Madre mía, que quien me mire te vea
Desde entonces Teresita dio un cambiazo. Se acabaron los caprichitos, su aversión a los libros, las faltas de silencio, el «no me gusta de las comidas», la ley del mínimo esfuerzo y la búsqueda de juegos y diversiones… Y se dio a vivir el lema que grabó en su medalla de congregante: «Madre mía, que quien me mire te vea”. Y lo vivió tan bien con la ayuda de la Virgen, como atestiguan cuantos la trataron íntimamente y aun quienes la contemplaban de paso: «Mire qué chica. Si parece una Virgencita», oyó su madre mientras caminaba con ella por la Gran Vía madrileña.
Pero ya antes el recuerdo y el deseo de agradar a la Virgen brotaban de su corazón fácil y espontáneamente, aunque las conclusiones prácticas no siempre fueran atinadas. Es muy pequeña; está ya en la cama, y ella muy dormilona, lucha con el sueño. Oye los pasos de su padre:
-«Papá… que no he rezado el Rosario y… tengo mucho sueño.
-Pues, mira, reza tres Avemarías, y duerme tranquila.
Al poco tiempo, tranquilidad completa.
La mujer
Edith Stein
El hecho de que el hombre fuese creado el primero, manifiesta una cierta prioridad de orden. Y el motivo por el cual no era bueno para él estar solo, lo tenemos que deducir de la misma palabra de Dios. Él hizo al hombre a su imagen. Pero Dios es uno y trino: como el Hijo procede del Padre y del Padre y del Hijo procede el Espíritu, así la mujer procede del hombre y de los dos la descendencia. Es más: Dios es amor. El amor no es posible si no existen al menos dos (tal como dice San Gregario en una homilía sobre la misión de los discípulos mandados de dos en dos).
El hombre nuevo democrático
Una vez lograda esta desconexión, al hombre nuevo democrático se le infunde la ilusión de que sus deseos e impulsos vitales, puesto que son la expresión más “auténtica” de su voluntad, deben ser atendidos por el Estado. Pero no hay organización política que pueda atender simultáneamente millones de deseos salidos de millones de voluntades: por eso el gobernante recto no atiende deseos personales, sino que procura atender el bien común; y por eso el gobernante degenerado, para infundir la ilusión de que a tiende deseos personales, necesita que todas las personas deseen lo mismo, para lo que es preciso convertirlas en masa gregaria. Este proceso de masificación social, tan crudamente animalesco, era realizado en los regímenes totalitarios con métodos expeditivos y carentes de delicadeza, pero en las democracias se realiza con métodos mucho más finolis y recatados, mediante la exaltación de la igualdad, una golosina que a todos gusta, pues es el homenaje que la democracia rinde a la envidia. (Juan Manuel de Prada – VERBO)
Homosexualidad y esperanza
Informes anecdóticos de individuos u organizaciones, bajo auspicios Católicos o directamente asociada con la Iglesia Católica, que aconsejan a personas con atracción por el mismo sexo que practiquen fidelidad en sus relaciones con personas del mismo sexo, en lugar de la castidad de acuerdo a su situación en la vida, debieran causar preocupación. Es muy importante que los consejeros relacionados con la Iglesia, o los grupos de apoyo, tengan muy en claro la naturaleza y origen de la atracción por el mismo sexo. Esta condición no es genética o determinada biológicamente. Esta condición no es inmutable. Es un engaño el aconsejar a individuos que experimentan atracción por el mismo sexo que sea aceptable hacer vida sexual siempre que los actos sexuales se desarrollen dentro del contexto de una relación fiel. Las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre moral sexual son claras en forma explícita y no admiten excepciones. Los Católicos tienen derecho a saber la verdad y los que trabajan con o para instituciones Católicas tienen la obligación de presentar claramente tal verdad. (Asociación Médica Católica – AMCA)
Ambiente y castidad
Es verdad que se vive en un mundo en que todo llama al apetito del sexo: vestidos extremados, determinados ejercicios gimnásticos, alimentos excitantes con especies, revistas, televisión, internet, anuncios… que es imposible no ver, pero el ambiente solicita al hombre, no le fuerza. «Dios ha permitido que nazcamos y vivamos en semejante ambiente, y entonces nos dará las gracias correspondientes», a no ser que nosotros mismos nos hayamos expuesto voluntariamente al mal. Escribe Hoornaert: «Si todo dependiera del ambiente, ¿cómo explicar que jóvenes educados en los ambientes más diversos se asemejen, y en cambio que dos hermanos educados en el mismo ambiente familiar lleven caminos tan divergentes? El hombre, aun en el ambiente más depravado, oye siempre la voz de la conciencia». (Jaime Solá Grané – La castidad, ayer y hoy)
Las sociedades con leyes divinas
Y como “de la forma dada a las sociedades, conforme o no a las leyes divinas depende y se deriva también el bien o el mal de las almas”, según señalaba Pío XII, es necesario lograr que las sociedades sean conformes con las leyes divinas. Eso será resultado de la evangelización.
“La nueva evangelización, impulsada por el mandamiento del amor, dice San Juan Pablo II, hará brotar la deseada promoción de la justicia y el desarrollo en su sentido más pleno, así corno la justa distribución de las riquezas y el respeto de la dignidad de la persona…
Y cuando exhorta continuamente a los jóvenes, como a los de Bolivia, a prepararse “para ser los hombres y mujeres del futuro, responsables y activos en las estructuras sociales económicas, culturales, políticas y eclesiales de vuestro país (…) que permitan alcanzar un desarrollo cada vez más humano y más cristiano”. (Estanislao Cantero – Verbo)
Derechos del hombre con Dios
Pío XII, el 11 de noviembre de 1948, prenunciaba el fracaso de tal Declaración de la ONU, “mientras no se llegue al reconocimiento expreso de Dios y de su ley, por lo menos del derecho natural, sólido fundamento en el que están anclados los derechos del hombre”. Y el Concilio reafirmó: “Bien sabe la Iglesia que sólo Dios al que ella sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solos los elementos terrenos… El que sigue a Cristo, hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su dignidad de hombre. Apoyada en esta fe, la Iglesia puede rescatar la dignidad humana del incesante cambio de opiniones… No hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre, con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo… La Iglesia, pues, en virtud del Evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos del hombre”. (G. et S., 41). Es de razón natural y no digamos sobrenatural que sin Dios todo fracasa.
En el artículo 16,1, se reconoce la igualdad de derechos del hombre y la mujer ante la disolución del matrimonio. La indisolubilidad del matrimonio es de derecho natural. Y el divorcio no lo puede autorizar ni la ONU ni ningún poder humano. (Mn. José Ricart Torrens – Catecismo Social)
