jesusMeditaciones del Padre Giovanni Salerno, msp

12ª Estación: Jesús muere en la cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

V/. Te adoramos, Cristo Señor, y te bendecimos.

R/. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según Mateo (27) 45-50.54)

Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿Lemá sabactani?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?». Al oírlo, algunos de los que estaban allí decían: Ji Elías llama éste». Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: «¡Deja! ¡Vamos a ver si viene Elías a salvarle!». Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. (…) Por su parte el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios».

La muerte de Cristo crucificado sigue siendo recordada no como una de las tantas muertes de inocentes condenados) sino como aquella única muerte que da sentido a todas las muertes y tragedias humanas) aquella única muerte que ha expiado todos los pecados del mundo. La pasión de Cristo es de una candente actualidad: Él agoniza hasta el fin de los tiempos. Su pasión continúa hoy en todas las víctimas inocentes de las guerras) del terrorismo) del hambre) de las violencias perpetradas sobre los niños; continúa en los misioneros martirizados) en todos los enfermos dejados sin remedio alguno) en todos los extranjeros rechazados y despreciados) en todos los desempleados humillados en su dignidad) y en todas las personas marginadas.

Una vez me quedé aturdido cuando entré en una cabaña y vi a un joven de unos veinte años) lleno de llagas de decúbito, morir por una gravísima infección. Le pregunté a aquel joven qué había pasado. Me dijo que, atacado por la fiebre) se había tendido en el suelo) acostándose sobre una piel de alpaca (porque en la alta Cordillera no se conoce la cama ni el colchón) y) siendo huérfano y no teniendo a nadie que se encargara de él y le diera de comer) se debilitó y cayó víctima de una pulmonía. Así ese joven murió derrotado por aquella triste condición. ¿De quién es la culpa?

Padre nuestro…

Fac me plagis vulnerari,
fac me cruce inebriari
et cruore Filii.

Haz que me hieran sus heridas,
haz que de la cruz y la sangre del Hijo me embriague.

Santa Madre, yo te ruego:
¡graba aquí en mi corazón
las heridas del Señor!

O también:

V/. Señor, pequé: ten misericordia de mí.

R/. Pecamos, y nos pesa: ten misericordia de nosotros.