palmerina volvió en sí, se confesó y murió en paz con Dios, y en seguida Nuestro Señor mostró esta alma a su heroica y caritativa sierva.

“Era tan resplandeciente, afirma Catalina, que no hay palabras capaces de expresar su hermosura”.

«Hija mía muy amada, decíale Nuestro Señor, ésta es el alma que tú me has hecho volver a encontrar. ¡Mira qué bella y preciosa está! Si Yo, que soy la belleza infinita, he sido cautivado por la belleza de las almas, hasta el punto de descender a la tierra y morir para rescatarlas, con mayor razón debéis trabajar vosotros, los unos por los otros, a fin de que no perezca una criatura tan amable”.

Y la Santa dijo a su confesor, el Beato Raimundo de Capua: «¡Oh, Padre mío, si pudieseis ver la hermosura de un alma en estado de gracia, daríais cien veces vuestra vida, si necesario fuere, para asegurar su salvación!».