uncion de enfermosObra Cultural

Doctrina teológica

La Unción de los Enfermos ES UN SACRAMENTO INSTITUIDO POR CRISTO, QUE POR MEDIO DE LA UNCIÓN DEL ÓLEO CONSAGRADO PERDONA LOS RESIDUOS DE LOS PECADOS, SANTIFICA LA ENFERMEDAD, ROBUSTECE EL ALMA CONTRA LAS PRESIONES DIABÓLICAS DE LA DESESPERACIÓN, ENCOMIENDA EL ALMA A LA MISERICORDIA DIVINA Y PROPORCIONA EN OCASIONES LA SALUD CORPORAL, SI ELLO PUEDE FAVORECER LA SALVACIÓN DE SU ALMA.

Esta definición encierra toda la teología de la Santa Unción de los Enfermos. Sacramento, es decir, un signo sensible que por sí mismo proporciona gracia santificante. Instituido por Cristo: es dogma de fe definido en Trento que este sacramento, como todos los demás, es de institución divina hecho por Jesucristo, pues así nos lo ensena la Revelación divina contenida en la Sagrada Escritura.

  1. a) El Evangelio de San Marcos nos dice que los Apóstoles, cumpliendo consignas de Jesús, «predicaban a las gentes que se arrepintiesen, echaban muchos demonios y ungían con óleo, a muchos enfermos» (Mc. 6 12-13). Si analizamos el texto, vemos que obran en nombre de Cristo, que les da estas pautas de evangelización.
  2. b) Más rotundo es todavía el Apóstol Santiago: «¿Hay enfermos entre vosotros? Ponedlos en contacto con los presbíteros de la Iglesia para que oren sobre ellos y los unjan con el óleo en el nombre del Señor, y esta oración de la Iglesia proporcionará la salvación al enfermo, el Señor lo reanimará y, si tiene pecados, se le perdonarán» (5, 14-15).

Todos los puntos de estas palabras de la Sagrada Escritura son los contenidos en la definición del Sacramento, dada por el Concilio de Trento. Los Apóstoles obran en nombre de Jesús y cumpliendo sus consignas. Ya en vida de Jesús, como dice San Marcos, ellos ungían a los enfermos, y si al iniciar su ministerio apostólico después se la Ascensión lo siguen haciendo, como nos dice Santiago, es que se trata de algo concreto y preciso ordenado por Cristo.

Frutos concretos o efectos de este sacramento

1) Procura la salvación del alma del enfermo por el perdón de los pecados y de sus residuos. La fuerza de este fruto está en la oración de la Iglesia encomendando al enfermo a la misericordia de Dios. 2) La santificación dé la enfermedad indicada en las palabras «reanimará» al enfermo. ¡Con cuánta mayor dulzura sobrellevará la pesadumbre del dolor el enfermo que conoce el valor santificador y meritorio de su dolencia! 3) Robustece el alma contra las asechanzas diabólicas. Un alma reanimada por el Señor y consciente del valor sobrenatural de su enfermedad se sentirá fuerte ante las presiones diabólicas que, por la desesperación, quisieran perderla. 4) La mejoría corporal parece estar insinuada en los textos sagrados, especialmente en el de San Marcos, y por eso lo recoge el Concilio de Trento, pero siempre condicionado a la voluntad divina que la estime conveniente para el bien supremo del alma.

Sujeto de la unción: el enfermo

Puede ser: a) grave. Pero grave no quiere decir agónico. b) Anciano, para el cual una alteración de su salud puede ser peligrosa. c) Enfermo que, ya ungido, ha mejorado y recae posteriormente. d) Aquéllos que, recibida la Unción sagrada al comienzo de su gravedad, ésta se prolonga largo tiempo, puede reiterarse la recepción del Sacramento en el momento preagónico. e) Antes de una operación quirúrgica, debida a dolencia importante, f) Los niños gravemente enfermos, si ya tienen uso de razón. g) Se puede dar tam~Jén a los enfermos que, aun habiendo perdido el uso de los sentidos o el de la razón, es verosímil que, como cre-yentes, lo hubieran pedido o aceptado cuando estaban dueños de su mente. Hay que desechar el criterio de esperar la agonía para administrar la Santa Unción. Debe recibirse cuando hay conciencia de enfermedad grave, que puede poner en peligro de muerte.

Desarrollo de la administración del sacramento de la unción de enfermos

Al llegar a la casa y en la habitación del enfermo, el sacerdote saluda a todos los presentes con estas palabras: LA PAZ DEL SEÑOR A ESTA CASA Y A TODOS LOS AOUÍ PRESENTES, y rocía con agua bendita al enfermo y asistentes. Si el enfermo quiere confesar, se le oye en confesión; es siempre mejor, sin embargo, que haya confesado con anterioridad. Se harán dos unciones solamente: una en la frente y otra en las manos. En caso de extrema urgencia, se hará una sola en la frente. Al ungir al enfermo, el ministro dice la fórmula: POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR SU BONDADOSA MISERICORDIA, TE AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO, PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS, TE CONCEDA LA SALVACIÓN Y TE CONFORTE EN TU ENFERMEDAD. AMÉN. En esta fórmula está todo el contenido teológico de este Sacramento: a) ayuda al paciente, b) perdona sus pecados, c) recomienda su alma a la misericordia de Dios, d) santifica su enfermedad. El rito termina con el Padrenuestro y la bendición final del sacerdote.

Misa en casa del enfermo

Se puede celebrar la Santa Misa en la casa del enfermo o en la sala de hospital, con ocasión de la administración del sacramento que nos ocupa. Todos los sacramentos brotan de la Eucaristía. Las circunstancias han de determinar su oportunidad. Estas circunstancias son: a) Capacidad del enfermo: no sería sensato cansarle demasiado. Pero tampoco hay que considerar mínimas las fuerzas de un paciente. La prudencia aconsejará cada caso. b) Religiosidad de la familia. Es obvio pedir un mínimo de valoración del Sacrificio Eucarístico; también el estado de gracia para que puedan comulgar los asistentes, acompañando así santamente al enfermo en el vínculo sublime de la Sagrada Eucaristía. c) Un cierto número de asistentes, parientes, amigos y vecinos. La Santa Unción, en ese caso, se administra después del Evangelio y su homilía, y va precedida de la letanía u oración de la Iglesia por el enfermo.

Aspectos pastorales

Valor de la enfermedad. Es cierto que la enfermedad es el estipendio que pagamos todos por el pecado original. El género humano perdió en el Paraíso el don preternatural -es decir, el regalo gratuito- de la impasibilidad; pero también es cierto que si Jesucristo redimió a los hombres con el dolor y la muerte, tenemos que asociarnos a Cristo doliente para aplicarnos su redención. Así lo enseña San Pablo con aquellas palabras aparentemente escandalosas y blasfemas: «Estoy cumpliendo en mi carne lo que resta de padecer a Cristo en pro de su Cuerpo Místico, el cual es la Iglesia». Claro que a la Pasión de Cristo, de valor infinito, no le falta nada en sí misma; es a mí a quien falta la fuerza redentora del dolor, sufrido en unión a Cristo. La gracia sacramental de la Unción de los Enfermos nos ayuda a percibir la grandeza del Misterio del sufrimiento y a soportarlo con mayor fortaleza. Esta actitud cristiana del enfermo es el gran testimonio, ante los demás, de la fe en la redención dolorosa de la Pasión de Cristo. Se ha de recibir la Unción al principio de la gravedad. Bien se puede comprender que si el dolor humano tiene ese valor redentor que hemos dicho, y si el sacramento de la Unción es el caudal de gracia para santificar y sobrenaturalizar la enfermedad, no es lógico en quien tenga fe, ocultarle al paciente su situación, privándole de ese modo, cuando más lo necesita, de tales efluvios redentores. Comprendemos que el amor nos hace mudos muchas veces, pero la fe nos debe abrir otra puerta, la del amor al alma del nuestro ser querido. No es la Unción un billete de emergencia, cogido cuando tenemos el pie en el estribo del viaje a la eternidad. Es muy pobre y ridícula esta conducta que ofende a la Pasión de Cristo. El Concilio Vaticano II proclama solemnemente que tal pasividad debe ser desterrada.

¿Es obligatorio recibir este Sacramento? El hecho de haber instituido Cristo un Sacramento especial para la enfermedad grave con peligro de muerte y para la agonía, incluye el precepto de aprovecharse de él. La caridad del cristiano hacia sí mismo, la trascendental importancia de asegurar su eterna salvación y la suma estima en que se deben tener los Sacramentos, fuentes divinas de la divina Gracia, imponen al enfermo la obligación grave de recibir el sacramento de la Santa Unción. También los familiares y amigos que asisten al enfermo, y más aún el sacerdote, tienen obligación grave de procurar que el enfermo sea santificado y confortado. Y en no pocos casos perdonado con este sacramento, y que lo reciba a tiempo.

Con la Santa Unción de los enfermos se realiza un último y decisivo paso en lo que es propiamente la vida cristiana: la asimilación con Cristo, la transformación de su vida en la de Cristo. Nunca el Divino Redentor, cuya vida fue un continuo sacrificio de amor y de obediencia al Padre celestial, se sometió tan perfecta y heroicamente al Padre como cuando acató y aceptó voluntariamente, y con todo el amor de su Corazón, la muerte, y muerte de cruz, de la cual y de sus atrocísimos sufrimientos corporales y espirituales rehuían sus sentimientos naturales, como Él mismo lo expresó claramente en Getsemaní. Lo mismo puede decirse del cristiano. Nunca se hace tan semejante a Cristo como cuando, a imitación de Él, acepta morir, para conformarse también en esto al que siendo su Divino Maestro es su Modelo supremo.

«EN VANO BUSCA NADA, QUIEN NO QUIERE BUSCARLO CON MARÍA», afirma San Buenaventura. Y se busca lo más importante -la salvación eterna- perseverando en el rezo de las TRES AVEMARÍAS cada mañana y cada noche.