El hombre moderno, sin Dios y contra Dios, es una bestia infernal engendrada y parida por el democratismo. Hombre y mujeres sin moral, corrompidos por sus instintos depravados.
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Esta vida terrena parece no tener esencia, ser; pasa muy rápida, como un relámpago. Reclama una vida eterna, siempre presente, siempre nueva… la eterna felicidad del Cielo. Eternamente amando.
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Todos los seres del universo han sido creados finitos, limitados. Todos menos los democratistas que se creen dioses eternos, infinitos en sus perfecciones. Y lo son y lo serán: eternamente felices si mueren en gracia de Dios o eternamente sufriendo en el infierno si mueren en pecado mortal.
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La política es el arte de realizar el bien común. Los politiqueros democratistas, como desconocen el bien, convierten la política en la avaricia del partido que distribuye entre familiares, amigos, camaradas y corruptos.
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No olvidemos nunca que las democracias nacidas de la Revolución Francesa son herejías. La herejía que más ha paganizado, a las naciones cristianas: De la forma dada a las sociedades, conforme o no a las leyes divinas depende y se deriva también el bien o el mal de las almas”.
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Sin Dios no hay creación, ni orden, ni ética, ni filosofía, ni política… Es así que hay un orden, una política, luego Dios existe; digan lo que digan los politiqueros. Y Dios nos ha dicho que hay infierno y Cielo eterno.
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Siempre he pensado que no es lo mismo. Reino de Dios, Reino de Cristo y Reinado Social de Jesucristo.
El Reino de Dios es el Cielo eterno, el Reino de Cristo en la tierra, la Iglesia Católica.
El reinado Social de Jesucristo es la impregnación del Evangelio en las leyes políticas. La sociedad gobernada por la Ley Natural y la Ley Divina.
