P. Manuel Martínez Cano m.C.R.
Aprendimos en el Catecismo que, inmediatamente después de la muerte, tiene lugar el juicio particular en el que la Justicia divina decide la suerte eterna de los que han fallecido. Con la muerte cesa el tiempo de hacer méritos, desmerecer y la posibilidad de convertirnos. Es de fe que las almas de los justos que en el instante de la muerte están libres de toda culpa y pena de pecado entran en el Cielo. Sigue leyendo
