vida religiosaPadre Jesús González-Quevedo, S.I.
Salamanca, 1971

A este propósito, nada más actual que el famoso pasaje de Cicerón sobre el tema:

«Entre los Lacedemonios, aquellos que ejercen la suma magistratura, se llaman ancianos, como lo son en efecto. Y si queréis leer u oír historias extranjeras, encontraréis que grandes repúblicas derrumbadas por jovencitos, fueron restablecidas y sustentadas por ancianos.

-A ver -se pregunta Nevio en el Ludus-, ¿cómo es que perdisteis tan pronto a vuestra nación tan poderosa?

Y entre otras cosas responde: -Pululaban oradores nuevos, jovencitos necios.

Es que la temeridad es propia de la edad cuando florece; y la prudencia, cuando envejece» (De Senectute, VI, 20).

Pero mucha más autoridad tiene la palabra de Dios. En el libro de los Reyes (3, 4ss.) se cuenta que a la muerte de Salomón dijeron los israelitas a su hijo, Roboán:

Tu padre agravó nuestro yugo, disminúyelo tú algo y te serviremos. Pidió Roboán tiempo para deliberar, y los ancianos le aconsejaron: Si tú fueres hoy siervo de este pueblo, y le respondieres con palabras blandas, te servirá fielmente.

Mas él, dejado el consejo de los ancianos siguió el de los jóvenes, con quienes se había criado, que le habían dicho: Así hablarás a este pueblo: El menor dedo de los míos es más grueso que el lomo de mi padre. Mi padre os hirió con azotes, yo os heriré con escorpiones.

El resultado fue que se apartó Israel de la casa de David; sólo las tribus de Judá, y Benjamín quedaron fieles a Roboán, las otras diez rompieron con él.

Del abuso de autoridad de Superiores jóvenes, alentados por consejeros jóvenes, ¡cuánto podríamos escribir en España con aplicaciones personales! Y lo ejercitan quienes hablan o hablaron de comprensión libertad abertura, tolerancia, diálogo…

Y lo más triste de este abuso es que lo ejerce una autoridad totalmente inoperante para construir y frenar la subversión doctrinal y disciplinar que estamos padeciendo. Hoy, como ayer, los más cerrados son los abiertos; y los más sectarios, los comprensivos y tolerantes… «Dime de qué presumes y te diré lo que te falta», sentenció nuestro pueblo.

Cuando se haga la historia -porque todo se manifestará y todo se sabrá (Lc. 12, 2)- de los libros y artículos valiosos escritos por religiosos respetabilísimos a los que se censura, revistas y editoriales cuya publicación impidió su Orden, sin ningún motivo concreto, mientras que se imprimían sin cesar errores a granel, de todos los calibres y con toda clase de facilidades se habrá añadido un voluminoso capítulo a la historia repugnante de las discriminaciones injustas.

Afortunadamente este peligro (gravísimo) es reciente, de estos últimos años. No afecta a todos los institutos españoles, aunque el mal esté en el ambiente. Los religiosos y religiosas españoles han venido adaptando sus Institutos a las necesidades de los tiempos de manera admirable. Basta comparar los títulos civiles y eclesiásticos que para su apostolado educacional, benéfico o pastoral tenían al advenimiento de la segunda república con los que tienen ahora; escuelas, colegios, residencias, hospitales y demás obras de beneficencia espiritual y corporal; el número de alumnos y alumnas o de enfermos y asistidos, entonces y ahora; el tiempo y los medios, que dedicaban a la formación integral de sus miembros, con los que dedican ahora; para convencerse que el aggiornamento, urgido por el Vaticano II y por la Santa Sede, lo han venido llevando de un modo continuo, ordenado, hondísimo y a buen paso, estos hombres y mujeres consagrados totalmente al servicio de Dios y del prójimo.

¡Cuántas adaptaciones y experiencias prudentes, como subrayan el Perfectae Caritatis (n.4) y el Ecclesiae Sanctae (n. 6) han venido realizando! De ahí, y sobre todo, de su espíritu, la aceptación y el éxito en el extranjero. Un Obispo norteamericano, al ver desenvolverse a unas monjas españolas en su diócesis, en el acto pidió un centenar como ellas. A una gran diócesis alemana llegaron no hace mucho, otras monjas españolas. Al poco tiempo contaban allí con más de una docena de casas y con vocaciones alemanas. De Francia, Inglaterra e Italia se podrían decir cosas parecidas, para no hablar de Hispano-América, de las misiones africanas, de la India o del super-desarrollado Japón.